LA RAE define la palabra imposible como algo que no tiene ni facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funda en una razón prudente. Puesto a escoger, suena mejor improbabilidad que imposibilidad. Duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la ética. Que David ganara a Goliat era improbable pero sucedió. Un afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Jamás debiera ser una palabra prohibida.
Antes de introducirnos en la crónica de hoy debiéramos recrearnos en el recuerdo de Julio Verne, una persona avanzada a su tiempo, un positivista innato que nos dejó muchas reflexiones para el recuerdo. No por nada, a él se le atribuye una sentencia que bien pudiera celebrarse como el lema de hoy. ¿Cuál? Esa que dice "no hay obstáculos imposibles; solo voluntades fuertes y débiles".
Digamos que la primera edición de los Premios Lo Imposible es una iniciativa de la Fundación Urbegi que preside Javier Larrañaga y dirige Pablo Ocaña y que persigue el reconocimiento, difusión social y puesta en valor de trayectorias vitales de personas pertenecientes a colectivos en situación de vulnerabilidad, que han logrado su inserción laboral a través del espíritu de superación. La fundación fue creada en 2010 y trabajan en la promoción, impulso y divulgación de acciones orientadas a favorecer la inserción laboral de personas vulnerables o en riesgo de exclusión. Ese era el perfil que se buscaba para la corona de estos primeros premios con corazón.
Ayer, en las entrañas de la Sala BBK de la Gran Vía, se visualizó el primer veredicto de un jurado compuesto por Pedro Basarrate, Agustín Basarrate, los ya citados Javier Larrañaga y Pablo Ocaña, Alex Artetxe, Alberto García Erauzkin, Fernando Querejeta, Gorka Martínez, director general de BBK; Rosa Santibáñez e Ignacio Arostegui. Junto a los Premios Lo imposible se hizo también entrega de la distinción Memorial José Javier Arteche saria, galardón con el que se distingue a empresas con sensibilidad para dar esa suerte de oportunidades para quienes han vivido en el filo de la navaja. A su vez, el premio homenajea y mantiene vivo el recuerdo de José Javier Arteche, empresario y miembro del patronato de la Fundación Urbegi, fallecido en 2019. La empresa Draxton Atxondo, actual razón social de Fuchosa, fue acreedora a ese primer laurel. Lorenzo Martín y Marta Ratón recogieron las credenciales de su empresa.
Deténgase quien esto lee ahora en el nombre y las historias de quienes han sido capaces de hacer tangible lo imposible. Así, Asier Basterretxea Hernández decidió, a los 27 años, salir de su adicción a las drogas. Una fuerza de voluntad inquebrantable y una serie de tratamientos le permitió ponerse en pie. Hoy es responsable del equipo de almacén y logística en las instalaciones de Urbegi en Amorebieta. Irina González Zabala padece un trastorno del espectro del autismo con diagnóstico tardío. Tras una incertidumbre constante hoy trabaja con soltura como adminitrativa. Javier Pérez Pagazaurtundia es una persona con parálisis cerebral que no para quieto. Tras trabajar en el negocio familiar voló con alas propias y en 2019 fue nombrado tesorero de Aspace Bizkaia, llegando a presentarse en las elecciones municipales de Zalla. Insólito.
Testigos de todo lo vivido fueron quienes entregaron los premios –la periodista Ana Urrutia, la exjugadora del Athletic Eli Ibarra y el alpinista Alex Txikon...– en una gala gobernada por Gurutze Beitia. Lo vivieron de cercaTeresa Laespada, Lide Amilibia,Txema Villate, Kepa Erauzkin, Natxo Ruiz, Olatz Asencor, Juan Alberto González, Alex López, Amaia Artetxe, Eva García, Endika Agirre, Elena Unzueta, Laura Murillo, Mikel Pulgarín, Cristina Mendia, Sergio Corino, Soraya Durán, Gloria Intsausti y otra mucha gente que lo cree todo posible.
La primera edición de los Premios Lo imposible reconoce trayectorias de superación en la inserción laboral en la Sala BBK
La inicitativa, impulsada por la Fundación Urbegi, premia a Asier Basterretxea, Irina González y Javier López, asi como a Draxton Atxondo