Scapino Ballet Rótterdam
Programa: Casablanca. Coreografía y diseño de escenario, Ed Wubbe. Música: banda sonora de la película, música bereber de Marruecos. Luces: Xavier Spruit. Vestuario: Pamela Homoet. Programación: Fundación Baluarte. Lugar: Sala principal. Fecha: 5 de noviembre de 2022. Público: tres cuartos (de 29 a 5 euros).
La compañía holandesa dirigida por Ed Wubbe, en su Casablanca, no pretende imitar exactamente, la famosa película, sino meternos en la atmósfera espesa del bar de la película, y de los estados de ánimo, no menos espesos, de los angustiados refugiados huidos de los nazis, atrapados en la ciudad marroquí. Y, ciertamente, esas atmósferas, –la exterior y la interior–, están muy bien captadas a través de la extraordinaria utilización de la luz, donde las sombras proyectadas en la pared, a veces, son más importantes que lo que pasa en el primer plano. Todo el montaje del escenario giratorio, el movimiento grupal con música bereber, la luminotecnia y algunos detalles efectistas visuales –como las plumas de avestruz a modo de cabaret–, son las mejores bazas de este espectáculo, porque, a mi juicio, la coreografía de los solos, de los dúos, de la comparecencia en cadena de los bailarines, me resultó un tanto repetitiva, abusando, como suele suceder en la danza contemporánea, del suelo, de las caídas constantes en la plataforma, que adquiere relevancia, sobre todo, cuando gira con el cuerpo de baile apiñado, incentivando el ritmo del movimiento.
La compañía se manifiesta a una gran altura de profesionalidad, no cabe duda. Algunos pasos son espectaculares, como el “caminar” por las alturas de un bailarín sostenido por el grupo. Es impecable, también, el sentido del ritmo en las danzas africanas: un ritmo interiorizado, sin apenas desplazamiento, y con los acentos de la cabeza. Pero, quitando esos tramos, me pareció que los bailarines, en general, estaban por encima de la coreografía.
Al ambiente, francamente bien conseguido, de la película, contribuye, también, el uso de la banda sonora original, en texto y música, con ese matiz arcaico del sonido de los cines de barrio, un poco metálico y ajado, pero que, por lo menos a los que tenemos cierta edad, nos llena de melancolía. No se si la gente joven que había en el Baluarte, había visto la película, pero, desde luego es fundamental tenerla en la mente. Uno ya casi se la sabe de memoria, y, como ocurría entre los refugiados, la famosa canción As the time goes by suena como un alivio romántico en medio de la incertidumbre; y la Marsellesa, muy de fondo, sobre los cantos alemanes, como una esperanza. Quizás me faltó más presencia del himno francés, en la escena que responde al de los nazis.
En definitiva, una velada visualmente interesante, pero en la que la escenografía –excelente–, casi le puede a la coreografía. Algo que, en una velada de danza, debería ser al revés. No obstante, en los tiempos que corren, esa frontera se difumina cada vez más. Es el resultado final lo que importa. En general, gustó; aunque los diálogos de la película, traducidos al castellano, hubieran ayudado a entenderlo todo mejor; por si había alguien que no había visto el filme.