"ME sentí culpable por tener depresión". Lo reconoce, sin vacilaciones, María Cortadi Boyra, una bilbaina de 21 años que tuvo que buscar ayuda profesional para salir de la situación de ansiedad en la que vivía. "Yo aparentemente era una niña feliz, no tenía problemas. Iba a clase, sacaba buenas notas, salía con mis amigos, pero llegaba a casa y me metía en la cama", confiesa. El primer paso que hay que dar en esas situaciones es reconocer que tienes un problema, que algo pasa en tu mente que no te permite seguir adelante y lograr la felicidad.
Conseguirlo no es fácil y para María tampoco lo fue. Durante mucho tiempo sintió que la cuestionaban por sentirse mal, lo que provocó en ella que su sentido de la culpabilidad fuera creciendo con los años: "He oído muchas veces esas frases de: Te quejas por vicio; Lo tienes todo o Lo haces para llamar la atención". Y no era así. "Incluso tus amigos te pueden decir que necesitas ayuda y uno mismo llega un punto en el que se intenta convencer de que no. Si lo tengo todo para ser feliz, ya se me pasará lo que siento", recuerda María.
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Sin embargo, según reconoce la joven estudiante de Doble Grado de Trabajo Social, las personas que sufren un problema de salud mental saben en el fondo que algo está mal, pero no saben el qué. "La depresión tiene una cosa muy curiosa que es el denominado síndrome del impostor. Yo estaba mal, pero todo el rato intentaba autoconvencerme de que no, de que estaba exagerando y que había gente peor que yo. Es complicado". Pero esa ansiedad, ese malestar no solo no pasa, sino que cada día esa carga es más pesada y hace cada vez más y más daño.
"Sin ayuda externa es muy complicado salir de un agujero cuando estás metido en él. Son patrones cíclicos, obsesivos de los que es difícil salir si no te ayuda una persona y te dice: Eso no lo estás haciendo bien o hazlo de otra manera". Se estima que la prevalencia de trastornos mentales en adolescentes de 15 a 19 años es del 20%. Es en este periodo de la vida en el que puede tener consecuencias más importantes para toda la edad adulta. La mitad de las personas que tienen una enfermedad mental tiene los primeros síntomas antes de los 14 años.
"Desde que era una niña he tenido problemas de salud mental, ansiedad, depresión... Llevo yendo a terapia unos cuantos años y me ha ayudado muchísimo a salir del círculo en el que estaba metida", cuenta. El punto de inflexión para María fue cuando comenzó a estudiar la carrera. Ahí fue cuando la joven comprendió que cada día se sentía un poco peor y que cada vez le costaba más controlar la ansiedad que la carcomía por dentro. "Era incontrolable", confiesa. "La gente que me rodeaba no podía ver lo que yo estaba sufriendo, seguía yendo a clase, sacaba buenas notas, pero llegaba a casa y solo quería encerrarme en mi habitación y meterme en la cama. Me sentía muy triste y no sabía por qué", explica María.
Esta joven y su entorno más cercano supieron reaccionar a tiempo y tras reconocer que algo no iba bien buscaron ayuda. "Cuando empecé a ir a terapia rompí esos patrones obsesivos que me causaban malestar, empecé a cambiar la forma que tenía de pensar, a mejorar todo lo que me estaba haciendo daño. Fue gracias a la terapia y pensé: Ojalá todo el mundo tuviese acceso a esta ayuda". Lamentablemente, a veces estos trastornos no son detectados a tiempo y se ha comprobado que hasta el 80% de los que cometen un intento de suicidio no ha pasado nunca por la consulta de un especialista.
La estigmatización del periodo de la adolescencia como etapa difícil y de cambios de humor bruscos puede ser una de las causas de que sean más difíciles de detectar: "Conozco a muchas personas con problemas que podrían mejorar si tuviesen acceso a terapias. Yo tuve la suerte de que mis padres me pudieron pagar una consultas privadas, pero no todo el mundo puede", explica la joven. "Por eso muchas personas no logran salir del agujero y se quedan en el camino", se lamenta.
Una persona se suicida en Euskadi cada dos días. Es una realidad que no se ve, pero que está ahí y de la que cada vez se empieza a hablar más. Para María es fundamental romper los tabúes que rodean a los problemas mentales y cree que es necesario hablar de los suicidios abiertamente. "De lo que no se habla parece que no existe", lanza, mientras destaca la importancia de crear espacios en los que una persona pueda ser escuchada sin que la cuestionen por sentirse mal.
Tertulias sanadoras
María piensa que es fundamental hablar abiertamente y sin miedos sobre los problemas derivados de la salud mental. Ella decidió hacerlo porque quiere ayudar a quien, tal y como ella, puedan estar atravesando un problema similar. "La gente joven habla cada vez más y se visibiliza cada día más. En redes sociales se habla más y hay un montón de información, consejos para lidiar con la ansiedad, herramientas para gestionar los problemas...", enumera. Pero sin duda, una de las claves para lograr sortear las piedras que coloca en el camino un proceso de depresión es el hallar espacios donde te escuchen y te ayuden a afrontar los retos de la vida.
Viendo las carencias que existen en el ámbito público para tratar los problemas relacionados con la salud mental, María propuso al Ayuntamiento de Bilbao la creación de un espacio donde los jóvenes pudiesen exponer sus problemas y compartir los sentimientos: "Soy una persona muy metida en el activismo por la salud mental y abogo por que todo el mundo pueda recibir ayuda pública para mejorar su salud mental, que es muy complicado".