La consejera de Relaciones Ciudadanas del Gobierno de Navarra, Ana Ollo, ha presidido este jueves en Paternáin el acto de entrega de los restos exhumados de Gregorio Albo Urcelay a sus familiares, entre los que se encontraban su hijo Manuel y su nieto, Manu Ibero.
Además, en el acto han participado autoridades locales del ayuntamiento de Cizur y del concejo de Paternáin, miembros de las asociaciones memorialistas y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi.
Por su parte, la consejera Ollo ha remarcado el compromiso del Gobierno de Navarra con las políticas públicas de memoria, y ha recordado que "seguimos buscando, seguimos trabajando, desde el convencimiento que solo desde una memoria justa, desde el derecho de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación, conseguiremos cerrar algún día estas heridas que todavía permanecen abiertas".
De los restos de las diez personas encontradas en Paternáin el pasado mes de julio, en el marco del programa de exhumaciones del Instituto Navarro de la Memoria, Gregorio Albo es la primera víctima que ha podido ser identificada en el laboratorio genético de Nasertic, ha explicado en un comunicado el Ejecutivo foral.
En la actualidad continúan los trabajos para contactar con más familiares para poder completar los cotejos genéticos que permitan nuevas identificaciones. Desde su creación, son 33 las personas identificadas por el Banco de ADN y 323 los expedientes abiertos.
El ferroviario Gregorio Albo Urcelay
Gregorio Albo nació en 1905 en Calzada de Bureba (Burgos). Era ferroviario y estaba vinculado al Partido Comunista (PC). Estaba casado con Pilar Trascasa, con quien tuvo una hija y un hijo.
No se conocen apenas detalles de su detención y asesinato. Entre los días 26 y 29 de agosto de 1936 -fechas que varían según los testimonios- varios ferroviarios de la estación de Pamplona fueron detenidos, pero no ingresaron en la prisión provincial. De hecho, estas detenciones no fueron registradas, en una práctica que facilitaba el posterior crimen y que fue frecuente en la limpieza política que siguió al triunfo de los sublevados en julio de 1936.
Varios familiares tenían referencias testimoniales de que podrían haber sido trasladados a Paternáin, donde habrían acabado con su vida. Como la práctica totalidad de las víctimas de la represión en Navarra, estos ferroviarios fueron detenidos y asesinados por su militancia política y sindical.