Luis Ordoki (Pamplona, 1957), publica su segundo ensayo con Mintzoa. Después de Navarra milenaria, una mirada a su historia y su futuro, presenta Dos Vasconias, centrado en la historia y relación entre Navarra y la actual Comunidad Autónoma Vasca. Un libro que se puede adquirir este domingo 20 de noviembre por 14,95 euros más nuestro periódico, un euro menos para los suscriptores.
Segundo libro en un año. ¿Por qué este título?
–Lo tuve claro desde el principio, porque quería reflejar la realidad de la Comunidad Foral de Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca, que para mí son las dos Vasconias. Navarra, la comunidad vascona histórica, y Vascongadas, o el País Vasco actualmente, la Vasconia derivada. Reflejar la historia de estas dos comunidades desde sus orígenes que nos explique cómo hemos llegado hasta aquí. Cómo partiendo de un tronco vascón común, de una serie de elementos, de nexos de unión que nos identificaban como Vasconia y como vascones, hemos llegado a lo largo de distintas circunstancias históricas a seguir trayectorias diferentes y a constituir, tras la Constitución de 1978, dos comunidades, cada una con su personalidad, y diferenciadas.
Dice el periodista Fermin Erbiti, prologuista del texto, que lo suyo es una tercera vía entre dos propuestas políticas exitosas. ¿Lo siente así?
–Yo no lo ha planteado como una tercera vía. ¿Puede considerarse así? Pues bienvenida sea, porque tampoco es de recibo que estemos en una dinámica de integración sí o no, y que entre medias no quepan posturas asociativas, federativas, cooperativas, por medio de las cuales no viviésemos de espaldas. Planteo que sería deseable, no solo por los nexos históricos, sino por nuestro futuro, buscar fórmulas de entendimiento, colaboración o asociación que nos permitan defender las múltiples singularidades e intereses comunes que tenemos.
¿Hasta qué punto el debate de la integración está vivo? Hoy no se palpa con nitidez en la agenda política.
–Lo que se palpa es que cada vez que surge un tema de naturaleza vasca, sea la lengua, la posibilidad de colaborar a través de acuerdos de coooperación, establecer vínculos del tipo que sea con la CAV, saltan chispas en el Parlamento. Aunque no forme parte del debate, los elementos que conllevan la tradición y la herencia vascona de Navarra, en su realidad y su personalidad vasca, son objeto de confrontación permanente. A diferencia de la CAV, que ha hecho bandera de la vasquidad y la enarbola con orgullo, en Navarra cada vez que salen estos temas, enseguida se produce un fraccionamiento tremendo de la sociedad. De hecho, cuando se plantean algunas transferencias a Navarra, es otro de los temas que produce división y enfrentamiento en el Parlamento, cuando nunca en el pasado la defensa del régimen foral fraccionaba a los navarros de esta manera, ni a sus partidos políticos. Lo mismo, en cuanto al origen vascón. Yo tengo 65 años y nunca antes se planteaban dudas sobre la identidad y la personalidad vascona de Navarra.
–¿Esto sucede por confrontarse lo vasco y lo español? ¿El españolismo o la identidad española han avanzado respecto a la conciencia vasca?
–Creo que hay varias razones. Por un lado, la Comunidad Autónoma Vasca ha asumido con fuerza la personalidad vasca. Parece que lo vasco se identifica con la CAV y no con Navarra.
Apunta a que el nombre identifica una marca.
