ESTÁN de vuelta los teléfonos no inteligentes. Sí, los de toda la vida, los que tenías con Euskaltel a comienzos de los 2000. En España, las búsquedas en Google por estos dispositivos se duplicó entre 2018 y 2021. Las unidades vendidas, han pasado de 400 a 1.000 millones en todo el mundo. Según Deloitte, en Reino Unido, 1 de cada 10 teléfonos ya no son inteligentes. Podemos identificar estos dispositivos por aquellos que no vienen equipados con capacidades de instalar apps y los que no tienen fácil acceso a Internet. En definitiva, me refiero al Alcatel One Touch Easy o el Nokia 3310 con el que enviabas SMS a tu novio o novia.
“ La dopamina se libera en el momento en el que se observa la señal, no cuando recibe la recompensa. Se demuestra así que la dopamina actúa sobre la anticipación de la recompensa ”
La gente se ha dado cuenta que no es oro todo lo que reluce en esta era digital. La salud mental y las redes sociales adictivas son la explicación de todo ello. Varios estudios han demostrado que algo más del 75% de los empleados usan las redes sociales mientras están en el trabajo. ¿Por qué caemos con tanta facilidad? ¿Y por qué nos cuesta salir de ahí? En una reciente investigación liderada por las profesoras Kaitlin Woolley y Marissa A. Sharif, identifican tres factores clave: (1) la cantidad de consumo ya hecho previamente; (2) la similitud con lo visto anteriormente; (3) la forma en que se consumieron. En otras palabras, si te expones constantemente a contenidos similares, repetitivos y relacionados, tienes difícil salir de ellos. Justo son los tres factores sobre los que están diseñados los algoritmos de redes sociales. Por eso somos adictos al scrolling (esa sensación de ir bajando y bajando sin más fin).
La Caja de Skinner es un famoso experimento del psicólogo del mismo apellido. Se trataba de una caja que daba una recompensa. Cuando el resultado no era predecible, sino variable, la adicción era mayor. Es lo mismo que ocurre en las redes sociales. Cuando entramos, no sabemos si tendré decenas de comentarios agradables sobre lo bien que me van las cosas, o nadie habrá siquiera reaccionado a mi última publicación. Las máquinas tragaperras de toda la vida funcionan así: luces que emiten la señal de cuándo actuar, una palanca para intentar conseguir la recompensa y un premio emitido de forma variable.
Dopamina y recompensa
Contra esto es difícil luchar. Son los efectos de la dopamina, que es el neurotransmisor que liberan estos sistemas de recompensa variable. La dopamina se libera en el momento en el que se observa la señal, no cuando recibe la recompensa. Se demuestra así que la dopamina actúa sobre la anticipación de la recompensa; por eso las notificaciones de las redes sociales son tan adictivas. Hacemos el esfuerzo de entrar a la red social, liberando energía, sintiéndonos bien por ese esfuerzo, porque la recompensa va a merecer la pena.
Vaya agobio todo esto. Energía, trabajo, liberación, etc. Una vida rodeada de notificaciones y aplicaciones tratándonos como adictos, nos tenía que cansar. Es quizás lo que nos esté pasando a muchos. Si le sumamos la cada vez mayor conciencia de la sociedad con estos temas, tenemos la combinación perfecta para que las cosas cambien. Estoy valorando seriamente volver al 3310 de Nokia. Fue el mejor móvil que nunca tuve. El mayor entretenimiento era una serpiente que se movía por un laberinto (algo así). Nunca me gustaron los politonos, así que tampoco me sentí estafado por ahí. Llamaba y escribía algún SMS. Siempre he sido muy romántico de la conversación en persona.
Pero os confieso que lo que más me cuesta para dar el paso es la defenestración social a la que me debería someter. La vida pivota en la inmediatez, en esas cajas de Skinner que WhatsApp o Instagram (entra otras) nos han construido. O hacemos el cambio de forma colegiada al 3310, o los que demos el paso debemos tener cierta distancia con lo que otros piensan de nosotros. Porque hay que exponer cierta valentía social para decir que preferimos la serpiente a WhatsApp.