"¡Lula volvió!", "¡Lula volvió!". El grito resonó con fuerza entre la marea roja que celebró su victoria en Sao Paulo. Doce años después de entregar la banda presidencial, el "hijo de Brasil" regresó a los brazos del pueblo como presidente electo de un país completamente polarizado.
Lula dejó atrás el cansancio acumulado en la "campaña más difícil" de su vida y mostró la garra del animal político que consiguió resucitar entre sus cenizas tan solo cuatro años después de haber sido impedido de participar en las elecciones y pasar 580 días en prisión por una condena de corrupción posteriormente anulada.
"Casi fui enterrado vivo en este país. Considero el momento que estoy viviendo casi una resurrección. Pensaban que me habían matado, pensaban que habían acabado con mi vida política, me destruyeron contando mentiras sobre mí y gracias a Dios estoy firme y fuerte y amando otra vez", afirmó Lula casi sin voz, junto a su esposa, Rosângela "Janja" Silva, y rodeada de sus más fieles escuderos.
Embriagado por la emoción, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) se dio un baño de masas ante la multitud que este domingo ocupó la céntrica Avenida Paulista de Sao Paulo para festejar su ajustada victoria.
A ritmo de batucadas, coros pegadizos y fuegos artificiales, miles de personas, entre ellas familias con niños y jóvenes, anticiparon el carnaval tras el fin del recuento de la votación más reñida de la historia de Brasil.
Lula obtuvo un 50,9 % de los sufragios, menos de dos puntos porcentuales por encima del líder de la ultraderecha brasileña, quien guardó silencio tras el triunfo del dirigente del PT.
Entre la multitud, Ozzy Silva celebró al borde del llanto el regreso de Lula al poder. "Negro, de favela y LGBT", Silva es cría de las políticas sociales del Gobierno de Lula.
De familia pobre y beneficiario del programa de subsidios Bolsa Familia, consiguió formarse en ingeniería civil gracias al Prouni, un programa de becas universitarias creado durante la gestión de Lula, quien hoy prometió más cultura, educación y democracia en contrapunto a Bolsonaro.
"Soy de la periferia. Mi familia vino de abajo. Si soy ingeniero, es por el Prouni. No voté solo por mí, voto por los que vienen detrás de mí", afirmó Silva en una entrevista a EFE con los ojos humedecidos minutos después de conocerse el resultado electoral.
Jair Georgete, de 64 años, también recuerda con nostalgia los tiempos de Lula, quien gobernó Brasil entre 2003 y 2010 y tomará el testigo de Bolsonaro el 1 de enero.
"La vuelta de Lula supone el rescate de la ciudadanía, de la democracia, la visibilidad de Brasil en el contexto mundial, la mejora de la condición de vida de las personas más pobres, la protección de la Amazonía", señaló.
En medio de la marea roja, Georgete vistió una camiseta de la selección brasileña con los colores verde y amarillo de Brasil, la cual se ha apropiado el bolsonarismo en los últimos años.
"El objetivo es rescatar nuestra identidad. Es la camiseta de Brasil, Bolsonaro se la apropió, pero esa camisa es nuestra", recalcó.
LULA TIENDE LA MANO
En su primer discurso a la nación tras confirmarse su triunfo, Lula tendió puentes y prometió gobernar para "todos" y "restablecer la paz" en un Brasil dividido y polarizado como nunca, como resultado de cuatro años de gobierno de la ultraderecha que encarna Bolsonaro.
"Estoy aquí para gobernar este país en una situación muy difícil, pero con la ayuda del pueblo vamos a encontrar una salida para que el país vuelva vivir democráticamente", afirmó el líder del Partido de los Trabajadores (PT) desde un hotel de la ciudad de Sao Paulo.
Arropado por sus compañeros de campaña, entre ellos su inseparable esposa Rosângela "Janja" Silva, dijo que "es la hora de reunir las familias y rehacer los lazos de amistad rotos por la propagación criminal del odio" durante los cuatro años de bolsonarismo.
