Dice que a Don Manuel Turrillas los pamploneses y pamplonesas le debemos muchas cosas, entre ellas esa herencia musical que sale a pasear –sobre todo– en Sanfermines y que a través de auroras, jotas, pasacalles o zortzikos se sigue cultivando hoy en día. No se da cuenta, quizás, de que ella también ha dejado su propio legado en la memoria de cientos de estudiantes del colegio San Cernin que recibieron sus lecciones y pasaron por el coro que fundó, allá por 1984, y dirigió durante más de una década. Y que aprendieron, en las aulas, en sus clases y fuera de ellas, canciones que hoy continúan siendo cantadas.
Cuenta la pamplonesa Maite Mauleón a sus 75 años –por cierto muy bien llevados– que no tiene “nada especial” que destacar en su vida pero lo cierto es que atesora un buen puñado de títulos y reconocimientos que se le van ocurriendo conforme hace memoria. Porque además de una gran música es también investigadora y experta en cánticos de devociones populares en Navarra. Y quienes la conocen y saben de su labor han querido rendirle un pequeño homenaje recordando que consiguió rescatar, además, el himno a San Saturnino.
Y es que allá por los años 90 recibió, del entonces párroco de San Saturnino, D. Florentino Sagüés, una partitura en muy mal estado. “Una copia, porque era un manuscrito que no firmaba nadie. Estaba viejo, Don Florentino lo desempolvó y me dijo que podíamos hacer con él lo que quisiéramos. No sé si antes lo tuvo alguien ni si la habían cantado ya, pero lo pasé a limpio, lo puse bonito y se lo enseñé a todo el colegio”, recuerda. “¡El trabajo que me costó! Hice un montón de copias en casete, le dí una a cada maestra pero me pasaba por las clases para enseñarlo al alumnado cuando no me tocaba dar clase a mí. Lo aprendió todo el colegio, padres y madres, profesores… Y lo cantábamos cada año, todavía hoy en día lo siguen cantando al final de la eucaristía que se celebra el día de la fiesta del colegio”, relata.
Es la misma pieza que sonó el pasado 29 de noviembre, durante la celebración de la festividad del patrono de la ciudad, a cargo de las gaitas, txistus y grupo de metales de Imanol Blasco, director de la Banda de Música de Sangüesa. “Le llaman arreglo pero no lo es, es una adaptación, porque la pieza de Don Turrillas no tenía nada que arreglar”, señala Mauleón, que del maestro conoce perfectamente su grafía.
Alma máter del coro de San Cernin y profesora de música del colegio en diferentes niveles de Secundaria, se emociona cuando recuerda. Y es que para ella la música, además de su pasión, es “un vicio”. Su madre tocaba el piano, un tío suyo también. “Como había piano en casa empecé a tocar desde pequeña. Por aquél entonces no era una enseñanza reglada como ahora, era academia de música, no conservatorio, y se nos admitía desde los siete años. Mi madre me llevó y me llamaban ‘benjamina’ porque era la más pequeña de la clase”, cuenta.
Dice con orgullo que ha tenido profesores “muy buenos, los guays de aquellos tiempos”, como Fernando Remacha, Pilar Bayona, José María Beobide o Luis Taberna, “que me hizo descubrir a Johann Sebastian Bach, mi preferido”. Con sus 'Preludios y Fugas' dice que descubrió la música, “porque sabía que existía pero nunca la había tocado”. Taberna le dijo que podía hacerlo muy bien y acertó porque con 15 años Mauleón consiguió el premio Paulino Caballero interpretando una obra del alemán.
Y explica que fue la primera promoción en estrenar el Conservatorio Pablo Sarasate, con Remacha como director. Estudió piano, también Canto Gregoriano, y se diplomó en Santo Domingo de Silos, “en la abadía, que entonces era Centro Nacional de Difusión”. Con el coro ganó muchos premios en concursos de villancicos, en el certamen internacional de Tolosa y participó también en la Musikaste de Rentería. Fue miembro de la junta directiva del Ateneo durante 8 años y ha compuesto cuatro auroras que ya se saben de memoria en su pueblo, Garde, y que cantan a la Virgen de la Asunción el 15 de agosto.
En los genes
En su familia no hay una sobremesa sin cánticos. Su hermana da clases de música en Pablo Sarasate; su hija pequeña, Zuberoa Aznárez, es cantante, compositora, toca el arpa, la flauta, la guitarra “y hasta tiene un grupo heavy metal y canta en la coral de cámara”, cuenta orgullosa. Su marido toca el laúd en una rondalla. “Enreda –bromea ella–. Pero suena bien. Esa es la mayor satisfaccion que tengo, que mis hijas hayan seguido, que me casé con un hombre aficionado a la música que fue niño cantor de la Escolanía de San Antonio cuando era pequeño, que mi hermana cantó en la coral con Morondo toda la vida... He tenido esa suerte”. Con razón le dicen sus amigas que en su casa se respiran semicorcheas.
“ Con el libro le he dado un soporte a la tradición oral que de otra manera se perdería. Y eso me enorgullece ”
Maite Mauleón - Música y fundadora del coro de San Cernin
Ha escrito un libro sobre Cánticos de devoción populares en Navarra, después de ir pueblo por pueblo para construir las partituras a través de lo que le iban cantando, toda una hazaña. “Me costó pero como no tenía ninguna prisa… Empecé por Garde y a lo tonto me hice todo el valle de Roncal y otros muchos pueblos. Tuvo mucho éxito, se agotaron los 400 ejemplares, igual porque era algo que no había hecho nadie y a la gente le interesó”, explica. También tiene otro sobre villancicos y está pensando en lanzar más ediciones, “al final es darle un soporte en papel a esa tradición oral que, de otra manera, se habría perdido. Y eso me enorgullece mucho”.
Asume que nunca se ha creído capaz de hacer todo lo que ha hecho, “de hecho, ahora miro para atrás y no me lo puedo creer”, sonríe. Jubilada desde hace diez años, ahora invierte su tiempo en el coro de la Asunción, donde canta junto a su marido, y es que “la música es la sangre que llevo y el aire que respiro. Lo es todo, desde que era pequeña. Ha sido mi profesión, mi vicio, todo. Sin música no sabría vivir”, confiesa.