Donostia – Osasuna no caminó ayer sólo en Donostia, adonde se desplazaron desde primera hora de la mañana (algunos incluso de víspera) más de un millar de aficionados del conjunto navarro (pese a que no todos disponían de entrada para el partido contra la Real Sociedad) para disfrutar en masa de un encuentro de su equipo lejos de El Sadar, algo que no era posible desde que a principios del año 2020 llegara para quedarse la pandemia de covid-19.
Como era domingo, Donostia no queda muy lejos y el partido se disputaba por la tarde, fueron un buen puñado de seguidores rojillos los que se animaron a pasar un divertido día en un lugar al que de normal acuden para bañarse en la playa, aunque ayer cambiaron las aguas de la Concha por los calles del Casco Viejo de la capital guipuzcoana. Todo esto en horario matinal, porque por la tarde tocaba animar a Osasuna en el Reale Arena. Al menos quien tuviera una entrada, es decir, los 642 afortunados del sorteo que realizó el club navarro con los billetes que le envió la entidad donostiarra para la afición visitante y los que se buscaron la vida por su cuenta para encontrar acomodo en otras ubicaciones del antiguo Anoeta.
La de ayer fue una jornada de reivindicación, protesta, fiesta y fútbol, porque en Donostia hubo de todo. Y es que coincidieron al mismo tiempo una manifestación de todas las plataformas sindicales reclamando más personal y medios para Osakidetza (Servicio Vasco de Salud) previa a la jornada de huelga en todo el sistema público convocada para hoy, una marcha (y posterior concentración) contra la guerra desatada por Rusia en Ucrania, un buen puñado de desfiles y bailes con motivo de la celebración del carnaval y una marea roja de aficionados de Osasuna previa al partido que por la tarde disputó el conjunto navarro contra la Real Sociedad.
Para los hinchas rojillos resultó una jornada casi perfecta a la que sólo le faltó la guinda de una victoria de su equipo en el Reale Arena, donde, por comparación, el rendimiento de la afición de Osasuna en la grada puede considerarse superior a la de los jugadores sobre el verde. Lo intentó el cuadro de Jagoba Arrasate hasta el final, pero sufrió desconexiones que le costaron la derrota, mientras que sus seguidores no fallaron y estuvieron al pie del cañón de principio (incluso mucho antes) a fin (y más allá). Agradecieron los futbolistas al término del partido la entrega y fidelidad de sus fans, que animaron a su equipo dentro y fuera del estadio. Y es que los que no pudieron acceder al Reale Arena por no disponer de una entrada se quedaron por el centro de Donostia y en los aledaños del estadio insuflando ánimos virtuales a su equipo desde la distancia, reducida ayer porque habían viajado hasta donde jugaba Osasuna.
El plan de Arrasate no resultó tan claro como el de los aficionados rojillos, que consistió en madrugar, desplazarse hasta Donostia, fotografiarse junto a la Concha y comenzar la ingesta de bebidas espirituosas y algún que otro bocado típico de la capital guipuzcoana para ir poniéndose a tono de cara al partido. Después llegaron los cánticos, la euforia y el hermanamiento con la hinchada local, que también contribuyó a generar un buen ambiente antes del envite. Hubo familias unidas en la fiesta y divididas en el partido, como la de Xabier y Elena, un realzale casado con una rojilla. Otros, como Said, un marroquí que lleva 32 años en Huarte y sigue a Osasuna como el que más, viajó con familia y amigos con el fin de pasarlo bien y ganar a la Real. Se le dio bien lo primero, pero no tanto lo segundo. La próxima vez será.
Unos 700 con entrada. Fueron más de mil los rojillos que estuvieron ayer en Donostia pese a que solo unos 700 tenían entrada para el partido: los 642 agraciados en el sorteo de los billetes que la Real Sociedad envió a Osasuna y unos cuantos más que se buscaron la vida por su cuenta.