Luis Mari Bengoa (Otxandio, 1945) es la cara y la voz de las fiestas agropecuarias y de las apuestas y los campeonatos de herri kirolak. Es periodista y promotor del deporte rural. En presente. Porque aunque está jubilado, continúa atareado de acá para allá. Y es que después de pasarse toda la vida narrando crónicas –en DEIA, Eitb, Radio Vitoria...–, sigue convencido no solo de que el mundo rural se mantiene vivo, sino que además puede aportar muchísimo a la sociedad. Con todo, Bengoa es un hombre satisfecho y orgulloso de lo conseguido. De todos los logros que el próximo domingo le llevarán a ser uno de los protagonistas de los premios Sabino Arana.
Felicidades por el premio. ¿Cómo se siente cuándo a uno le reconocen el trabajo de toda una vida?
—Pues la verdad es que trabajas sin darte cuenta y sin pensar que estas cosas existen por eso cuando me lo comunicaron me hizo una ilusión tremenda.
Es un periodista todoterreno. Siempre con los herri kirolak pero ha probado en todo: en radio, televisión, prensa escrita...
—Sí. En la tele era la cara visible, las cosas como son, de Sustraia; pero en realidad el trabajo de máquinas lo hacían otros. Yo solo ponía la cara. Lo que más me ha gustado, sin duda, ha sido la radio porque te permite transmitir el sentimiento en directo. Es otra cosa. Porque en prensa escrita, que estuve en DEIA muchísimos años, tienes la ventaja de que puedes pensar dos veces. Y en la radio igual no.
Ha estado tantos años retransmitiendo los herri kirolak que ha visto toda su evolución hasta lo que son en la actualidad. ¿Cómo ha sido?
—La he visto, la he vivido y creo que he sido parte de esa transición. Tengo esa suerte. En la época de Franco el deporte rural sobrevivió gracias a las apuestas. Porque la apuesta en el pueblo vasco tiene una fuerza innata, que no sé de dónde viene pero hace que en estos momentos aún se note en el ambiente que tiene mucha más fuerza que cualquier campeonato.
Pero en los inicios con las apuestas no existía una Federación.
—No. Lo que hicimos fue, en el 79, crear una especie de consejo general vasco de herri kirolak en donde participaron Araba, Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa e Iparralde. Pusimos en marcha algunos campeonatos, pero seguíamos perteneciendo a las distintas federaciones de atletismo. Entonces fuimos dándole forma hasta que el Gobierno vasco se puso a ello y ya legalizamos la federación vasca de herri kirolak.
¿Qué línea siguieron?
—Cogimos tres líneas a seguir. Por un lado la de los campeonatos, luego hubo una muy importante que la marcó Iñaki Perurena, uno de los grandes maestros que hemos tenido la suerte de tener, que fue la línea de los récords. Tanto individuales como absolutos. Y no nos podemos olvidar de las apuestas, claro. Estamos contentos porque cada vez hubo más campeonatos oficiales, bonitos y completos.
¿Qué hicieron entonces?
—Se creó un club de herri kirolak en el que empezamos a realizar exhibiciones e ir por los pueblos, pero claro los Ayuntamientos necesitaban facturas; entonces nos transformamos en una pequeña empresa sin ánimo de lucro que se propuso la recuperación de la aizkora y del levantamiento de piedra. Comenzamos en el 98 y conseguimos que aún hoy todavía aparezcan estos deportes en la tele cada domingo. Además pusimos en marcha el calendario anual, que hasta entonces no existía y nosotros conseguimos que existiera.
Habla como un padre orgulloso.
—Estoy muy contento, la verdad. Muy satisfecho.
Usted dio mucho a los herri kirolak y al mundo rural, pero después de tantos años, ¿qué le han dado ellos a usted?
—Trabajaba en la Caja Rural de Vitoria y eso me dio pie a trabajar en pro de nuestra agricultura y ganadería. En el 78 hicimos la primera fiesta de la vendimia en Laguardia y nuestros viticultores vendían el vino en garrafas. Entonces en la entrada pusimos un panel que decía: "Vino artesano de La Rioja alavesa con carné de identidad". Gracias a eso conseguimos que nuestros viticultores tuvieran su nombre, su botella y su etiqueta. Que nuestros vinos tuvieran su propio DNI. También viajamos con nuestros pastores a Roquefort y ese fue el germen de, por ejemplo, el Idiazabal. Estoy orgulloso de esas cosas porque hay que salvar nuestras raíces.
Pero no solo ayudó al mundo rural, sino también al deporte.
—Sí porque cuando empecé en Araba los herri kirolak no existían y pusimos en marcha el Interpueblos. Conectamos las diferentes zonas y a las diferentes personas, y ahora la Federación alavesa está ahí como una más y con campeones de Euskadi.
Siempre dice que los herri kirolak son el padre y la madre de todos los deportes. ¿Por qué?
—Sí, porque sin ellos no existiría el resto. El fútbol, por ejemplo, tiene sus porterías y ¿cómo se hacen estas? Con sus troncos y con los aizkolaris. El levantamiento de piedras viene del trabajo de las canteras o de los cestos del caserío. Nuestro pueblo, nuestros antepasados, convirtieron ese trabajo en deporte y eso quiere decir que los demás deportes son hijos, porque todos tienen algo que ver o bien con la fórmula o bien con la construcción de sus canchas. El trabajo del caserío es fundamental. El hombre cuando llegó a este planeta lo primero que hizo fue labrar la tierra y cuidar de los animales.
Ahora está jubilado, pero continúa de acá para allá. ¿Qué le mueve?
—Muchos dicen que la jubilación es la antesala de la muerte, pero yo me resisto a ello porque estoy vivo. Si estás activo no piensas en la muerte tanto como si estuvieras tirado en el sofá sin saber qué hacer. Uno nunca es viejo si está activo y yo sigo yendo con ilusión a todos los sitios, porque además hacemos una labor muy bonita para que los herri kirolak y la cultura vasca siga adelante.
"Los herri kirolak tienen tres líneas a seguir: los campeonatos, los récords y las apuestas, que tienen una fuerza innata"
"En el 78 hicimos la primera fiesta de la vendimia en Laguardia, ahí logramos que nuestros vinos tuvieran DNI"