Nunca se excava a gusto de todos. Máxime si las zanjas se abren en frente de tu portal o tu negocio. Otra cosa es cuando se cierran y, diluida la nube de polvo, se contempla una remodelación como la de la calle María Díaz de Haro, en Bilbao. “Hemos aguantado las obras como cosacos, pero la calle ha cambiado para bien”, reconoce Agustín González, encargado de Haro’s Tavern, un local ubicado en la esquina con General Eguía que ha visto resentida su caja por los trabajos.
“Las obras se han alargado una barbaridad y nos han acabado de matar. Viniendo de la pandemia, imagínate”, comenta tras la barra del establecimiento. Aunque calcula que han “perdido el 70% de clientela porque prácticamente no se podía acceder al bar y la gente por esta calle no bajaba”, reconoce, como peatón, que “la zona ha ganado muchísimo”.
“ Me encanta porque hay jardines y bancos y hace menos corriente que en Doctor Areilza ”
Carmen González - Vecina de 93 años
A la espera de que rematen el tramo comprendido entre General Eguía y Autonomía, recién asfaltado, Agustín confía en que el público vuelva a fluir. “En cuanto acaben el tramo de arriba, que ha provocado molestias de polvo y ruido, se empezará a notar. Llega el buen tiempo, vendrán los padres con los niños a los columpios, la gente paseará más...”, predice, con la esperanza de que le permitan ampliar la terraza. “El día que hace bueno sí que hay gente, pero son tres mesas. Estamos esperando a que entreguen la obra y a ver qué nos dicen. Espacio para ponerla hay y las terrazas en Bilbao dan vida, pero no depende de nosotros”, comenta.
Tras el interminable trajín de maquinaria y operarios –las obras arrancaron en noviembre de 2021–, Agustín se mete en la piel de un ciudadano de a pie. “Ando bastante por la zona y evidentemente ha mejorado. Al anchar la calle, han dejado unas zonas verdes majas. Yo habría puesto algún aparato más para los niños. Incluso habría cubierto esas zonas porque el día que llueve no hay manera de que disfruten de los columpios, pero tiempo al tiempo”.
“ Hemos perdido casi el 70% de clientela porque prácticamente no se podía acceder al bar ”
Agustín González - Encargado de Haro’s Tavern
Aunque no se ha cortado ninguna cinta inaugural, los vecinos llevan meses disfrutando de los tramos remodelados, de sus bancos y su fuente ornamental. “Lo que más se ve son padres con niños. Hay gente mayor que pasea, que aprovecha los bancos, pero es que el tiempo tampoco ha acompañado”, lamenta.
Cuando sí que ha brillado el sol han estrenado este oasis urbano vecinas como Carmen González, que lleva más de medio siglo residiendo en la zona. “Me encanta cómo la han dejado porque hay cositas para los niños, jardines con plantas y bancos y hace menos corriente que en Doctor Areilza”, da fe esta nonagenaria, propensa a coger frío.
Aunque durante las obras ha evitado transitar por la calle, convertida en una carrera de obstáculos con riesgo de tropezón, Carmen ha vuelto a las andadas, María Díaz de Haro arriba y abajo, con parada en un banco para ojear el periódico o una revista. “No me gustan los corrillos ni el chismorreo. Hay personas que te preguntan hasta a qué hora te acuestas”, argumenta, más que feliz con su nuevo remanso de lectura.
“Parecían trincheras”
“Ha quedado muy bonito, sí”. Lo dice convencido, pero sin mayor muestra de entusiasmo, Luis María Pérez, conserje del portal número 31 de María Díaz de Haro y un espectador privilegiado, por decir algo, de cómo una calle se hace trizas para renacer. “Ha sido un poco caótico. La gente solo se da cuenta del final, de lo bien que ha quedado, pero los que hemos estado aquí sabemos todo lo que conlleva”, dice nada más guardar el cubo y la fregona en un cuartito del portal. Como poco, conlleva molestias. “Las obras parecían trincheras. Había que pasar a los portales con pasarelas y ha sido muy complicado, sobre todo, para la gente mayor”, se hace eco Luis María.
Para él, que ha tenido la zanja al ras de su puesto de trabajo, también ha supuesto inconvenientes. “A mí me ha acarreado muchísimo trabajo, supongo que como a todo el mundo, pero cuando tienes un objetivo y el final va a ser bonito, como es el caso...”, comenta.
Para más inri, dice, le han “coincidido obras dentro y fuera del portal”. Una pura lucha contra la suciedad, que ha aguantado estoico. “Al principio intentas tenerlo limpio y te sientes impotente, te estresas y tienes que cambiar el chip. Llegas a la conclusión de que tienes que dosificar e intentar sobrellevarlo porque si no, es imposible”. Es un barrer y fregar y no acabar. Ahora, en cambio, cosecha los comentarios de los vecinos, que “dicen que ha quedado precioso”. “Lo van usando poquito a poco. La gente está muy contenta”.
Clientela dividida
“ El que sale de paseo no compra y el que viene al parque, solo un plátano o una mandarina ”
Raúl Guzmán - Empleado de la frutería María Díaz de Haro 45
No toda, claro, porque en la frutería María Díaz de Haro, 45, donde trabaja Raúl Guzmán, tienen a la clientela “dividida”. “Algunos creen que haber dejado un solo carril es muy poco siendo el ingreso a Bilbao. En todo María Díaz de Haro tampoco hay garajes y no encuentran lugar para aparcar. Además, cuando viene alguna patrulla o carro de emergencia los vehículos de delante no saben dónde desplazarse o si ocupar el carril bici”, explica.
Al negocio también le ha afectado. “Antes, al haber más carriles, la gente hacía pedidos y podía cogerlos pronto. Ahora, como no hay dónde aparcar siquiera un rato, ese grupo ya no viene”. Los viandantes atraídos por la zona peatonal no compensan. “El que sale de paseo no compra y los que vienen al parque, lo justo, un plátano o una mandarina”.