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Si hay un tema presente en las conversaciones de familias y en las escuelas es el que se plantea en Cerebro y pantallas, de María Couso, máster en psicopedagogía clínica. “Una publicación que dirijo a las familias y docentes ante el intrusismo de las pantallas que impiden las relaciones normales entre los niños y que dañan tanto su salud física como emocional”, remarca.
QUIEN ES
María Couso (Vigo, 1986) es pedagoga con máster en Psicopedagogía Clínica y Neuroeducación, y experta divulgadora sobre la importancia de los juegos de mesa para el desarrollo durante la infancia. Debutó en 2017 en Instagram con su perfil PlayFunLearning, que cuenta con más de 113 mil seguidores, y desde 2019 ofrece formación al profesorado y a las familias promoviendo el uso de juegos de mesa y reflexionando acerca del uso abusivo de la tecnología en la infancia y adolescencia.
Antes pantalla era metonimia de televisión, pero hoy hay móviles, redes sociales… Si el cerebro infantil se formaba observando a los demás ¿ahora se forma mirando a una pantalla?
No, lo que está haciendo realmente la pantalla es restar tiempo de calidad respecto al intercambio que hacemos con nuestro propio entorno real manipulativo. Los niños, para desarrollarse a nivel neurológico necesitan de un mediador con la realidad, en este caso, una persona humana y experiencias reales; jamás de una experiencia mediada a través de la pantalla. Lo que sabemos hoy en día sobre el desarrollo visual es que los niños no hacen una correcta transferencia de las dos a las tres dimensiones casi hasta los tres años de vida. Esto quiere decir que cualquier tipo de estímulo plasmado en la pantalla no va a aportar realidad a este niño que requiere un conocimiento verídico, porque no son capaces de hacer esa correcta transferencia.
Esopo hablaba de la lengua como lo mejor y lo peor del mundo al tiempo. ¿Son las pantallas lo mejor y lo peor para la formación infantil? ¿El problema es su existencia o su mal uso?
Se ha comprobado que cuando tenemos un entorno con poca estimulación a nivel real, es decir, familias de nivel sociocultural muy limitado o incluso con alguna discapacidad intelectual, la pantalla podría ser un acelerador de contenidos básicos, por ejemplo, conocimiento del nombre de los colores, de los animales…; esto podría ser un potenciador, pero solo se ha demostrado en los casos en los que hay una limitación contextual de la propia familia, porque si no, todas las investigaciones ratifican que la exposición temprana a las pantallas ralentiza el desarrollo del propio lenguaje, dando igual que expongas al niño a diez minutos o a cuatro horas. De hecho, en un metanálisis con 19.000 niños de entre 3 y 4 años se ha comprobado que los expuestos a pantallas tenían menos habilidades lingüísticas vinculadas a una menor mielinización de las áreas cerebrales del lenguaje. Es algo así como si la recubierta de las neuronas de estas áreas del cerebro relacionadas con el lenguaje fuese de peor calidad.
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¿Qué consecuencias hay a nivel cognitivo, pero también de salud mental?
Sabemos que hay muchas áreas de impacto con merma de ese desarrollo. Tenemos por un lado las habilidades lingüísticas, y por otro la regulación emocional. Un niño pequeño tiene un bajo control de impulsos con un predominio del deseo sobre el control; las personas adultas debemos regular la conducta de este niño y ayudarle a esa gestión emocional para que aprenda a tolerar la frustración por no conseguir aquello que desea. Si no permitimos que el niño experimente la frustración en un abanico amplio de emociones agradables o desagradables, estamos desviando su camino del desarrollo, porque el niño mañana no tendrá herramientas autónomas para su autorregulación. Respecto al descanso, sucede que cuando dormimos liberamos una sustancia química del cerebro que hace reducir la excitabilidad neuronal; esta sustancia es totalmente contraria a la liberación de la dopamina, y cuando estamos expuestos ante una pantalla liberamos grandes cantidades de dopamina, por lo que inhibo la liberación de esta sustancia. Por esto, no solamente hay mayores tiempos de latencia de sueño, es decir, se quedan dormidos más tarde, sino que la calidad del sueño es peor.
¿Cómo educar a un niño/a sobre el uso de las pantallas si ve a su alrededor personas enganchadas a ellas?