Con guiños a las mujeres y a las minorías, Lula aseguró que la prioridad de su Gobierno será acabar con el hambre, volver a afrontar la deforestación de la Amazonía, que se disparó bajo la gestión de Bolsonaro, y restablecer las relaciones exteriores, sacando a Brasil del aislamiento que vivió en los últimos años.
UN RECONOCIMIENTO AMPLIO
La victoria de Lula fue proclamada oficialmente por el titular del Tribunal Superior Electoral (TSE), Alexandre de Moraes, que lo consideró "presidente electo".
También recibió un fuerte reconocimiento institucional, por parte de los titulares de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, y del Senado, Rodrigo Pacheco, y de los magistrados de la Corte Suprema.
Otras importantes figuras del bolsonarismo también reconocieron la victoria de Lula, incluso la senadora Damares Alves y el pastor evangélico Silas Malafaia, que forman parte de su núcleo de colaboradores más estrechos.
Pero tanto el jefe del Estado como sus hijos permanecieron en silencio, sin llamar a Lula ni reconocer la derrota en público. Las luces del palacio de la Alvorada, donde siguió el recuento, ya estaban apagadas dos horas después de la proclamación del resultado.
Desde el extranjero, Lula recibió la rápida felicitación de los Gobiernos de Estados Unidos, España, Francia, Portugal y de la Unión Europea, así como de la gran mayoría de los líderes latinoamericanos.
UNAS ELECCIONES CON UN SOBRESALTO
La jornada electoral transcurrió en paz, sin incidentes ni problemas a la hora de votación, pero con un único sobresalto causado por los retenes de carretera que montó la Policía Federal, incumpliendo una orden de la Justicia electoral.
Los retenes obligaron a detenerse a centenares de autobuses en los que viajaban votantes que se dirigían a sus municipios de origen para depositar su voto.
El Partido de los Trabajadores (PT) de Lula llegó a exigir que el director de la Policía Federal de Carreteras, Silvinei Vasques, fuera arrestado, puesto que buena parte de los retenes fueron montados en el nordeste del país, fortín del líder progresista.
Pero el titular de la justicia electoral, De Moraes, después de convocar al director de la Policía, minimizó el impacto de estas operaciones, recalcando que todos los electores llegaron a su destino y consiguieron votar, a pesar de los atrasos.
Una vez cerrados los colegios electorales, el recuento fue de infarto.
Bolsonaro lideró en la primera parte del escrutinio, ya que se suelen contar más rápido, por cuestiones de logística, los estados del sur, donde la derecha es más fuerte.
El adelantamiento de Lula se produjo con poco más del 67 % del escrutinio, cuando se conoció una explosión de alegría en muchas ciudades.
En Sao Paulo sonaron cohetes y se comenzó a llenar la avenida Paulista, donde se concentró una marea de gente al grito de "olé, olé, olá, Lula, Lula", pero que también proferían insultos hacia el capitán de la reserva del Ejército.
El diputado Eduardo Bolsonaro, que estaba siguiendo el recuento en un directo en internet, desconectó cuando viraron las tornas.
EL BOLSONARISMO SE FORTALECE EN BRASIL
A pesar de la victoria de Lula en las presidenciales, el bolsonarismo salió fortalecido este domingo a nivel regional, puesto que los candidatos apoyados por el líder de la ultraderecha se impusieron este domingo en cuatro de los doce estados que estaban en juego.
Entre ellos, Sao Paulo, la región más poblada (46 millones de habitantes), industrializada y próspera de Brasil, que será gobernada por Tarcísio Gomes de Freitas, exministro de Infraestructura en el Gobierno de Bolsonaro.
En total, 13 de los 27 estados de Brasil estarán gobernados por políticos apoyados por Bolsonaro.
Lula también tendrá que lidiar con un Congreso Nacional dominado por partidos de derecha y centroderecha, en el que la principal fuerza será precisamente el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro.