En 2019 dejó el balonmano de elite para cuidar a sus dos sobrinas y ahora, con 32 años, se retira sin vuelta del deporte que ha sido su vida. En Anaita, además, donde empezó todo
No puede parar de llorar. Revive cada instante, cada detalle de los últimos días, y las lágrimas inevitablemente se apoderan de sus ojos. De la mirada de una deportista que ha vivido momentos indescriptibles dentro de la pista y que ha jugado en los mejores equipos del balonmano estatal. De la mirada de una mujer con el corazón noble, limpio, y con carácter luchador. Ahora, Maite Zugarrondo dice adiós a 25 años de carrera en los que ha ganado más de una veintena de títulos. Los más prestigiosos. Sin embargo, como recalca, lo mejor que se lleva de este viaje son las personas que la vida le ha puesto en el camino.
La portera navarra se retira del balonmano. Para siempre. A sus 32 años, cuelga las zapatillas. En 2019, cuando era jugadora del Super Amara Bera Bera, se vio obligada a renunciar al deporte profesional para cuidar de sus dos sobrinas, a las que tenía en acogida. Conciliar su vida de madre y la elite deportiva se le hizo imposible y, para dar "una estabilidad" –según explicó entonces– a las pequeñas Nora, de 8 años en la actualidad, y Aroa, de 6, cerró su exitosa carrera. Ahora, Zugarrondo se desvincula definitivamente del balonmano, lo hace por causas personales, pero al menos esta vez con una sonrisa y con la satisfacción de dejar al Helvetia Anaitasuna, su equipo, en la División de Honor Plata, categoría a la que ha ascendido este fin de semana.
El domingo vivió una jornada intensa, de emociones, en la que se hizo pública su retirada. ¿Cómo se encuentra un día después?
–Este ha sido un fin de semana muy intenso. Sabía que eran mis últimos partidos. Me retiro por motivos personales, familiares, pero también llega un momento en el que toca decir adiós. Al menos pude hacerlo con una fase de ascenso. Llevaba ya un mes viviendo este momento con el gusanillo, con un montón de mariposas en el estómago. Intentado asimilar que esto se terminaba y que no había más. Al final, ha sido espectacular. El domingo, desde las 10 de la mañana, yo ya estaba llorando. Y así fue hasta la noche. En su día, me fui del balonmano profesional por la puerta grande. Me hicieron un homenaje muy bonito en el Bera Bera, toda la repercusión posterior fue increíble, pero ahora me voy por todo lo alto. En mi casa, dejando al equipo en Plata, tras una fase muy buena. Ahora mismo, tengo sentimientos encontrados. Por un lado pena, con dolor en el alma de decir que ya no soy portera de balonmano. Pero, por otro, feliz. Creo que es la despedida soñada para cualquier deportista. Con ese tiempo muerto a falta de 15 segundos que pidió Chema (Vives) para que el público, las compañeras y la directiva me pudieran despedir. Soy muy afortunada.
¿Cuál de las dos despedidas se le ha hecho más dura?
–La del Bera Bera me dolió más, porque era más forzada que buscada. Creo que podía haber jugado unos años más en la elite. La de ahora también me duele, porque ahora sé que no hay más. Debo asimilar que lo que he sido toda la vida, portera de balonmano, que es mi identidad, mi ilusión, mi ambición y mi todo, se acaba.
25 años dedicados al balonmano y se retira donde todo empezó, en Anaitasuna.
–Desde luego este final lo recordaré siempre. Por ser Anaita mi casa, de donde yo salí y adonde he vuelto. Me retiro además con el equipo en una categoría como la Plata. Pero me quedo sobre todo con los recuerdos, con las personas. Que me vengan jugadoras de la base e incluso compañeras y me digan "eres un referente para mí" es lo que me hace llorar. Eso vale más que cualquier título.
Cierra una puerta y ahora se enfrenta de nuevo a un cambio de vida. ¿Cómo lo afronta?
–Me da vértigo, la verdad. Creo que ahora tengo que pasar un duelo. Cerrar con cariño una etapa que adoro. Será muy duro, seguro. Está claro que después del balonmano hay vida, pero cuando has dedicado casi toda tu vida a ello, cuesta cerrar esta etapa.
Me da la sensación de que es una persona con coraje, que sabe encarar lo que la vida le pone por delante.
–¿Coraje? No lo sé. Mi vida siempre ha sido así. Siempre he tenido una situación familiar un poco complicada. No es que haya tirado para adelante, es que es mi forma de ser. El afrontar lo que venga. En este sentido, el balonmano siempre ha sido una escapatoria para mí. Mi refugio. Un objetivo al que aferrarme. Puede que sea coraje o mi personalidad.
Después de todo lo vivido, ¿le ha costado retomar la rutina? ¿Levantarse y tener que preparar a las peques para la ikastola?
–La verdad es que me he despertado con los ojos hinchados y el cuerpo reventado, después de tres partidos intensos. Y con esa cosilla emocional. Ellas, al final, no se enteran de mucho. Están felices y vienen contentas al balonmano a ver jugar a su tía, pero nada más.
¿No se animan a practicar balonmano?
–Les gusta. Y fijo que a la mayor el año que viene le meto en balonmano. Al menos quiero que haga un deporte de equipo, porque los valores que se aprenden me gustan y quiero que los tengan. Ellas son maravillosas. Somos El equipo fuerte.
¿Seguirá vinculada a este deporte de alguna manera?
–Ahora, de momento, no voy a seguir con nada relacionado con el balonmano. Me quiero desvincular un poco. Ha sido una temporada dura, en la que además se me salió el hombro y tuve una recuperación muy rápida. Ahora tengo ganas de cuidarme. De parar. Pero no lo descarto.
Es un momento especial. ¿Le gustaría añadir algo más?
–Sí. Me gustaría hacer una mención especial a dos amigos de Anaitasuna, Josu y Garbiñe, que me han regalado vida en estos momentos. Nada más.