En su análisis posterior al partido con Osasuna, Ernesto Valverde insistió en afirmar que el equipo se encuentra bien, en un buen momento, con sensaciones positivas. Pese a conceder que “algo” le falta (aunque “ya lo encontraremos”) y lamentar que habiendo jugado lo suficiente para amarrar el triunfo este no llegó, se le vio muy interesado en dejar claro que está tranquilo a la vista del comportamiento de sus jugadores. Restó trascendencia a los empates sin goles registrados en las dos últimas jornadas, el de San Mamés y el del Villamarín, e idéntica postura mantuvo cuando se le apuntó que el Athletic ha descendido tres posiciones en la clasificación y en la actualidad no ocupa plaza continental.
En efecto, en pleno enero no es grave ser séptimo, menos todavía si el cuarto, Betis, solo posee dos puntos más y el quinto y el sexto, Atlético de Madrid y Villarreal, uno más. Por supuesto que el panorama debería ampliarse para obtener una visión más ajustada y constatar que detrás del Athletic aparecen Osasuna, Rayo y Mallorca con desventajas asimismo cortas. La preocupación puede nacer del hecho de que los dos próximos compromisos pueden marcar tendencia porque toca enfrentarse sucesivamente a Real Sociedad y Real Madrid. Al margen de los resultados ajenos, la conveniencia de puntuar en ambas o en alguna de estas citas se antoja capital para no perder comba en la carrera por meterse en Europa.
El conjunto dirigido por Imanol Alguacil, hoy tercero, luce una trayectoria muy firme, con media docena de derrotas después de 25 partidos disputados, no habiendo recibido gol en la mitad de los mismos. A su vez, el Madrid no puede considerarse enemigo directo porque sencillamente es segundo con doce puntos más que los rojiblancos y persigue el título.
Se trata en definitiva de equipos que están demostrando hallarse en un plano superior al Athletic. La tabla no miente, ni lo que transmiten en la mayoría de sus actuaciones. De ahí que, así como las igualadas con Betis y Osasuna dejen un poso más amargo que dulce, la opción de encadenar otros dos empates en este par de cruces inminentes hasta podría darse por buena. Seguro que Valverde preparará a sus hombres para que salgan en pos de la victoria y huelga añadir que se celebraría ganar uno y perder otro. La derrota en plural sí que haría daño. De darse la peor de las hipótesis se empezaría a revisar lo realizado previamente y habrá material para empezar a cuestionarse la viabilidad de acabar la temporada en la zona noble.
Si se mira hacia atrás, desde mediados de octubre en adelante, los números indican que el Athletic ha experimentado una bajada en sus prestaciones. Justo antes de esas fechas, firmó un pleno al superar a Elche, Rayo y Almería, lo que le permitió colocarse tercero. Es evidente que la bondad del calendario que englobaba las primeras siete jornadas facilitó la tarea. Ello no resta mérito al trabajo, el equipo compitió adecuadamente para corroborar lo que los pronósticos anticipaban. Pero entonces ocurrió que el nivel de los contrincantes subió y la cadencia de puntuación se resintió.
Si en las siete primeras jornadas sumó dieciséis puntos, en las nueves posteriores han sido diez solamente: victorias contra Villarreal y Valladolid, empates contra Sevilla, Getafe, Betis y Osasuna, y derrotas con Atlético de Madrid, Barcelona y Girona. Un dato más que subrayaría la inercia a la baja sería el de los goles: dieciséis a favor y cuatro en contra en el primer tramo; ocho a favor y diez en contra, en el segundo.
De acuerdo que son fases diferenciadas en gran medida por la entidad de los adversarios, pero tampoco la visita a un Sevilla sumido en una profunda crisis o los desplazamientos a Getafe y Girona son calificables como empresas que entrañen una complejidad extrema. Ni Osasuna posee un potencial excelso. Son candidatos a concluir en la parte media de la clasificación.
La lectura optimista de Valverde tiene un pase por dos razones. Por un lado, el Athletic continúa opositando al éxito en la mayoría de los encuentros, pese a que le esté costando conseguir marcadores favorables. O sea, que no se ha caído ni emite síntomas de depresión, solo que ese “algo” que le falta se está traduciendo en peores resultados. Y básicamente ese “algo” que se echa de menos es, parafraseando al técnico, “tranquilidad en el último momento para decidir bien”. El segundo argumento que avalaría la declaración de Valverde sería que es un mensaje dirigido al exterior, a los aficionados. Hay que suponer que de puertas para adentro, en el vestuario, manejará conclusiones distintas, conceptos que no se deben airear, reflexiones orientadas a articular aquellas correcciones y retoques que hoy reclama el comportamiento de sus futbolistas.