Hay veces que resulta más fácil conocer un lugar por algo que lo representa, que lo define, que por el nombre que se le ha concedido desde un inicio. Y en Noáin la calle Los Arcos y Arquitecto Ventura Rodríguez han sido siempre Mocholí, un espacio propio y singular que, con sus pisos, ha conseguido forjar una seña de identidad. Y ha marcado, también, a las generaciones de trabajadores de la tienda de muebles de la familia valenciana Mocholí, que además de fundar la empresa y dar trabajo y futuro a decenas de personas quiso brindarles un hogar en el que vivir.
Recalaron en Noáin desde Beriáin, Imárcoain, Potasas, Salinas, Elorz, Galar... “De todo el valle”, cuenta la vecina María Jesús Garzón. Incluso desde Andalucía, como venían antaño, con una mano delante y otra detrás. Con lo puesto, con o sin familia pero en busca de un futuro que ir labrando poco a poco. “Todavía recuerdo el hormigueo de gente cuando salían de la fábrica y subían por la cuesta para comer, y luego volvían a trabajar. Los sábados, cuando les daban el sobre, la nómina. Antes se cobraba de semana en semana, y no había tanta fábrica”, relata. Su padre y su hermano trabajaron allí y asegura que el suyo ha sido siempre “un barrio obrero, con muy buena armonía: todos los vecinos nos hemos llevado bien. Jugábamos en la calle, juntos. Cuando era todo campo alrededor”.
Fueron los hermanos Juan Bautista y Miguel los que levantaron la fábrica en los años 40, aunque en la prensa de la época siempre se cita la empresa “de la viuda de Mocholí”. Ya en el 65 Benito Alonso fue director de la fabrica, y él lideró la promoción de los pisos para los empleados.
152 personas
No hay duda de que las relaciones son buenas y siguen siendo fluidas tantos años después. Hoy han celebrado un aniversario muy especial, y es que han pasado ya 52 años desde aquella entrega de llaves, “vinieron de la Diputación y el alcalde, pasaron uno a uno a darles las escrituras”, cuenta la vecina, en una jornada en la que se juntaron 152 personas a comer, en la calle, para celebrar una bonita historia y compartir recuerdos. Porque no hay mejor lugar para conjurar el pasado que al aire libre y con buena compañía. Tal vez por eso decidieran vestirse de blanco y rojo, porque lo principal es que ayer fue una fiesta.
“Es un homenaje a nuestros padres, a quienes vivieron aquí. Muchos ya no están, otros se han marchado del barrio pero nos seguimos juntando y decidimos hacer algo para celebrar nuestras bodas de oro. En 2020 cumplimos los 50 pero con la pandemia no se pudo hacer nada”, explica.
Son 5 portales, cada uno con 16 pisos, un total de 80 viviendas que llenaron de vida. Ella llegó con sus padres, de Usún, con 4 años y sus tías de Lerga y de Sangüesa. “Fue un acontecimiento venir de un pueblo en el que apenas había agua”, rememora con cariño. Han colgado fotos de aquellos tiempos, de esa entrega de llaves, recuerdos en los que salen, más jóvenes, algunos de los que compartieron ayer mesa. “Lo hemos hecho posible gracias a mis hermanas Rosa Mari e Inmaculada, a Mari Valcedas y a Merche Duque. Hemos buscado a las personas que vivieron aquí, algunos ya se fueron y hoy han venido... Ha sido muy bonito”, reconoce.