Cuando apenas eran las seis de la tarde, el gentío ya se agolpaba en torno a la blanca barra del Café Iruña. Sus camareros servían las consumiciones a ritmo de maratón. Algunos no cesaban de accionar el grifo de cerveza. Una, dos, tres y hasta cuatro cañas servidas en un lapso de apenas un minuto. Otros, en cambio, tuvieron que convertir el sacacorchos en una extensión de sus extremidades superiores.
Mientras el trajín de cañas, vinos y kalimotxos tenía lugar en el interior del local, José Ignacio Gutiérrez - gerente de Cubi Bilbo - descargaba de su camión el bien más preciado - por escaso - de Aste Nagusia: el hielo. Y es que mientras los bilbainos y las bilbainas estallan de alborozo, hay personas que trabajan. A destajo, además.
“ “Me he acabado acostumbrando a trabajar mientras los demás están de fiesta” José Ignacio Gutiérrez - Gerente de Cubi Bilbo ”
“Me he acabado acostumbrando a trabajar mientras los demás están de fiesta, aunque hay tiempo para todo”, afirmó Gutiérrez. Para este bilbaino, Aste Nagusia es muy especial. Y no está dispuesto a perdérsela, aunque ello implique renunciar a unas cuantas horas de sueño. “Siempre salgo. A veces, poco. Pero hay que divertirse”, dijo.
A escasos metros del Café Iruña, está el puesto de Flying Burritos. En el local reinaba la paz en ese momento, pero un cliente extranjero ya estaba acercándose a llenar el buche. “Es la primera vez que trabajo en Aste Nagusia y, de momento, puedo decir que se notan las ganas de fiesta”, dijo Pablo Rodríguez, trabajador de la cadena. “Se ha petado, ha venido más gente de la que esperábamos”, agregó. Aún así, las primeras dos noches de las fiestas se han desarrollado sin incidentes. “Además de la gente que va muy pedo y no sabe ni lo que te está pidiendo, no hemos tenido problemas” explicó.
“ “Ayer llegué a las seis de la mañana y no me quedé más tiempo porque hoy trabajo ” Pablo Rodríguez - Trabajador de Flying Burritos ”
Pablo también confesó que siente algo de envidia al ver cómo el avispero de asistentes disfruta, pero, al igual que Gutiérrez, piensa disfrutar de Aste Nagusia. “He dormido muy poco. Ayer salí a las tres de la mañana de aquí y me fui de fiesta. Llegué a las seis y no me quedé más porque, hoy, tengo que trabajar”, reconoció el joven.
Trabajar protegiendo
En la calle Navarra, muy cerca de estos locales de hostelería, varios agentes de policía comenzaron a desplegarse con motivo del desfile de la ballena. Al evento acudió un gran número de personas. Concretamente, fueron 150.000 las almas que se congregaron para ver marchar a Baly y sus amigos. Este volumen de asistentes puede llegar a er problemático y, precisamente por ello, estaban los agentes allí.
“Nosotros renunciamos a poder celebrar las fiestas”, dijo a este periódico uno de los agentes. Txema Sánchez - nombre ficticio - no puede permitirse el lujo de disfrutar de la semana más grande de Bilbao porque, mientras ésta se desarrolla, tiene que velar por la seguridad de las personas. Lo hace, además, en turnos extenuantes. “Es un trabajo muy estresante. Se concentran demasiadas intervenciones durante muchas horas”, dijo.
Asimismo, explicó que desde hace “bastantes años”, se vienen suspendiendo los descansos entre turno y turno. “Son demasiadas jornadas seguidas”, confesó.
“ “Nosotros renunciamos a poder celebrar las fiestas para protegeros ” Txema Sánchez - Policía Municipal ”
El desfile de la ballena mantuvo ocupado a Sánchez, pero dio un respiro a Sofía García, Leire De la Torre y María Alegre. Estas tres jóvenes - que tienen entre 20 y 23 años - están trabajando en la célebre heladería Adela Ibánez, situada en la calle Posta, en el corazón de Zazpikaleak. “¡De alguna manera habrá que ganarse el pan!”, bromeó García.
Para todas ellas es la primera Aste Nagusia que viven desde detrás de la barra. “Es muy diferente, la verdad”, reconoció Alegre. ‘Diferente’ no es un adjetivo que tenga siempre una connotación negativa. Las tres jóvenes reconocieron que la experiencia está siendo divertida. “Ayer vino una cuadrilla en la que todos estaban claramente perjudicados. No sabían lo que estaban pidiendo y nos reímos mucho”, dijo De la Torre al respecto. Además, cuando sueltan el sacabolas de helado, agarran el vaso de kalimotxo. Compaginan trabajo y diversión.