Uno de los mostradores del Archivo de Navarra exhibe dos documentos enfrentados. Es una lista de nombres. Son los parlamentarios forales que ratificaron el Amejoramiento el 15 de marzo de 1982. El resultado fue: 49 a favor; 5 noes; 16 ausencias, muchas de quienes creían que aquello era una “traición”. Y si el espacio de la muestra fuera ilimitado, seguro que también se recogerían algunos de los fragmentos más interesantes de un pleno frenético.
Da igual que para entonces la ley estuviera más que debatida. Se estaba a punto de votar el armazón legal que marcaría la vida política navarra en democracia y quienes rechazaban el texto –por poco ambicioso, por hurtar a la ciudadanía la posibilidad de ratificarlo, por lo que fuera– se quedaron a gusto por última vez.
Tres parlamentarios intervinieron antes de la votación para oponerse: Carlos Clavería, del PNV; Mikel Sorauren, de Euskadiko Ezkerra; y Jesús Casajús, de Unión Navarra de Izquierdas, que se ausentó tras hablar. Los argumentos que usaron viven hoy en el discurso político.
El “desgarro”
Clavería justificó su voto en contra porque iba a suponer la “desaparición” del Fuero, un “desgarro”. “Don Manuel de Irujo no lo votaría”, dijo. A su juicio, el Amejoramiento proponía un cambio sustancial. Hasta entonces, una comunidad foral como Navarra podía ejercer “todas las facultades y competencias que no se reserven al Estado”. “En cambio, en este proyecto Navarra ejercerá las competencias que se le reconocen, ni una más, lo que nos sitúa en el campo de las autonomías uniprovinciales (...) cediendo competencias que en ningún caso pueden considerarse inherentes a la unidad constitucional”. Nos suena. Es el germen de algunos problemas con la transferencia de competencias que vivimos hoy.
Sorauren señalaba otra de las deficiencias: no hubo referéndum. Lo hacía al estilo de los ochenta: “¿Por qué nos niegan este derecho? ¿Acaso nos consideran cortos mentales?”. La falta de participación, el despachismo y las críticas al cambiar todo para que nada cambie subyacen en su intervención. Hoy en día se cuestiona cómo las familias que mandaban en el franquismo lo hicieron también después, ya en democracia. “Este proyecto únicamente va a servir para que los grupos que hasta ahora han controlado Navarra la sigan dominando en el futuro. Nada más”.
Cerró Casajús. Dijo de la ley que es “la muerte definitiva de los últimos restos de nuestra soberanía foral”. “Navarra, por esta ley, es una comunidad más y punto; es un mal estatuto de autonomía hecho a medida de la derecha”, afirmó. Eso sí, añade algo nuevo: lamenta que el Amejoramiento “cierra la posibilidad de reunificación de Navarra con el resto de Euskadi”.