Vida y estilo

Luis Uribetxeberria, el orfebre vizcaino de la joya exclusiva: “Soy de los pocos que quedan”

Entre la orfebrería, el arte y el diseño, Luis Uribetxeberria transforma materiales como el jade, el ámbar o la caoba en joyas únicas, donde la creatividad y la paciencia dan vida a piezas irrepetibles
Luis Uribetxebarria, orfebre, artesano y artista.
Luis Uribetxebarria, orfebre, artesano y artista. / Juanma Aparicio

“Yo elaboro una pieza y jamás la repito”. A caballo entre orfebre-artesano-diseñador, el artista de Ondiz (Leioa) con su taller en Areeta (Getxo) considera algo innato que donde todos vemos naturaleza, un simple marfil o caoba, un trozo de jade, un pedazo irregular de ámbar o lapislázuli, él vea un diseño nuevo, una combinación en gargantilla, una sortija o un broche que será mucho más que la suma matemática de sus componentes, proyectándose en una joya única, porque la genialidad es exclusiva en cada pieza que ejecuta. Si al don innato se suma la paciencia y tesón que ha dedicado Luis a perfeccionar su obra, hemos dado el paso del orfebre artesano al orfebre artista.

¿En qué musas se inspira para sus creaciones artísticas?

-En la naturaleza. No solo nos regala sus paisajes, sus colores, su vitalidad y energía, sino también materiales maravillosos con los que construir las joyas. En la naturaleza está toda la belleza. Solo necesitamos abrir los ojos para apreciarla.

¿Cómo ha influido en su evolución artística la observación de la belleza cambiante e inagotable de la naturaleza, el mar, los árboles, las rocas…?

-Son mi fuente de inspiración, porque cuando percibes las cosas de la naturaleza, sus formas, luego las acoplo a mis piezas, a los elementos y materiales que tengo en el taller. Siempre influenciado por la naturaleza. Vivo en un país de montaña, mar, acantilados y bosques; mi vida está ahí. Tomo lo que me inspira y lo proyecto en mis piezas.

¿Cuesta mucho escuchar y después moldear los ecos de la naturaleza? ¿Se aprende a escuchar sus sonidos o el talento de hacerlo es innato?

-Se puede aprender, pero va innato en la persona; hay cosas que yo, por ejemplo, las observo en un segundo en el que también las proyecto incluso hasta en sus formas acabadas. Sin embargo, la gente ve un trozo de algo que hay en el suelo, en la montaña, y no alcanza a ver más allá. He realizado piezas que dan nombres a muchas realidades de la naturaleza, pero para ello debes tener la necesaria sensibilidad.

El amor siempre resulta inspirador, pero, ¿qué inspira más hondamente, un amor verdadero o uno platónico?

-¡Qué difícil responder! Pero (se queda pensativo unos instantes) tal vez es más inspirador un amor platónico.

La mayoría vemos una humilde turmalina, un pedazo de jade, un trozo de marfil, un lapislázuli…, y solo nos imaginamos un cajón de sastre, pero ¿qué imagina usted? ¿Qué crearía con esos materiales? 

-Cada creación tiene sus propios materiales. Me gusta combinar materiales como el ámbar, hueso de mamut o mastodonte que llevan miles de años en la naturaleza, y darles una forma que dé vida a esas piezas. Cada material me inspira una cosa totalmente distinta. De uno me puede salir una gargantilla maravillosa, de otra una sortija. Lo que más me gusta es hacer gargantillas porque acoplo más piezas, le doy más volumen; me gustan las piezas con mucho volumen.

Transitando de orfebre a artesano hasta manifestarse como creador artístico. ¿Cómo es el camino? ¿Por qué, en vez de estudiar gemología, decidió formarse como orfebre? 

-Empecé de muy niño, con 13 años, en Rotaetxe, que era la joyería Viciola, el concesionario de Rolex en Bilbao. Estuve de aprendiz 8 años y luego me establecí aquí, en este taller de Las Arenas (Getxo). Era una época en la que se trabajaba mucho en Bilbao para las grandes familias de Neguri. Seguía un poco las tendencias de la joyería, pero hace ya 35 años rompí con todo eso y empecé a elaborar mis propias colecciones. Comencé a hacer piezas únicas que nunca repetía. Ya con un cierto renombre expuse en París con una clientela estupenda. Durante todo el año pasado tuve obra en el Ritz de la plaza Vendôme; todo un privilegio para un orfebre como yo. 

