A las 11.00 horas, un bebé de un mes se subía al primer taxi en un centro comercial a las afueras de Varsovia. Dormido, sin ser consciente de lo que dejaba atrás. Su madre, entre lágrimas, sí lo sabía. Los 68 taxistas de Madrid que lo han hecho posible no daban crédito: "Los pelos de punta", cuentan.
"Lleva todo el viaje dormidito, como si no pasara nada", señala a Efe José Miguel Fúnez, miembro de la Federación Profesional del Taxi y uno de los precursores de la caravana de unos treinta taxis que partió el viernes de Madrid hacia Polonia para llevar medicinas y artículos de primera necesidad y trasladar al Estado español a 135 ucranianos.
Ni el estar una semana sin cobrar ni los 2.800 kilómetros les han disuadido de la que es ya "la mejor carrera de su vida", la más humana y la que "ninguno olvidará jamás", cuenta José Miguel, emocionado desde que a primera hora de este lunes llegaron al punto de encuentro, un centro comercial a 25 kilómetros de Varsovia.
Allí esperaban los refugiados, ya organizados gracias a la embajada de Ucrania en el Estado español y una ONG polaca. Aparcan los taxis, esperan y entonces empiezan a salir del pabellón. Imposible contener las lágrimas. Ninguno. Los refugiados por la solidaridad. Los taxistas porque justo en ese momento comprenden la magnitud de su viaje, "al darse cuenta de lo que habían hecho", explica José Miguel.
"Eran ellos los que según salían nos aplaudían a nosotros", relata Marta, una de las taxistas que ya está de vuelta a Madrid, adonde tienen previsto llegar el jueves por la mañana tras tres jornadas maratonianas de 800, 1.400 y 600 kilómetros en tres días.
Los sentimientos son encontrados: "Buenos porque hemos llegado y vas a recoger a la gente pero también son malos por la gente que se queda allí, me ha dejado sin palabras y con los pelos de punta".
Ella habla a título personal aunque también en voz alta. Eso dice José Miguel, mientras relativiza por teléfono los problemas diarios que tienen aquí en el Estado español al ver a estas personas que lo han perdido todo, que no tienen qué comer ni dónde moverse.
"Cuando llegas aquí realmente ves lo que es un problema. Nuestros problemas son solucionables y pese a ello estamos siempre cabreados. Pero un problema es el que tiene toda esta gente", dice, impresionado al ver "cómo se subían a los taxis y no se querían bajar". "Ahí comprendes todo".
El camino de vuelta
camino de vuelta a MadridEl traslado de estas personas era el objetivo principal pero no el único de esta misión humanitaria. Anoche, nada más llegar a Varsovia, los taxistas descargaron los 25.000 kilos de material que habían traído en sus vehículos, con los asientos doblados y cargados hasta arriba. Todo adquirido gracias a donativos y a la solidaridad ciudadana.
Es el contenido que cabe en un tráiler, dicen, que descargaron 68 personas en apenas hora y media formando una cadena humana. Cansados por el viaje y por dejar el material, apenas pudieron dormir, conscientes de lo que hoy se iban a encontrar: 135 personas, entre ellos tres bebés. Su sonrisa solo hizo acto de presencia cuando se subieron a los taxis, "al ver que ya lo tenían hecho", añade. Entonces, un taxista le comenta a un compañero: "Soy el tío más feliz de la tierra". Y ya están pensando en regresar.