Dudan de lo ocurrido en Bucha mientras escuchan la tertulia de la radio tomándose un café en su cocina y dicen que esos reporteros que se están jugando la vida son unos manipuladores al servicio de no sé quién o peor, les ven con condescendencia como unos pobres benditos que se están tragando mentiras mientras ellos manejan mejor información desde el sofá de su casa. O dicen que si el ucraniano se rebela y empuña un arma igual no es tan víctima. Imaginen si trasladamos ese argumento a una víctima de una agresión sexual. Y todo esto dicen cuando toda la vida han defendido la resistencia europea ante Hitler o la resistencia republicana ante las tropas de Franco. Aquellos sí podían pero los ucranianos no. Esto empieza a ser insoportable, insufrible. Todos los que dicen, ante la comtemplación de la masacre, que les gustaría escuchar también la versión de Rusia es como si hubieran dicho tras el bombardeo de Gernika que les gustaría escuchar la versión de los alemanas o de Franco. Y entiendo también que todos los que dudan de los reporteros allí desplazados en Ucrania también habrían dudado en el 37 la crónica de George Steer que rebeló al mundo la infamia de Gernika. Que se cuestione el testimonio de familiares de asesinados, de testigos de las matanzas, llorando, desolados sobre los cadáveres de sus familias, de sus hijos, que también a estas personas se les ponga en tela de juicio es de una vileza y un miserable que tira para atrás.
Lo que menos me ha sorprendido es la conexión de este conflicto con los negacionistas y antivacunas. Ponían el grito en el cielo por el pase covid pero miran a Ucrania y recuerdan el clásico "algo habrán hecho". Todo encaja. Van de libre y son los más reaccionarios. Qué extraño resorte tendrán en su cabeza para ir siempre a la contra de todo.