La confirmación de Boney M. por parte de la comparsa Gogorregi fue una de las últimas sorpresas previas a Aste Nagusia. La pregunta fue ¿con qué formación? Después de celebrado su concierto, que petó la txosna bilbaina con la asistencia de miles de personas, seguimos sin responder a ella. La franquicia actual del grupo se presentó, sí, pero el sonido se quedó tan corto ante el gentío que fue imposible identificar sus nombres. Eso sí, la gente coreó y bailó clásicos del sonido disco como Daddy Cool, Ma Baker o Rasputin ajena a la controversia, dándolo todo y entre risas. “El otro ‘daddy cool’ enseñaba más chicha”, oímos en la salida del cuarteto al escenario.
En el calentamiento sonaba Mi gran noche, de Raphael, mientras intentábamos –sin éxito– conquistar un buen lugar para el concierto. Fracaso absoluto. Quien llegó justo de tiempo lo tuvo imposible. La txosna se petó y nos tocó en suerte una posición lateral y alejada, entre un gentío festivo y hablador, claro. El tráfico humano era intenso cuando el cuarteto salió al escenario. Nuestra primera pregunta fue cómo alguien que ha vendido más de 150 millones de copias y logrado 15 Discos de Oro acaba en una txosna –gracias al esfuerzo de Gogorregi, que conste–, en lugar de uno de los escenario principales festivos.
Nombre de culto de la música disco de los 70 y 80, Boney M. siempre fue un grupo prefabricado, creado de la nada por el productor alemán Fran Farian, que eligió a modelos y cantantes a su gusto para aprovechar el tirón discotequero de la época. Listo como pocos, lo logró. El tipo se sacó después de la manga a Milli Vanilli, que solo ponían la imagen, por lo que los Boney M. actuales son una mera franquicia de la que nadie ofrece datos ni información.
El cuarteto que visitó Bilbao empezó con la conocida Sunny, clásico compuesto por Bobby Hebb. La identifiqué porque la gente coreó el final de su estribillo: “sunny, one so true, I love you”. Sin su ayuda, imposible. Alejadísimo, atisbé a lo lejos al cuarteto: tres mujeres con gorras vestidas de rosa, amarillo y azul, y un tipo de color con pelucón rizado.
A mi lado, primera queja de una señora a su pareja. “No te quejes, cojones, para lo que ha costado la entrada…”, le respondía mientras sonaba Daddy Cool y avanzábamos unos pasos hacia el escenario. Allí no había músico alguno. “Mira, como Rosalía”, escuché al progresar algunas posiciones. El que no se consuela...
ESTILISMOS DE LAS CANTANTES
Entre las básicas coreografías de las tres cantantes, la veterana de amarillo y con mejor voz, cobró protagonismo el baile del miembro masculino, acotado en un espacio pequeño y más comedido que el original, Bobby Farrell, fallecido en 2021 en Rusia. “Me gustaba más cómo vestían antes y él lleva mucha ropa. El otro enseñaba más chicha y salía con el torso desnudo”, oí a una veterana crítica. En mi puesto el sonido era infame, escaso y uniforme. Sin rastro de los clásicos violines del grupo, se imponían los graves de Ma Baker, entre los “mamamá” del respetable.
“Que no se te oye”, acertamos a escuchar mientras seguíamos avanzando. Labor de zapa, usando codos. Periodismo de guerrilla. Y no fue fácil con la gente entregada al baile con otro clásico, Rasputin, que Boney M., en años de plenitud, llegó a cantar en la Plaza Roja de Moscú. En Bilbao, el miembro masculino se desató con las habituales sentaditas y patadas rusas, y cantó, al contrario que el original, que solo hacía playback. Eso sí, apenas se le oyó. Su voz grave quedaba apocada por la sonorización baja de su micrófono, así que optó por las poses sexy, a lo stripper.
FIESTA Y VACACIONES
Ya casi a su altura, en un lateral, cercano a los baños químicos, oíamos cómo la veterana cantante enseñaba al público los “lalalás” de Brown girl in the rain. Mientras algunos lo daban todo, una pareja de homosexuales franceses seguían acaramelados Hooray! Hooray! It´s a holi holiday, con sus ecos caribeños lejanos. Otra de sus muchas canciones sencillas, rítmicas, de estribillos fáciles y respuestas inmediatas. Ideales para tiempos de fiesta, vacación y bailes. Y sudor, mucho sudor mientras culminaba la operación de acercamiento.
Olía a choto y a orín, pero mientras un jubilado se preguntaba “¿de verdad son ellos?”, la gente no paraba, entregada a los coros de Belfast y el ritmo disco de Painter man, una de las menos conocidas de la velada. “We love you Bilbao”, nos llegó desde el escenario mientras se escuchó un retazo de Ritmo de la noche antes de que nos mecieran con el reggae de No woman no cry. Si Bob Marley levantara la cabeza… Ya más cerca, empezamos a escuchar los violines de sus canciones, a apreciar las voces empastadas en Gotta go home y a apreciar la camisa transparente de él mientras el móviles, las palmas y los brazos al aire se disparaban con Rivers of Babylon.
FRENESÍ TOTAL
Hicieron un amago de irse con esta adaptación gospel que alude a Zion, pero siguieron con la repetición de Rasputín y Daddy Cool, con él bajando entre el público antes de que sus compañeras simularan abatirle con pistolas imaginarias y una coreografía a lo Ángeles de Charlie. Encaramada a una farola, una señora pidió El Lute, pero un selfie del cuarteto desde el escenario acabó con la entrega, con la marabunta sudorosa y satisfecha poniendo rúbrica a la imagen.
Antes, se presentaron, pero volvimos a casa sin saber si la cantante madura era alguna de las vocalistas originales: Lizz Mitchell, Marcia Barrett o Maize Williams. A la gente le dio igual… siguió el frenesí con Mamma mia, de ABBA, disparado por el Dj de Gogorregi.