Convertirse en futbolista profesional es cumplir un sueño; coincidir con tu hermano en el mismo equipo compartiendo césped es un sueño de siguiente nivel; disputar una final junto a tu hermano defendiendo los mismos colores es el sueño máximo. Los hermanos Williams lo han logrado en la final de la Supercopa, para regocijo de unos padres que contemplan con orgullo a sus hijos. No obstante, no todos los sueños se cierran con finales felices. Como jugadores de ataque que son no tuvieron impacto en la faceta ofensiva.
El listado de hermanos que han coincidido sobre el terreno de juego vistiendo la camiseta del Athletic se elevó a una docena con la irrupción de los Williams. Anteriormente compartieron césped los Silva Abaitua, Belauste, Sena, Unamuno, Arana Mendivil, Etxebarria Usasola, Eguren Goiri, Arieta, Gainza, Rojo y Salinas, según recuerda Adurizpedia. El último antecedente se dio en 1986, precisamente con los Salinas, los que a su vez son los últimos hermanos que habían disputado una final con el Athletic, lo que ocurrió en 1985. Un dato que da cuenta de la dificultad de lograr lo que han conseguido los Williams, quienes además se han ganado un peso específico en la plantilla. Y el particular contexto de la Supercopa les ha convertido en distinguidos para el club bilbaino.
El incombustible e invulnerable Iñaki Williams (15-VI-1994, Bilbao) lleva casi seis años sin perderse un partido de liga, un récord histórico. Su espectacular gol por la escuadra en la pasada final de la Supercopa dio el título al Athletic. Su velocidad y capacidad para jugar al espacio son sus principales virtudes, pero ante el Madrid no gozó de márgenes para correr principalmente por la propuesta táctica rival. Marcelino le escogió de la partida en la punta del ataque para cumplir su partido número 318 con la camiseta rojiblanca.
Nico Williams (12-VII-2002, Iruñea), primer nacido en el Siglo XXI en jugar en el primer equipo, es una estrella en ciernes. El futuro del club pasa por sus botas. A sus 19 años es la prueba tangible del valor de la factoría de Lezama. Es motivo de esperanza e ilusión para la parroquia athleticzale. El gol que certificó la remontada en las semifinales de la Supercopa frente al Atlético de Madrid –después de estrenarse como goleador con un doblete en la Copa– elevó su relevancia en la plantilla, donde aporta frescura, descaro, capacidad de desborde e imaginación, virtudes que no brillaron en Riyadh. Pese a sus últimas actuaciones, Marcelino decidió que aguardara en el banquillo para incorporarle con sus dotes de revolucionario y alcanzar las 25 comparecencias con el Athletic. El revulsivo no tuvo efecto. Al menos, no el deseado.
La final se descorchó con un interesante autopase de Iñaki, que buscó el espacio como acostumbra. Lo mismo sucedió en el minuto 11, protagonizando la primera gran ocasión para el Athletic. Recibió un pase en profundidad de Oihan Sancet y trató de cruzar el esférico ante Thibaut Courtois. El defensor David Alaba tocó el balón con la mano, pero el colegiado no decretó la pena máxima. La polémica estaba servida desde temprano.
Iñaki se vio con pocas opciones, sin oportunidades de recibir balones ventajosos, lanzando constantes amagos de desmarques. Además, tampoco estuvo acertado en los controles. El delantero se encontraba desasistido, aguardando para salir a la carrera a campo abierto, pero el Madrid trató de eliminar los espacios a la espalda de la línea defensiva protegiéndose con un bloque bajo. Carlo Ancelotti cortó las alas al velocista Iñaki, que en general se mostró impreciso.
Antes de alcanzar el descanso y ante la discretísima actuación de Alex Berenguer, Marcelino mandó a calentar a Nico para tratar de cambiar el panorama dibujado por Luka Modric con el 0-1. El joven saltó al campo y disputó toda la segunda mitad.
Nico no logró explotar la banda derecha. No tuvo impacto. Se le vio voluntarioso pero poco participativo. Una de sus acciones más destacadas fue poner un balón dentro del área a su hermano, quien falló en el control. Nico tampoco triunfó con individualidades. Encaró a Ferland Mendy, pero el madridista fue un muro impenetrable. En líneas generales el Athletic fue incapaz de generar peligro al cuadro de Ancelotti –el primer disparo entre los tres palos llegó en el minuto 82– y en esa nebulosa de inoperancia ofensiva se difuminaron los Williams, sin incidencia.
El gol de Karim Benzema desde los once metros no modificó el escenario. El Madrid estaba cómodo. Un Athletic sin confianza en el pase y con lentitud en los desplazamientos de balón no permitieron sorprender ni potenciar a dos jugadores caracterizados por la explosividad. Nico sacó algún centro al área después de que Marcelino le acostara en la banda izquierda, pero no encontró rematadores. El Madrid frustó el sueño del Athletic y de unos hermanos que, pese a la derrota, cumplieron un sueño.