Al ser el silencio un elemento común del abuso sexual a menores, los síntomas que delatan estos casos pueden ofrecer una valiosísima información para atajar cuanto antes la violencia. “Es fundamental que profesionales y familiares sean conscientes de ello”, alerta el informe Ojos que no quieren ver, elaborado por la ONG Save the Children.
Aunque los síntomas pueden variar enormemente de una víctima a otra, conviene tener en cuenta indicadores de comportamiento como, por ejemplo, que los niños y niñas duerman vestidas con ropa de calle o muestren conocimientos sexuales sofisticados o inusuales para su edad.
Otras señales de alerta pueden ser que los menores se encojan defensivamente al más mínimo tocamiento, que baje repentinamente su rendimiento académico, o que surjan problemas con la asistencia a clase o a los entrenamientos.
Existen también indicadores físicos. Entre ellos, el dolor, sangrado o secreción genital o anal inexplicable o persistente, rascados, erosiones, contusiones y hematomas en la zona genital, anal o en los senos.
En el caso de los adolescentes, según describe el estudio, pueden ser señales a tener en cuenta cuando la víctima grita sin mediar provocación o daño, se muestra apática o depresiva, o bien sufre fatiga crónica. La desconfianza marca el desarrollo vital y las relaciones sociales que estos niños y niñas tendrán en el futuro. El informe resalta que es posible que sea recurrente para el resto de sus vidas el pensamiento de estos menores de que quien se relaciona con ellos y ellas lo hace por interés o por hacerles daño.