The Dealers es una de las pocas bandas punteras vascas de la escena sixties que sigue merodeando todavía hoy. Curtidos en el garaje, rythm and blues y la psicodelia, pronto hallaron una identidad muy marcada, un sonido definido y una estética determinante. Con Tabula Rasa, su segundo LP en casi una década, la formación gasteiztarra ha dado varios pasos al frente. Sin dejar de ser una banda de rock and roll tocado por la varita de la mágica década de 1960, se han liberado de algunos corsés estilísticos, se atreven con un tema en euskera y firman el trabajo más libre y heterodoxo de su carrera. Dentro de unos límites, por supuesto. Una banda diferente y muy reconocible a la vez, que sigue echando humo en sus actuaciones en directo espoleados por una harmónica que parece tener vida propia. La última vez que Al Sampedro (voz, harmónica), Mikel de Quintana (voz, guitarra), Óscar Arribas (batería) y Juan Luis Gómez (bajo) se subieron a un escenario fue el sábado 28 de diciembre de 2024 en casa, en la sala Hell Dorado. Con un nuevo disco bajo el brazo, se prevén más conciertos de estos renovados The Dealers.
El anterior LP se titulaba Serendipic Breakfast (2015) y este segundo Tabula Rasa. Pero ni aquellas canciones fueron un hallazgo casual ni en este parten de cero después de más de 15 años de trayectoria. ¿Hay una predisposición a jugar a despistar al oyente?
-No pretendemos jugar a nada de eso. En Serendipic Breakfast el concepto de serendipia llevaba un tiempo flotando a nuestro alrededor y dejamos que el disco se empapara de esa idea, también porque estaba afectando a nuestro momento vital. Y como era nuestro primer LP, le añadimos la palabra breakfast. En el caso de Tabula Rasa, la intención primigenia era hacer algo que rompiera totalmente con la tendencia y los sonidos que llevábamos haciendo en los últimos años; veníamos de editar unos cuantos singles, que tenían una intención más directa, más in your face y para la pista de baile y ese tipo de cosas. Pero en esta ocasión, un poco como en el anterior largo, nos dejamos impregnar por el cambio vital que estábamos experimentando, que era muy acorde con el título del disco, y decidimos que había que explayarse más, en estilos, letras, etc.
¿Buscaban algo en concreto?
-Queríamos divertirnos y al mismo tiempo pintar el lienzo con muchos más colores, saliéndonos cuando hiciera falta de la fórmula sixties y demás. Un largo te permite hacer una obra mucho más rica y completa, desmarcándote del estilo preestablecido si es preciso, ser más auténticos y romper con los clichés.
Los grupos de corte sixties y rock and roll de la península suelen optar por grabar en los estudios Circo Perrotti de Gijón por toda su cacharrería analógica y demás. ¿Esta vez la idea fue quedarse en casa y probar a ver qué tal salía el experimento?
-En Perrotti hemos grabado y, en efecto, es un lugar maravilloso para conseguir los sonidos y ambientes sixties, pero en esta ocasión pretendíamos darles cierto aire contemporáneo a nuestras canciones; con un pie en 2024 pero manteniendo siempre las raíces. Por ello, decidimos cambiar la fórmula de grabación y mezcla. Una vez grabado el material en Vitoria, lo mandamos a Zaragoza donde se terminaron de arreglar y mezclar los temas; Javi Carasueño, un tipo muy versado en los sonidos de los noventa y dos miles, nos ayudó con su buen hacer, a dotar al disco de todos esos matices que se requerían para lograr nuestro propósito. También añadió muchos arreglos de teclado que acabaron de redondear el disco.
Este es un álbum variado en temáticas y estilos. Por ejemplo, se pasa del humor de Vegano quiero ser a las delicadas cuerdas de Once upon a time. ¿Hasta qué punto querían salirse de las clásicas coordenadas de lo que se espera de un grupo como The Dealers?
-Además de hacer un disco honesto que sonara actual sin renunciar a nuestras influencias, teníamos la intención de abrir nuestro campo sonoro con las posibilidades que te ofrece un larga duración, en el que tienen cabida muchas más cosas que en un directo o un single. Era una oportunidad para desplegar un abanico mucho más extenso creativamente, y la intentamos aprovechar al máximo.
Hay temas de apenas un minuto (Garai bitxi bitxiak, Capitán balcón), cantan en tres idiomas distintos, letras con tintes surrealistas y, como dicen en Mi carrusel, todo fluye alrededor. Se han tomado unas licencias creativas y libertades artísticas que hubieran sido impensables en un single o un EP.
-Lo que más nos gusta de los discos es que te puedes explayar a gusto, tanto ampliando tu imaginario musical como elaborando una obra más rica temática y líricamente. Decidimos crear una obra semiconceptual en la que, aprovechando el formato del vinilo, las canciones relativamente más convencionales de la cara B fueran ligadas por delante y por detrás, casi sin pausa, por pequeñas piezas sin desarrollar de apenas un minuto, que sirven de interludio y tienen un aire más experimental. En la mayoría de las ocasiones, estos temas también tienen bastantes dosis de sentido del humor. Se decidió que todas estas composiciones estuvieran cantadas en castellano, salvo una en euskera, y con las que se compone una galería de personajes.
Salvando las distancias, parece que han seguido un poco la filosofía de los cántabros Los Estanques: otra banda influenciada por los 60 y 70, pero que luego hacen un poco lo que les da la gana.
-Precisamente, Los Estanques nos han influido bastante, porque sí que es una banda que ha ido poco a poco haciendo su propia propuesta, sin necesidad de seguir todos los patrones de esa época, ni caer en sus clichés. En este disco también pretendíamos hacer una cosa personal sin fijarnos mucho en lo que espera la gente de un grupo como el nuestro. Hemos mamado mucha música de muchas épocas y géneros durante muchos años, asimilando todo lo que nos valía para enriquecer nuestro espectro musical, y de todo ello se nutre este larga duración. Es algo más intuitivo que intencionado.
El disco se cierra con Me convertí en un gusano, otro tema que se sale de lo común en el universo sonoro de The Dealers y que parece un homenaje a La Metamorfosis de Kafka. ¿Hay algún político que salvarían o por el contrario piensan que todos merecen convertirse en gusanos?
-Creemos que ya están todos convertidos, no hay nada que hacer con ellos.
Acabaron el año presentando el disco a la hora del vermut en Hell Dorado. Tal como están las cosas, ¿es esta sala la resistencia rock and roll en la ciudad?
-Hell Dorado siempre ha sido y continúa siendo un referente muy sólido en el panorama rock and rollero de la ciudad; aunque no es el único, ahora mismo hay otras propuestas de pequeño formato como el Abisinia o el Parral, entre otros, que también tienen su voz en Gasteiz.
En su momento, Gasteiz fue un punto de encuentro sixties y mod en Euskal Herria. ¿Se ha renovado la escena o se ha quedado anclada en los años 90 y primeros 2000?
“ Nacimos siendo una isla en nuestra tierra ”
-La escena de la que hablas pasó a la historia hace mucho tiempo, no solo en Vitoria, diría que en la mayoría de los sitios. En Gasteiz se han mantenido los Allnighters, nosotros y alguna banda de reciente formación como los Dead Sequoia. Nacimos siendo una isla en nuestra tierra y siempre hemos ido un poco a nuestro rollo.