Ocurrió en noviembre de 1992 y está considerado como el primer asesinato racista en el Estado español. Al menos entre los registrados de forma oficial.
Lucrecia Pérez había llegado de República Dominicana apenas un mes antes de que un grupo de ultraderechistas irrumpiera aquella noche en las ruinas de una discoteca de Aravaca, en Madrid, en donde malvivían tanto Lucrecia como otro grupo de personas inmigrantes. Habían dicho a sus amigos que iban “a dar una lección a los negros”.
Dos años después, los cuatro autores del asesinato fueron juzgados y condenados a un total de 126 años de prisión. En el juicio, el fiscal afirmó que Lucrecia fue asesinada por ser “extranjera, negra y pobre”. Y precisamente así es como Disney+ presenta Lucrecia: un crimen de odio, la serie documental que, sobre el caso, se estrena hoy.
“Una mujer negra, pobre y extranjera es asesinada a tiros en las ruinas de una discoteca de Madrid. El crimen conmociona a la sociedad y provoca una reacción social sin precedentes. ¿Quién mató a Lucrecia? ¿Por qué? Los primeros indicios apuntan a grupos de ultraderecha. Tras la imagen de país moderno y democrático que España ha proyectado al mundo con las Olimpiadas y la Expo 92, crece un movimiento inquietante que conecta con la actualidad: grupos extremistas, racismo y violencia”, resume la sinopsis oficial.
Lucrecia: un crimen de odio cuenta con material de archivo inédito y testimonios en primera persona de aquel crimen de la familia y amigos de la asesinada, entre ellos el de su hija Kenia. También puede verse y escucharse a periodistas que siguieron el caso, policías, abogados tanto de la defensa como de la acusación y jueces instructores del caso
Aprender del pasado
David Cabrera, codirector de la serie, asegura que “tres décadas después, la historia de Lucrecia es un viaje a las raíces del odio, un manual de cómo se propaga el odio en la sociedad. Sucedió entonces y puede volver a suceder mañana si no aprendemos del pasado”.
Su compañera Garbiñe Armentia comenta que para ellos era fundamental dar vida a Lucrecia pero que contaban con la dificultad de que solamente contaban con una foto de ella. “¿Cómo evocar, en un documental cinematográfico, a una persona de la que no hay más que una imagen?”, pregunta. Y contesta recordando que la solución la encontraron “en la riqueza del archivo. Pudimos proyectar a Lucrecia en decenas de mujeres que estaban en los mismos lugares y en su misma época. A través de esas imágenes, de forma emocionante, Lucrecia cobra vida en el relato”.