Es una cuestión de reflexión social; el problema de las pantallas es sistémico, no individual y la sociedad de alguna manera tiene también que saber regularse en etapas adultas para ayudar a nuestra infancia. No son correctos esos modelos y tenemos que empezar por nosotros mismos, por autorregularnos en los tiempos o usando dispositivos con tiempos controlados. Es importante que aprendamos a minimizar la exposición para que nuestros niños copien los modelos adecuados, porque se ha visto que aquellas familias que comen en la mesa con el dispositivo encima tienen hijos con mayores tasas de consumo de dispositivos.
Hacía la pregunta anterior porque en tv, radio y medios se despotrica sobre el abuso de las pantallas, pero todos las utilizan, ¿es este abuso un problema más bien social?
Es un problema siempre social, porque a la actual población adulta nadie nos ha enseñado a trabajar con pantallas. Una vez incorporadas no ha habido una regulación de estrategias de uso adecuado; es como si viene un medicamento sin prospecto. Tampoco a nivel social y sistémico hay actividades para suplir los tiempos que pasamos ante la pantalla; muchas veces los adultos con los hijos no saben cómo relacionarse fuera de las pantallas, no tienen estrategias de juego y no hay tiempo de calidad; pero el sistema tampoco nos lo pone fácil, porque los ritmos laborales de trabajo son excesivos y estamos siempre interconectados. Habría que regular también esas estrategias.
Si la tecnología es presentada como solución a todos nuestros problemas, ¿cómo presentar a sus puntos visibles, las pantallas, como nocivas?
No. Las pantallas no son nocivas; es nocivo lo que hacemos con ellas. Desde un punto de vista valorativo no podemos decir que la culpa sea de la tecnología, sino nuestra, porque la tecnología tiene puntos positivos y vemos que permite avances médicos, comunicarnos mejor...
No hay día en el que los medios no citen este tema, ¿pero en realidad debiera ser para ocuparnos?, ¿se buscan soluciones?
Cada vez hay mayor concienciación, aunque es verdad que todavía se están dando palos de ciego, en el sentido de que no hay una propuesta encima de la mesa para la regulación a nivel estatal o incluso mayor en otros países con respecto a lo que hacemos con la tecnología en la infancia. Pero estamos en el camino; soy optimista y creo que la conciencia social crece y los cambios siempre vienen desde abajo. Creo que es el pueblo el que va a cambiar el orden de las cosas y que cada vez habrá más conciencia sobre lo preocupante de este tema. Aunque aún tengamos mucho camino por recorrer; estamos en ello.
Hay tres espacios, familia, escuela y entorno social, en los que educamos nuestro cerebro. ¿Qué podemos hacer para conseguir un uso correcto de las pantallas?
Se pueden hacer muchas cosas, otro tema es que haya voluntad de cambio en estos tres ámbitos. A nivel individual hemos de ser conscientes de que tenemos cosas que decir aunque haya autores que plantean que esto es solo un problema social mientras otros lo plantean como asunto individual. En realidad lo veo como una mezcla, una concatenación de circunstancias; tenemos que aprender a autorregularnos a nivel social, familiar e individual. Si queremos cambiar la sociedad, hemos de cambiar lo que cada uno de nosotros tenemos en nuestra pequeña área de impacto. Esto se puede hacer.
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Permítame exagerar. De seguir así, ¿nuestro cerebro en lugar de a humanizarse evolucionará a ser biónico?
No lo creo. Nunca perderemos nuestro ápice de humanidad, pero sí que creo que llegaremos a tasas de falta de empatía bastante pronunciada. Lo hemos visto en el centro educativo del Reino Unido que ha sustituido a los docentes por pantallas. Pero siempre quedará un ápice de humanidad dentro de este proceso tecnológico que a veces tiende a la deshumanización.
Este tema preocupa pero especialmente debe ocuparnos, ¿a quién dirigiría con especial dedicación su libro: padres, profesores, comunicadores …?
Sobre todo a familias y profesionales del ámbito educativo. El cambio vendrá desde abajo, de las familias con su buen hacer y de la presión social de plataformas que reclaman regular la tecnología en los centros educativos y, por supuesto, desde los docentes, que deben hacer una revisión urgente del proceso digitalizador en las escuelas. Es importante que cada docente en su pequeña área de impacto, su aula, sepa qué herramienta utilizar, cuándo y cómo, porque nadie conoce más al alumno que su propio profesor.