El pívot grande que juegue de espaldas al aro está desde hace tiempo en peligro de extinción dentro del baloncesto moderno, donde priman ya el juego de transición, un ritmo de elevadas revoluciones y la búsqueda del triple por parte de los pequeños.
Sin embargo, este domingo fue un buen día para que los interiores del Baskonia se gustasen mediante una simple jugada cada vez más desterrada de las pizarras de los entrenadores, básicamente por las características de los pívots de hoy en día, propensos la mayoría a abrirse y lanzar desde la larga distancia.
Recibir en el poste bajo de espaldas y buscar el uno contra uno haciendo recular a su par no suele ser la primera jugada diseñada por Peñarrora para romper al rival. Sin embargo, fue tal la debilidad bajo los aros del Bilbao Basket que el Baskonia quiso reivindicar esta vez el poderío de sus hombres altos.
Kotsar, Enoch y Costello abusaron por completo de sus livianos defensores y alcanzaron entre los tres nada menos que 42 puntos, la mayoría de ellos en las inmediaciones del tablero tras cargar una y otra vez mediante una abrumadora superioridad física.
El cuadro bilbaíno, huérfano de Withey por lesión desde hace semanas, careció de kilos, altura y músculo para contener a tres postes azulgranas dispuestos a mostrar su variada amalgama de recursos. El más inspirado de todos fue, sin duda, Kotsar, quien hizo un pleno en tiros de dos y puso de manifiesto la tibieza de Kyser.
El estonio alcanzó los 27 dígitos de valoración en menos de 15 minutos, una cifra estratosférica pero factible, entre otras cosas, gracias a su facilidad para sacar faltas cargando el juego hacia dentro.
Enoch, un interior bajo sospecha desde el arranque del ejercicio, también lo tuvo muy fácil para brillar. El armenio incluso hizo uso de su mano izquierda para facturar canastas de espaldas.
Costello, acostumbrado a estar casi siempre fuera de la línea del 6,75, también pisó esta vez la 'pintura' mucho más de lo habitual. Al margen de Kyser, ni Tsalmpouris, Sulejmanovic ni Andersson pudieron sostener cerca del aro a tres jugadores con sangre en los ojos para hacer las delicias del Buesa Arena.