Modista, profesora y propietaria de una academia de patronaje, corte y confección en San Ignacio (Bilbao), Maialen Quintanilla imparte clases combinando los métodos a medida, industrial y reciclaje de prendas tanto para personas principiantes como avanzadas.
En su taller, cada persona realiza la prenda que quiere con los tejidos y materiales que elige, por lo que son totalmente libres en la decisión de sus proyectos mientras ella les acompaña y orienta; siempre utilizando maquinaria profesional en un ambiente cómodo, seguro y agradable donde cada una se siente como en casa.
Nacida en 1997 en la capital vizcaina, desde muy pequeñita siempre le ha interesado la moda, ya que jugaba mucho con ella. Recuerda tirarse tardes enteras modelando y creando vestidos con un velo que se encontró en un armario de casa.
En ese momento era solo un juego pero, ahora que lo ve, nos explica que lo que estaba haciendo se conoce como Moulage, crear prendas con una tela, darles forma y volumen sobre su cuerpo con diferentes elementos que se iba encontrando: cinturones, broches...etc. Su “obsesión” comenzó con las películas de los años 50, con los vestidos pin-up concretamente.
Pero, sobre todo, con la película Dirty Dancing y ese “vestido maravilloso con el que bailaba la protagonista al final”. “Esa falda, ese vuelo increíble, me obsesionaba cómo se movía con cada giro que daba”, recuerda.
Lleva diez años dedicada a este oficio, pues comenzó a coser cuando cumplió 17 años; se apuntó a una academia de costura, de la cual 10 años después es propietaria: “Sé que suena muy loco...pero vamos por partes”.
En una época complicada en la que no sabía qué elegir en cuanto a estudios, se tomó un respiro y acabó apuntándose a clases de costura mientras trabajaba como dependienta. Le gustó tanto que decidió estudiar confección y patronaje industrial, trabajando en varios talleres de costura cofeccionando muestrarios.
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Pese a que aprendió muchísimo, considera que el trabajo en cadena no es lo suyo, porque era demasiado repetitivo y no le hacía feliz: “Necesitaba algo más artístico que me llenase el alma y no solo el bolsillo”. Finalmente, llegó la llamada de su antigua profesora que le ofrecía el traspaso del negocio al jubilarse. Al principio le daba mucho vértigo, pero se dio cuenta de que “era lo que necesitaba”, un trabajo creativo al que podía darle otro enfoque.
“Cosiendo y descosiendo mi niña va aprendiendo”
Maialen explica que las redes sociales juegan un papel importante en su negocio, pues son una herramienta sencilla y gratuita para darse a conocer y conseguir nueva clientela: “Me encanta dejar un pedacito de mis alumnas en cada publicación, mostrando al mundo lo que son capaces de hacer”.
Su consejo más importante para iniciarse en este mundo es cogerlo con ganas y con mucha paciencia. Considera que vivimos en el mundo de la inmediatez y el perfeccionismo y que, aunque en las redes todo parezca sencillo, no lo es tanto, ya que requiere de mucho mimo y dedicación.
Como dice una de sus alumnas: “Cosiendo y descosiendo mi niña va aprendiendo”. Para ella la costura es muy necesaria para la sociedad, pues está convencida de que necesitamos tener unos conocimientos mínimos para poder ser autosuficientes y no tirar tanta ropa por no saber arreglarla: “Un curso básico se lo recomiendo a todo el mundo”.
Las mercerías cierran en nuestros barrios
La joven bilbaina nos cuenta que el patronaje y la costura son dos oficios muy difíciles que requieren de mucho conocimiento y práctica, ya que no es nada sencillo que un trozo de tela siente bien al cuerpo. El tiempo de creación dependerá del diseño y conocimiento de cada alumna.
En confección industrial los tiempos están muy marcados para que cada prenda dé beneficios, pero en una academia no, pues resalta que aparte de venir a aprender, sus alumnas vienen a “disfrutar del proceso y del espacio entre amigas”.
Es por esto que disfruta tanto de este trabajo, al poder enseñar y crear arte sin prisa, pues es una de las mejores sensaciones que le han podido regalar. En cuanto a los materiales, explica que últimamente es bastante sencillo encontrar los tejidos y materiales en internet por el auge del reciclado de las prendas y el derribo del fast-fashion.
Sin embargo, a pie de calle, cambia la situación por el cierre de comercios tras la jubilación de sus propietarios porque nadie se arriesga a cogerlos. Por eso le entristece profundamente que las mercerías desaparezcan de nuestros barrios y tenga que verse obligada a comprar tras una pantalla, perdiendo “la calidez humana y el tacto del producto”.
Enfrentarse a la incertidumbre con mucha ilusión y ganas
La joven emprendedora encara el futuro llena de proyectos y con nuevos objetivos por cumplir
Maialen se siente muy orgullosa de haber tomado el camino del emprendimiento, pues considera que no es para todo el mundo “porque la incertidumbre es algo con lo que tienes que aprender a convivir casi a diario”. No obstante, en su caso le motiva a levantarse todos los días con mucha ilusión, fuerza y ganas por seguir luchando por la vida que quiere y merece.
Afirma que tenemos que ser conscientes de que nos pasamos la mayor parte de la semana trabajando, y si esa parte no nos hace felices, es muy posible que, aunque el resto de “necesidades básicas” estén cubiertas, no seamos felices.
Por lo tanto, nos anima a luchar por lo que queremos, por muy difícil e inalcanzable que parezca, “sabiendo que nada que merezca la pena va a ser regalado”. Encara el futuro con la intención de llevar cabo más proyectos y cumplir nuevos objetivos.
Entre ellos, impartir distintos cursos dentro de su academia, introducirse en el arte del reciclaje y promover la importancia de los hobbies, se nos den bien o mal. Es por esto que, a día de hoy, puede decir que se ha convertido en propietaria de un negocio haciendo lo que más le gusta, sintiéndose plena y feliz: “A veces necesitamos parar un poco nuestro pequeño mundo y pensar antes de seguir para encontrar el camino”.
Momento anécdota
En el grado tenía una profesora llamada Elisa que les comentó: “Nunca sabéis dónde vais a acabar, por lo que no os cerréis puertas a ninguna experiencia. Fíjate que yo trabajaba en una fábrica y me voy a jubilar siendo profesora”.
A lo que ella pensó: “Puf, yo profesora ni de coña. No valdría y me daría mucha vergüenza (síndrome de la impostora)”. Por lo que con esto le gustaría transmitir que los únicos límites que tenemos son los que nos ponemos nosotras mismas.
Si rompemos esos muros autoimpuestos, seremos capaces de conseguir hasta lo que más miedo nos dé.