Actualizado hace 2 horas
Álava destaca por la riqueza de su patrimonio cultural, donde se pueden hallar monumentos megalíticos que evidencian su pasado. Hablamos de impresionantes construcciones de piedra que llaman la atención tanto de locales como de turistas.
Situados mayoritariamente en cimas montañosas y espacios abiertos, estos monumentos son más que obras de arte prehistórico: juegan un papel clave en la vida de las comunidades de antaño.
Edificaciones megalíticas en Álava
En tierras alavesas, se estima que existen más de 100 megalitos, algunos de los cuales han sido utilizados como sepulturas colectivas durante alrededor de 2.000 años.
Muchos de ellos han sido reconocidos y protegidos como bienes culturales, contribuyendo a la identidad histórica de la región. Entre estos, destacan cinco monumentos que son impresionantes y que invitan a ser explorados.
Por eso, vamos a repasar, teniendo en cuenta el criterio de la página oficial de turismo de Euskadi, varias edificaciones de leyenda.
Dolmen Sorginetxe
Ubicado en Arrizala, concejo de Agurain, el Dolmen Sorginetxe, "Casa de Brujas" en euskera, se erige con una altura de 2,3 metros y está conformado por seis losas de roca caliza.
Descubierto en 1890, este monumento funerario ha revelado restos humanos y puntas de flecha de sílex, piedra conocida por su dureza. Construido alrededor del año 2500 a.C., es uno de los dólmenes mejor conservados en la geografía vasca.
Dolmen de la Chabola de la Hechicera
En Elvillar, en la Rioja Alavesa, se encuentra el Dolmen de la Chabola de la Hechicera, uno de los más grandes e importantes de Euskadi, con una altura de 2,7 metros.
Su cámara está compuesta por nueve bloques de forma poligonal, y la galería está formada por cinco losas más las de cierre. Cerca de este megalito se encuentra el yacimiento conocido como el Abrigo de los Husos, que proporciona pruebas de ganadería doméstica y agricultura.
Crómlech Mendiluze
El Crómlech Mendiluze, hallado en 1983 en la Sierra de Entzia, en Agurain, es otro de los monumentos más llamativos. Con aproximadamente 2.700 años de antigüedad, está formado por pequeñas piedras que rodean cuatro menhires grandes dispuestos en posición vertical.
Este tipo de estructura servía como lugar de sepultura para los habitantes de la zona, representando un claro ejemplo de las prácticas funerarias de la época.
Menhir de Itaida
El Menhir de Itaida, en Agurain, es una impresionante piedra puntiaguda que se eleva verticalmente hacia el cielo. Descubierto en 1981, mide aproximadamente 2,5 metros de altura.
La zona donde se encuentra ha sido interpretada como un lugar de enterramiento, aunque también se sugiere que pudo haber tenido un uso ceremonial o de culto.
Monolito del Monte Lerón y Túmulo de San Lorenzo
Situados en el Parque Natural de Valderejo, en Valdegovía, el Monolito del Monte Lerón y el Túmulo de San Lorenzo son otros ejemplos de la imponente arquitectura megalítica de antaño.
Un monolito es un bloque de roca de gran tamaño, mientras que un túmulo consiste en un montículo de tierra y piedras sobre una o varias tumbas. Ambos monumentos tienen connotaciones funerarias y forman parte de antiguas tradiciones.
Un rico legado prehistórico
Los monumentos megalíticos, construidos por sociedades prehistóricas entre el Neolítico y la Edad del Bronce, son estructuras de piedra como dólmenes, menhires y crómlech, ubicadas principalmente en Europa. Estas construcciones servían como sepulturas, para realizar rituales religiosos o marcar territorios.
Cumplían funciones de organización social, creencias y prácticas funerarias de las comunidades que las edificaron, dejando una estructura social compleja debido al esfuerzo colectivo requerido para su construcción.
Los dólmenes, por ejemplo, eran sepulturas donde se hallaron restos humanos y objetos funerarios, indicando su uso en rituales relacionados con la muerte.
Del mismo modo, se cree que los megalitos marcaban territorios en una época en la que las sociedades comenzaban a asentarse permanentemente, consolidando la agricultura y la ganadería.
Hoy, estos monumentos son patrimonio cultural clave para estudiar la historia de la humanidad, proporcionando valiosa información sobre las creencias y dinámicas sociales de las primeras sociedades agrícolas y ganaderas.