¿Su imaginación de artista es talento natural o fruto del esfuerzo, de la preparación y dedicación? ¿O de una combinación de ambas?

-Es una combinación, porque al talento para saber acoplar las cosas que ves en la naturaleza a una joya hay que añadir la constancia, el trabajo de todos los días para que dé sus frutos. No vale que te levantes y digas: “Hoy me sale todo bien”. Has de tener mucha técnica y oficio.

¿Es fácil vivir del oficio de orfebre? ¿Ser reconocido es una plusvalía difícil de lograr y consolidar? 

-Es difícil. En París hay grandes creadores. Por eso, que te apoyen y te llamen para exponer en galerías importantes es muy complicado. Cuando ocurre, como me ha sucedido, e incluso te piden autógrafos, es una gran satisfacción. No se trata solo de vender piezas, sino del reconocimiento y prestigio que te otorga hacer cosas distintas. Me siento más reconocido en París que en Euskadi y el Estado. De hecho, en Bilbao las galerías casi han desaparecido. 

Aficionado a viajes, a travesías, a rutas difíciles como recorrer el Gobi en bici… ¿Cómo influye esta afición en sus creaciones? 

-Sí, soy muy aficionado a viajes y deportes de riesgo. Estos viajes me influyen para entrar en contacto con materiales distintos como los que pude encontrar en Siberia, en mercados muy locales de donde puedes traerte materiales que no existen aquí para trabajar con ellos y darles nueva vida. Huesos que han estado enterrados 15.000 años, una cadera de mastodonte que vas trabajando poco a poco hasta convertirlas en joyas.

Cuando planea una pieza nueva, ¿en quién piensa, en una mujer, en un hombre, en alguien en concreto, aunque no se lo haya encargado? 

-Normalmente, casi todo lo que hago es para mujer y pienso en una mujer a la que le vaya esa pieza; son piezas muy exuberantes, de mucho volumen. Mi clientela tiene mucha personalidad; la puede llevar cualquier mujer sea alta, baja, delgada, gruesa… Lástima que en nuestro entorno haya pocas con esa personalidad. A mis clientas les encanta llevar una joya mía a cualquier fiesta porque saben que jamás se toparán con otra pieza igual.

Hace unos años pregunté a Joaquín Achúcarro qué hubiera sido de no haber sido pianista. “Pianista”, me contestó. ¿Qué hubiera sido usted de no haber sido orfebre de fantasías cumplidas? 

-Siempre me ha llamado la atención la profesión de guardabosques por su contacto con la naturaleza. Pero estoy encantado con mi trabajo de orfebre; llevo toda la vida y me da mucha pena que este oficio se vaya acabando; soy de los pocos que quedan. Porque lo que nosotros aprendíamos, ahora se hace en 3D; los planteamientos de trabajo son totalmente diferentes a mi hacer artesanal, desde el boceto hasta que acabo la pieza.

¿Qué es lo más satisfactorio que le dicen sus clientas?

-Hace un año en el Palacio de la Industria de París un jurado en el que estaban Cartier, Van Cleef&Arpels y otros representantes de la alta joyería me concedieron el premio El Alquimista, y allí un responsable de una importante joyería de Sant Honoré tomó la pieza ganadora en sus manos y me dijo: “Luis, es brutal”. Te llena de orgullo ver que personas con criterio aprecia las formas y la potencia de tu pieza. Muchas de mis piezas, en lugar de en una caja, algunas las colocan expuestas en su salón a modo de escultura y cuando llega la fiesta o el evento se la ponen.

¿Qué siente al ser el único artista vasco y del Estado que ha expuesto en el Ritz durante un año?

-Ha sido un sueño hecho realidad, porque en la plaza Vendôme están las mejores joyerías del mundo. Mi primera colección supuso un éxito total de aprecio y ventas, algo que me sirvió como palanca de lanzamiento a otros mercados. Una de las más prestigiosas galerías de arte, la Karry Galery, al ver mis piezas me contactó para llevar la exposición a las cuatro ferias más importantes de Europa: Ginebra, París, Londres y Mónaco. También ver mi nombre y piezas en Harper’s Bazaar y en revistas rusas es una enorme satisfacción.

2024-12-30T17:07:03+01:00
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