¿Hace falta en Donostia un comedor social?
Esa misma reflexión nos hicimos tras el confinamiento, con una situación en la que la hostelería estaba cerrada o limitada por la pandemia. Entonces comenzaron a acudir al SMUS, si bien muy de vez en cuando, personas que nos decían que tenían hambre. A partir de julio de 2020 comenzamos a analizar las necesidades alimenticias de estas personas sin hogar. Se inició así el reparto de 32 bolsas de comida semanales. Además, disponemos en Intxaurrondo de otro programa de reparto para personas que suelen ser más reacias a acudir a los servicios sociales. Son 54 menús más.
¿Recursos suficientes?
Sí. Además defendemos un modelo diferente, a pesar de que sea más complicado de gestionar. Se trata de dar la oportunidad a personas de calle para que puedan ir a lugares a los que vamos el resto de la población. No hacer algo segregado. Cubrir necesidades básicas pero en una situación lo más normalizada posible. Me refiero a bares que dan comidas, el programa Otorduak, un modelo de atención que ha permitido cubrir 60 plazas. Se trata de un servicio que se está utilizando al 70% y que hasta ahora no ha tenido lista de espera. Queremos analizar ahora el nivel de satisfacción.
¿Y cómo explica que haya una red de voluntarios, cada día más grande, cocinando en sus hogares para las personas sin hogar?
Me parece muy bien que exista una red de voluntarios. Está muy bien que la gente tenga ganas de ayudar a quien lo necesita, pero creo que los servicios sociales no se pueden dejar en manos de la buena voluntad.
¿Qué quiere decir?
Que hoy en día una trabajadora social, un educador social, tienen que cursar unos estudios. Cuando se habilita un dispositivo, ya sea del tercer sector o de la Administración, hay por detrás un equipo de profesionales que valoran un montón de circunstancias. Es algo que se repitió por activa y por pasiva a quienes decidieron poner un punto de reparto de comida en Egia. No es nuestro modelo, a pesar de lo cual nos brindamos para hacer de puente entre diferentes asociaciones para reconducir las cosas. Hay que tener en cuenta que el impacto de este tipo de iniciativas en el entorno es muy importante y se puede volver en contra de las personas a las que pretendes ayudar. Yo tampoco soy del ámbito social, llevo casi ocho años, pero tengo un respeto tremendo. A nadie se le ocurre ponerse a cavar zanjas por su cuenta en una ciudad para canalizar el agua. Si en otros ámbitos nadie permitiría que personas sin cualificación intervengan, ¿por qué en el ámbito de lo social sí?
¿Pero acaso no responde a una necesidad que no está cubierta?
No voy a decir que no haya necesidad, pero hemos ido respondiendo con un número creciente de recursos, con ayudas económicas para que la gente pueda comer. Además de las plazas de reparto de comidas, 246.500 euros en Ayudas de Emergencia Social (AES) en 2021 para manutención, y otros 154.000 euros en la misma dirección, en ayudas municipales. Son 368.514 comidas y cenas en los diferentes recursos durante 2021. El esfuerzo se está haciendo. Creo que es necesario ir de la mano. Encauzar las buenas prácticas, pero sin ir por libre en una esquina. Hace falta diálogo, porque hasta ahora no ha sido así. Las cosas hay que diseñarlas con profesionalidad, de lo contrario se corre cierto riesgo. No hay más que ver cómo mira un sector de la población a todo un colectivo en ciertas zonas de Donostia. Es algo que complica el abordaje con ciertos colectivos.