–El Estatuto Vasco dice: “El pueblo vasco o Euskal Herria, como expresión de la nacionalidad, y para acceder a su autogobierno, se constituye en comunidad autónoma dentro del Estado español bajo la denominación de Euskadi o País Vasco”. A mí esto me parece una extralimitación. ¿Y si, como ha ocurrido, Navarra no entra en esa comunidad, queda fuera de todo ese entramado? En el Estatuto de 1931 quien se constituye en autonomía no es el pueblo vasco, son los territorios históricos. El actual parece que está excluyendo a las regiones del País Vasco francés, y por supuesto a Navarra, la Vasconia primigenia y originaria que las vasconizó. Creo que ahí el vigente Estatuto se ha pasado de frenada, mientras que el Amejoramiento del Fuero se ha quedado corto, porque no reconoce toda esa herencia vascona de Navarra. Se olvida de sus orígenes históricos. Por lo que, de hecho en estos momentos, lo vasco se identifica con la CAV, y Navarra queda con el pie cambiado y el tema un poco relegado, y no se sabe muy bien si somos o no somos. Oiga, se podrá estar de acuerdo en integrarse en Euskadi o no, pero aunque no nos integremos no tenemos por qué hacer dejación de esa historia, personalidad e identidad. Ocurre con el euskera, en Navarra oficial solo para las zonas vascoparlantes, que representan el 10% de la población. Es la única comunidad que, teniendo una lengua propia, ha fraccionado su regulación en función del territorio sin tener en cuenta además un proceso de siglos de declive de la lengua vasca, que es un milagro que no se haya extinguido. Los poderes públicos lo que tendrían que hacer es revertir en parte ese proceso. Como está haciendo la CAV, donde la recuperación de la lengua vasca es mucho más intensa que aquí. Parece mentira, siendo su origen en Navarra, cómo no sacamos provecho del mayor patrimonio cultural que tenemos y lo regulemos de forma timorata, con complejos, porque si no parece que nos quieren imponer lo vasco. Oiga, que no nos lo quiere imponer nadie, es nuestra lengua. Somos la región donde nació el euskera. Ahí Navarra, lo mismo que en el régimen foral, está haciendo dejación de la regulación de aspectos importantes de su memoria e identidad histórica, a diferencia de las demás comunidades, desde Galicia, hasta Baleares pasando por el País Vasco, Valencia, o Catalunya. Cuando el euskera es un tesoro cultural del que cualquier navarro, independientemente de que lo conozca o no, de su lugar de procedencia y de su ideología política, tendría que estar orgulloso, lo mismo que de la Mano de Irulegi. Es un patrimonio de Navarra.
Por cierto, ¿el hallazgo es una oportunidad para volver a mirar este tesoro con ojos de admiración?
–Por supuesto, con ojos diferentes, pero es un hallazgo más de los muchos que están surgiendo. Los romanos, cuando llegaron a lo que es ahora Navarra, denominaron a los habitantes vascones, habitantes de Vasconia. Es lógico que salgan inscripciones, estelas, marcas, porque ya en esa época, en el siglo I antes de Cristo, y seguramente antes, los vascones estaban asentados en estas tierras. Eran los antecesores de los navarros, y Navarra es la sucesora de Vasconia. Se mire por donde se mire, resulta inconcebible que hoy día haya personas que por su animadversión hacia lo vasco o lo que sea, rechacen o nieguen esta realidad.
¿Qué otras causas encuentra para toda esta situación?
–Por ejemplo, creo que el fenómeno de la violencia no ayudó para nada, y que en Navarra produjo mucho rechazo , no solo al terrorismo, sino a lo que defendía el terrorismo. También, por ejemplo, la Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, en su día una iniciativa loable para articular un cauce democrático para los sectores de Navarra que querían la integración o la incorporación al País Vasco. Esta Disposición refleja de nuevo las afinidades entre Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca al contemplar un referéndum excepcional de incorporación.
Vía democrática desde el derecho a decidir de las navarras y navarros, una llave de seguridad incluso.
–Sí, como una garantía, pero que exista no ha solucionado el problema de las relaciones entre Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca, sino que lo ha enquistado. Ha generado enfrentamiento y división en Navarra entre los que sí y los que no, un cierto grado de incertidumbre, porque lo mismo que se puede entrar hay un procedimiento también para salir, con lo cual, no podemos estar moviéndonos en ese terreno, donde aprovechando unas mayorías entramos y luego vienen otras y nos salimos. Además, creo que ha dado lugar a que cualquier paso en favor de lo vasco, de la lengua, de estrechar relaciones con la CAV, se haya visto por parte de algunos sectores como un paso en la dirección de la integración y haya generado el rechazo a todos los elementos que pueden ser comunes entre Navarra y el País Vasco o las provincias vascongadas. El hecho de que exista ha dado lugar a que mucha gente reaccione contrariamente a cualquier iniciativa que pueda suponer un pequeño paso en el entendimiento.
Esa gente también va a rechazar cualquier marco de cooperación especial por el que aboga.
–No lo sé. Yo creo que durante muchos años, en los siglo XIX y XX se crearon Euskaltzaindia y Eusko Ikaskuntza, había federaciones vasconavarras de deportes, federaciones profesionales, un fenómeno asociativo y federativo. En un plano cultural y social había muchos ejemplos de relación vasconavarra que se veía con naturalidad. A raíz de la Constitución, del Amejoramiento y del Estatuto de Gernika, muchas de esas manifestaciones han desaparecido.
El marco hegemónico es el de una hipotética integración de Navarra.
