"Humanizar": Hacer humano, familiar y afable a alguien o algo.
Esto es lo que dice la Real Academia de la Lengua sobre una palabra que está muy de moda en esto de los perros.
Normalmente se usa para recriminar determinadas actitudes hacia algunos perros por parte de sus familias o tutores: disfrazarles, vestirles, transportarles en un carrito, volcar en ellos nuestras carencias emocionales o tratarles como su fueran bebés.
¿Humanizar está bien, o está mal? ¿Mejora la vida del perro o la perjudica?
Quizás podríamos empezar por definir lo contrario a humanizar que podría ser "cosificar". Y la RAE nos dice: Reducir a la condición de cosa a una persona.
Claro, los perros no son personas. Pero, sobre todo, no son cosas.
Y si, desgraciadamente, han existido y aún existen personas que tratan a sus perros como objetos, simples herramientas que o sirven o no sirven, que son desechables.
Ambos extremos me parecen terribles.
De alguna manera, quien se relaciona con su perro como si fuese una especie de accesorio de moda al que intercambiar abrigos o sobre el que volcar todas sus carencias emocionales… ¿No está acaso cosificando a su perro?
Quien pretende anular o reducir hasta el esperpento la naturaleza del perro, a quien le gustan los perros pero no las cosas que hacen los perros, quien no le permite los comportamientos propios de su especie, quien, en vez de ver un perro, con toda su maravillosa complejidad, únicamente ve una especie de muñeco indefenso y dependiente, quien basa la relación con su perro en todo anterior, ¿acaso no está cosificando a su perro?
Propongo, en vez de humanizar o cosificar… empezar a "perrificar" al perro. Esta palabra me la he inventado, pero básicamente consistiría en preocuparnos por conocer su naturaleza, lo que necesita para sentirse bien, seguro de sí mismo y proactivo. Parte de un grupo, de una familia que equilibra el afecto saludable con las actividades que el perro necesita en su vida. Aprender su comunicación, profundizar en su mundo emocional, que nuestro perro se sienta comprendido y a su vez, nos esforcemos porque nos comprenda.
Preguntarnos mucho menos que nos puede dar el perro, y cuestionarnos mucho más, que podemos ofrecerle nosotros.
Jon Arraibi - Director de Café con Patas