Cultura

Mari Cruz Díez Lazcano, la decana de la diáspora vasca de Venezuela

Mari Cruz Díez Lazcano, en una foto reciente.

Mientras el año encendía sus primeras horas en Caracas, la vida de la decana vasca en Venezuela se apaga a los 105 años de edad. Nacida en Elorrio en 1917, Mari Cruz Díez Lazcano había vivido más de un siglo de vida, cuidada de forma inmejorable con su familia al lado. Fue el 14 de septiembre de 2022 cuando celebró su cumpleaños por última vez aquella exiliada durante la Guerra Civil.

La fallecida, con el lehendakari Aguirre. V. ALBERRO

Según comunica a DEIA desde América su nieta, Maite Alberro, su amama había ido perdiendo retentiva en los últimos años. Sobrevivió al histórico bombardeo fascista contra Durango del 31 de marzo de 1937, aunque también pudiera ser que fue testigo del ataque aéreo que sufrió su pueblo Elorrio aquel mismo día, minutos antes de que los escuadrones italianos de Mussolini acabaran con más de 336 personas inocentes en la villa vizcaina, la mayoría mientras estaba oyendo misa en las iglesias de San José Jesuitak, Santa María de Uribarri o Santa Susana.

«No queda claro. Siempre se ha dicho que estuvo en el bombardeo de Durango, porque ellos, a pesar de ser de Elorrio, tenían una casa a las afueras de Durango y pudo ser que lo viera desde allí», teoriza la familia.

Un hijo de Mari Cruz, Pedro, aboga por que su madre “estaba en Durango cuando el bombardeo y por Elorrio pasaban y disparaban. Contó que salían corriendo a refugiarse en un puente pequeño de carretera cerca de su casa. También que los aviones pasaron varios días, pero no fijo todos los días”.

Con 19 años

Quien fue hija de Felipe Díez y María Fernanda Lazcano hizo frente a los primeros compases de la guerra con 19 años. Tras los bombardeos de Durango o Elorrio, residió en Donostia, donde se casó con Vicente Alberro Echevarría, de Bermeo, y en Donostia nacieron sus dos primeros hijos: Fernando y Pedro. Por cuestiones políticas y económicas se exiliaron a Venezuela, donde nació su tercer hijo, Antonio. “La familia se integró en la Eusko Etxea de Caracas y a la comunidad vasco-venezolana, desde donde, junto al resto de la colectividad, apoyaron a los vascos de Euskadi y al Gobierno vasco en el exilio, participando de la activa gran hermandad y solidaridad vasca y para con Euskadi que impregnaba la vida de aquella porción de Euskadi arraigada en tierra venezolana”, valoran desde Euskal Kultura.

Díez, durante la guerra se encontraba en Durangaldea. Salió con su familia a Donostia. “El ejército de Franco estaba asesinando sin contemplación y unos primos de la propia Mari Cruz fueron fusilados por los requetés, boinas rojas, junto a sus padres (tíos de Mari Cruz) porque se habían quedado en el caserío...”, lamenta Alberro.

En la capital guipuzcoana, la recientemente finada conoció a su esposo, Vicente Alberro, quien había estado preso. “Cuando salía de permiso restringido, Mari Cruz lo esperaba en la salida del taller”, evocan.

Las anécdotas del matrimonio se solapan. Vicente estuvo retenido en un taller de artes gráficas y tras meses preso, le empezaron a dejar salir seis horas y volver a presentarse. En ocasiones coincidía con “nazis haciendo mapas”. Mari Cruz dio con él.

Otro recuerdo familiar es que Vicente tenía que ir a hacer guardias para la Intendencia Militar de Euzkadi en Tolosa y Mari Cruz como buena costurera, le cosía la chapa que lo identificaba, en el abrigo. La pareja contrajo nupcias en la basílica Santa María del Coro de la parte vieja de Donostia en 1940.

En esa misma parroquia, en una capilla trasera del altar, fueron bautizados Fernando, primer hijo del matrimonio, y años después, Pedro, segundo. Tiempo después, decidieron exiliarse en Venezuela. El barco no atracó directamente en ningún puerto venezolano, sino en la cercana isla de Aruba, porque el gobierno local no tenía entonces relaciones con el Gobierno español. De Aruba salieron en avión a Maiquetía, llegando en enero del año 1948 el matrimonio con sus dos hijos Fernando y Pedro. Pocos años después nació en Venezuela su tercer hijo, Antonio.

Allí tuvieron nietos: Miren Itziar, Maite, Alexander y Jon Andoni, y dos bisnietas, Isabella Carolina y Anabella. “La vida social de amama en Venezuela siempre fue en el centro vasco de Caracas donde cultivó grandes amistades”, entre ellas, la del lehendakari Aguirre con quien se fotografió gracias al pulso acertado de su marido Vicente y queda una fotografía magnífica para la historia publicada en el libro 31 vidas, el bombardeo contra Durango en el capítulo que Díez protagoniza.

A Mari Cruz y Vicente les encantaba bailar. Así se conocieron, yendo a los bailes de los pueblos aledaños. “Amama ha sido una mujer alegre, positiva, con buena actitud. Querida por todo el que la conociera”, agrega Maite quien rememora que “no le gustaba hablar de su vida de niña y la guerra”.

La familia tenía un caserío entre Elorrio y Durango. En la primera villa contaban con una casa “en la calle San Juan con el río fluyendo por la parte trasera”, y un edificio que era del patrimonio familiar. Narra Maite: “Al lado, había un local de venta de vino y la gente llevaba la comida ahí. Era como un merendero muy pequeño y al final de la calle había una fuente donde los animales tomaban agua y más abajo había un aserradero”, detalla. La familia también recuerda que Vicente Alberro fue gudari, pero desconocen la afiliación. “A pesar de ello la amona nunca recibió una paga extra del Gobierno vasco que daban por haber sido gudari”, lamentan. El contacto para migrar a Venezuela les llegó por un amigo. Pero antes una curiosidad: “Ama decía que conoció la Giralda pero no sé si pasó para embarcar o que el barco rodeó y salió del sur”, apuntan.

Madrid o Caracas

Vicente trabajaba en una fábrica llamada Nerecan que estaba a la salida de Donostia y le ofrecieron un buen trabajo en Madrid, en la casa de La Moneda como impresor, pero un amigo le dijo que en Venezuela tenía trabajo al día siguiente de llegar y que lo que ganaría en un mes en Venezuela, en el España “le costaría 5 o 6 meses”. Sobre el clima, le comentó que en Caracas era verano todo el año, y que había muchos vascos exilados, por lo que pidió dinero prestado a la familia para cruzar el charco y a la semana de trabajar, pago el préstamo.

Cuando llegaron a la república ya tenían una casa arrendada que le habían conseguido con el trabajo. Una morada grande en Propatria. En ese hogar decidió dar a luz a su tercer hijo. Acudió una parturienta, un médico, una enfermera y había una ambulancia en la puerta de la casa por si había alguna complicación.

En aquella vivienda recibieron a personas que llegaron a Venezuela y les prestaban habitación hasta que consiguieran donde ir sin cobrar nada a nadie. «En esa época, los vascos era una hermandad, todos se ayudaban y conseguían trabajo rapidísimo», aporta Maite quien sabe bien que su abuela ha guardado con cariño esa foto que su marido Vicente le tomó junto al lehendakari Aguirre. El 1 de enero de 2023 ha viajado a la eternidad en la que creía.

12/01/2023