–De incorporación o no.
No al revés, por ejemplo.
–Podía haber otras fórmulas, federativas o asociativas. Si la Transitoria Cuarta contempló la integración de Navarra en Euskadi, el máximo nivel de integración política, ¿por qué la Constitución, no contempló otras vías que igual hubiesen generado más consenso y apoyo social? Porque integrar un reino de mil y pico años en una comunidad nueva como era la CAV también es complicado. Pero podía haber habido fórmulas de que en caso de no integración Navarra y la CAV establecerían órganos comunes de encuentro, vínculos...
Cabe pensar que aparte de las limitaciones del contexto, al poder central no le interesaba una unión entre vascos. Divide y vencerás...
–Puede que tenga razón, pero Navarra optó por la vía de Comunidad Foral diferenciada por las mayorías que se generaron aquí. Inicialmente había mayorías favorables a crear una región vasconavarra. El Partido Socialista se dio la vuelta y al final se unió a las tesis de UCD y de UPN. Parecía en algún momento álgido de la Transición, entre 1977 y 1978, que había una base social suficiente para ello.
¿Ese giro tan brusco qué le dice?
–No lo sé. Lo que sí sé es que antes muchas personas que eran vasquistas, independientemente de su ideología, ahora no lo son, precisamente por ser de una ideología determinada. Es posible que hubiese como dice un interés del Estado en el divide y vencerás, pero aquellas fórmulas se acordaron con la mayoría política de las formaciones de Navarra.
¿Hasta qué punto esa reforma de la Constitución en clave de federación entre comunidades es factible?
–En estos momentos es imposible, porque la Constitución prohíbe la federación de comunidades autónomas, pero sin embargo, curiosamente, contempla la integración de Navarra a Euskadi, que es mucho más que una federación. No lo sé si es factible o no, pero si hipotéticamente se reforma, yo eliminaría esa prohibición de federación, mantendría esa posibilidad de integración, pero buscaría otras fórmulas. Entre el blanco y el negro puede haber grises. Otras fórmulas que susciten más consenso y apoyo, y menos rechazo. Algunos autores relevantes plantean eliminar la prohibición de federación de comunidades, o por lo menos, que se prohíba la federación política pero no otras formas de federación culturales, sociales, lingüísticas. Yo buscaría otras fórmulas de cooperación, órganos permanentes de encuentro, como ya existen entre Navarra y otras comunidades. Otra de las cosas que destaco en el libro es que me parece inconcebible que después de 45 años, Navarra esté participando con otras comunidades y otras regiones francesas, por ejemplo, la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, con órganos permanentes de encuentro y cooperación, que tienen su sede en Jaca, o que esté con Aquitania y el País Vasco, con sede en Hendaia, y no tengamos un acuerdo de cooperación estable y permanente entre Navarra y la Comunidad Autónoma Vasca, cuando nos une el hecho foral, los derechos históricos, el pasado vascón común, la lengua, la cultura, la ideosincrasia, la economía, las relaciones sociales, y sobre todo el futuro. Que con la comunidad hermana, con la que más afinidades tenemos, es inconcebible que no haya ningún ente ni órgano de encuentro común permanente, a diferencia de los que tenemos con otras comunidades con las que no nos unen tantos vínculos. Lo mismo ocurre a nivel institucional. La Universidad Pública de Navarra está colaborando en el Campus Iberus, con la de Zaragoza, la de Logroño y Lérida, y no tenemos un acuerdo de colaboración estable con las universidades de la CAV, cuando el mayor porcentaje de alumnos de Navarra que salen fuera son a esas universidades y viceversa de la CAV a Navarra. Son cosas que no se entienden. Bueno, sí se entienden por la animadversión, por ese rechazo a todo lo que huela a relaciones con la CAV.
¿Habrá un tercer libro?
–Me he planteado desde que me jubilé divulgar la historia de Navarra. Empecé con Navarra milenaria. Surgió pronto la idea de Dos Vasconias, y como no hay dos sin tres, la idea sería cerrar el círculo en una trilogía con un tercer libro que posiblemente le daré vueltas en 2023, de cara a 2024, en que se producirá el 1.200 aniversario de la elevación de Iñigo Arista como caudillo vascón del territorio independiente de Pamplona, que se desvincula de francos y de musulmanes y es el germen del Reino de Pamplona, el Reino de Navarra, la provincia foral y la Comunidad Foral. El año 2024 será importante en la historia de Navarra. Yo estoy con la ilusión de terminar la trilogía. Sería mi sueño.