La era Jon Uriarte al frente del Athletic ya está en marcha. La madrugada del sábado se alargó la fiesta que montó en el pub Molly Malone la candidatura Izan Athletic, que sorprendió en los comicios del viernes con una victoria más apabullante de la esperada y que puede marcar un antes y un después para la entidad bilbaina. Uriarte, su equipo, sus colaboradores y sus más acérrimos seguidores tenían motivos suficientes como para celebrar por todo lo alto su éxito, pero el día después, el de la resaca electoral, al nuevo inquilino de Ibaigane le toca ponerse el mono de trabajo al frente del club consciente del reto mayúsculo que tiene ante sí y no defraudar a los casi 11.000 socios que han depositado su confianza en el candidato más joven que concurría a una elecciones que pasarán a la historia, entre otros matices, por el hecho de celebrarse por primera vez en San Mamés, que superó con creces la prueba del algodón en torno a la organización de una cita de este alcance y en el que participó poco más del 58% de la masa social athleticzale. Uriarte y su equipo, con todo, se han querido tomarse un pequeño respiro después de una campaña tan larga y agotadora y no será hasta este lunes cuando la nueva Junta Directiva se ponga manos a la obra en toda su intensidad.
El sucesor de Aitor Elizegi, el presidente número 33 en la historia del Athletic, asume los frentes en los que tiene que entrar a pocas fechas de que el equipo que volverá a entrenar Ernesto Valverde en una tercera etapa (al igual que en su momento lo hicieran Iñaki Sáez y Javier Clemente) inicie la pretemporada y con quien tiene que cerrar el proyecto deportivo de cara a una temporada en la que el objetivo principal se centra en retornar a una competición europea tras un lustro de ausencia, sin descartar llegar lo más lejos posible en la Copa. Se trata, por tanto, de fortalecer una plantilla ya de por sí numerosa, que supera la treintena de integrantes a la espera de conocerse a lo largo del verano los posibles descartes y cesiones, por lo que el foco se pondrá en los despachos.
Así las cosas, el primer asunto que Uriarte debe afrontar es sentarse con Iñigo Martínez, el león más valioso del pasado curso, para negociar su renovación, un proceso que se presenta expectante por el hecho de si el nuevo presidente será determinante en su promesa electoral de negociar contratos por objetivos. Uriarte, además, tiene que atar a un director deportivo después de presentar y descartar pasadas unas horas al mexicano Carlos Aviña a causa de sus famosos tuits con contenidos homófobos, machistas y racistas. El propio Uriarte negó la misma noche electoral que hubiera pensado en Ramón Planes u Óscar Perarnau, los elegidos por Ricardo Barkala e Iñaki Arechabaleta, respectivamente, para ese cargo.
La vertiente institucional constituye otra de sus obsesiones, sobre todo cuando ha recalcado durante la campaña el mensaje de la transformación del Athletic, que le ha dado un buen puñado de votos a la espera de visualizar la ejecución de un plan de buenos deseos. Uriarte parte de la base de que estas elecciones no deberían suponer ni "conflictos ni fractura social" y para ello cuenta con la colaboración de los dos perdedores en las urnas, que han expresado su intención de ponerse de lado. Como suele ser tradición, el nuevo mandatario rojiblanco dispondrá de los pertinentes cien días de cortesía, precisamente hasta que en octubre se examine ante la Asamblea con la presentación de su primer presupuesto.
La gestión de la herencia que deja Elizegi ocupa también un hueco relevante en su hoja de ruta, ya que le tocará dar forma a los nuevos Estatutos Sociales, que ya apoyó con anterioridad a su votación en su condición entonces de precandidato, gestionar la Grada Popular de Animación que tanta polémica ha levantado especialmente entre los damnificados, maximilizar los recursos de Lezama, llegar a los 30 millones de euros anuales en ingresos atípicos, defender los intereses del club en LaLiga y en la Federación Española de Fútbol... Una colección de desafíos deportivos, económicos e institucionales más allá de las vacuas proclamas electorales.