La familia Rada es una de las históricas del barrio de Lizarra, una urbanización que se ubica en las laderas del antiguo poblado de Lizarra, anterior a la fundación de Estella y que hoy es un barrio más de la ciudad del Ega. El pasado jueves fue su última jornada en la tienda Alimentación Cecilia que regentaban en la calle La Berrueza. Se trata del último comercio de barrio que ahora dejan por jubilación los hermanos Lesmes y Kike y la mujer de este Mariví Díaz.
En su despedida la asociación de vecinos de Lizarra les hizo un pequeño homenaje con aperitivos, ramos de flores y música de gaitas. “Ha sido todo muy emotivo e inesperado”, aseguraba Lesmes que junto con su hermano Kike reabrieron la tienda de Cecilia Carmona en 1989 para vender los productos de primera necesidad. También aportaron a aquella iniciativa sus propios productos cultivados en las huertas de Valdelobos. “Yo creo que soy el último agricultor profesional de Estella-Lizarra”, aseguró Kike Rada, quien recordaba que en sus comienzos había por lo menos siete productores de planta y verduras en Valdelobos, una zona en la que actualmente solo hay huertas de ocio. Los hermanos Rada recuerdan que los tiempos de oro de estos regadíos llegaron con el tren donde se llevaba la planta de remolacha y tabaco hasta Vitoria.
Con todo, no renuncian a sus orígenes vinculados a una de las varias vaquerías con las que contaba Estella: “vendíamos la leche por las casas como otros muchos ganaderos. Ahora con las vacas pasa como con la tierra: si antes con diez podías vivir bien hoy con 100 no te llega para nada”, aseguraba Kike, quien insistió en que con el regadío ocurre lo mismo: “las grandes compañías son las que controlan la producción y el mercado y ellas son las que ponen los precios”.
En la despedida se mezclaban muchos recuerdos: por un lado los del mismo barrio de Lizarra donde Kike y Lesmes crecieron: “vivíamos jugando en la calle y nadie nos molestaba, solo el carro de mi padre, el burro de Pío o el caballo del Carcarés; y de vez en cuando pasaba algún coche”. Ahora el tráfico constante es uno de los problemas de un barrio que solo cuenta con una estrecha vía por la que pasan cientos de vehículos al día y en el que el funcionamiento de los ascensores públicos son vitales para que los vecinos puedan salir de sus casas situadas en los alto de la ciudad.
En estos 33 años de experiencia la población de Lizarra ha menguado y envejecido “antes estaban todos los pisos habitados y además en cada uno de ellos había familias de 5 o 6 personas, ahora aquello ha pasado y apenas hay una o dos personas y en muchos casos mayores”, aseguraba Lesmes.
Mariví Díaz es la tercera parte de este negocio familiar. Lleva desde 1990 incorporada a la empresa familiar con su marido Kike. Recuerda muy bien la gran parte de los niños que nacieron ese año en Lizarra y que ahora cuentan ya 32 años. También se acuerda de los históricos del barrio, vecinos y vecinas muy populares que daban personalidad y vida a esta zona de Estella “y que eran auténticos de Lizarra”. No quiere dar nombres aunque a Mariví le vienen muchos a la memoria, “ha pasado por esta tienda mucha gente y muchos de aquellos vecinos ya no están con nosotros”, recordaba con resignación Díaz. Porque si algo ha significado Ultramarinos Alicia para el barrio es que fue durante décadas un lugar de reunión en el que sabía la hora a la que iba a venir la mayoría de los vecinos “y si van a fallar, te avisan”, recordaba Mariví, quien aseguraba que seguirá visitando la tienda que ya regenta Rosa Aramendía: “vivo arriba y no se me ocurre otro sitio mejor para comprar. Un sitio al que le tengo mucho aprecio y en el que he trabajado muy a gusto gracias a la gente” finalizó Díaz. Su cuñado Lesmes también se mostró muy emocionado por la despedida de sus vecinos y clientes y defendía la importancia de este tipo de tiendas de cercanía por humanización y proximidad, lo que permite dar un buen trato a la gente. Un tipo de comercio sostenible en el que además, “se compra lo imprescindible y la gente no tiene que tirar nada porque cada vez compra lo que necesita”. Aseguró Lesmes.
La familia Rada eligió el último día de noviembre para ceder su negocio, un momento especial al tratarse de la festividad de San Andrés, patrón de Estella-Lizarra. “Me acuerdo hoy de tanta gente que me enseñó muchas cosas porque esta tienda siempre fue un centro de reunión entre los vecinos”, recordaba Lesmes.
Con el sabor del homenaje de sus vecinos y con la impresión de una misión cumplida Kike Rada se despedía también con nostalgia: “me da pena porque me siento como el último mohicano de los agricultores de Estella pero ahora ha llegado el momento y animamos a los vecinos a que sigan viniendo a la tienda para que el barrio siga manteniendo el servicio”, finalizó Rada.