pamplona –En un momento en el que el feminismo ha resurgido, y "la palabra feminista ha pasado de ser un insulto a constituir una identidad de masas", hay que aprovechar "para crear una agenda común", especialmente en relación a las violencias contra las mujeres para crear estructuras "que impidan volver atrás en la consecución de derechos". Así lo asegura la profesora e investigadora Maria Gorosarri González, que tras años de investigación ha publicado Contra la banalización del feminismo con el objetivo de "proponer una arena de movilización por una causa común: el derecho de las mujeres a una vida libre de violencias".
Acaba de publicar 'Contra la banalización del feminismo'. ¿Cree que después del auge del Movimiento el feminismo está banalizado?
–La cuestión es que para que el feminismo se expandiera se creó la idea de que cualquier persona que apoyara la igualdad entre hombres y mujeres era feminista aunque no lo supiera. A día de hoy sí se ha dado ese paso de que las personas se autoidentifiquen como feministas, pero eso no supone ningún compromiso ni ninguna práctica.
Cita su malestar en torno a determinados discursos y situaciones. En el mismo movimiento feminista hay "tensiones internas" con varios temas, como la interseccionalidad, la pornografía, o la prostitución.
–Son temas que aparecen en el libro porque se supone que dividen el feminismo. La idea de la interseccionalidad es una idea estadounidense que parte del fracaso de lo que en Estados Unidos se llama la segunda ola, que no sabíamos si el sujeto incluía a otros grupos de mujeres. Sin embargo, en el caso europeo la idea de interseccionalidad solo sirve como un análisis para explicar la sociedad, no es una práctica política. Y es que en Europa el feminismo siempre se ha articulado en las luchas sociales, en las manifestaciones y en las huelgas obreras desde el siglo XVIII. Por lo tanto, esa idea es diferente a la de Estados Unidos, que se organizó en base a movimientos más religiosos y antiesclavistas para llegar al sufragismo. Considero que son dos relatos diferentes.
¿Y en el caso de la pornografía y la prostitución?
–Aquí pasa lo mismo. En Estados Unidos no solo había otro debate, si no que hubo otras maneras de afrontarlo, como juntarse con partidos de derechas más moralistas para prohibir la pornografía. En Europa a día de hoy todas las corrientes feministas critican la pornografía para hombres heterosexuales, la común, gratis y la que es tan violenta y brutal. Y en cuanto a la tercera, la prostitución, yo entiendo que ya está regulada. Una mujer que quiere dedicarse a esta actividad se da de alta como autónoma y ya puede cotizar hasta la edad de jubilación. Lo que se discute es el sistema de prostitución no autónoma, y yo en ese debate no entro porque entiendo que va en contra de nuestros propios intereses. Quien quiera que se mantenga ese sistema, los hombres que acceden a la prostitución, que nos ofrezcan alternativas. Que sean ellos los que luchen. La prostitución autónoma es legal y está permitida, por lo que no quiero entrar en esos debates.
En una época en la que el feminismo ha resurgido, ¿resulta imprescindible recordar también que autoidentificarse como feminista "no es garantía de evitar la sumisión femenina"?
–A día de hoy autoidentificarse como feminista es parte de cada cual. Simplemente es embarcarse dentro de una ideología política o una teoría política, pero no implica ninguna práctica. Por un lado no implica que nuestro día a día sea feminista, pero lo que es más grave, no implica que estemos prevenidas frente a la violencia machista hacia nuestra persona o hacia el resto.
¿Sirve de algo el discurso feminista "aceptado" o de "moda" sin el consiguiente cambio social y en las estructuras que posibiliten cambios reales?
–Eso es lo que planteo. Teniendo en cuenta que mucha gente se autodenomina como feminista aprovechemos este movimiento para crear una agenda común, especialmente en relación a las violencias contra las mujeres para crear estructuras que aunque cambie el gobierno no volvamos atrás en la consecución de derechos. Aprovechar que está de moda para afianzar derechos que aún nos faltan.
Asegura que el movimiento feminista vasco se encuentra en la encrucijada de su historia reciente. ¿En qué sentido?
–A día de hoy hay muchísima gente que participa en las manifestaciones, y también implica que cada grupo de gente viene con sus circunstancias sociales. Por eso, en las manifestaciones feministas coinciden varias simbologías de diferentes ideologías. Por ejemplo, los aplausos que eran típicos al acabar las manifestaciones contra ETA, de la lucha armada cambiando alguna palabra por feminismo. Es un nuevo ámbito donde están convergiendo dos vertientes de la sociedad vasca que hasta ahora no se daban. Y hay que analizarlo para saber hacia dónde nos debemos dirigir.
¿Qué papel cumplen o deberían cumplir los hombres?
–Quieran o no, todos los hombres se benefician de la opresión de las mujeres. Es verdad que a nivel individual no pueden superar esos privilegios. Por ejemplo, hablo de uno que es muy gráfico, el de la atención médica. A todas las mujeres, las mascarillas nos quedan grandes. ¿Por qué? Porque la medida de la medicina sigue siendo el hombre. No pueden evitar que nos queden grandes. La cuestión de que se beneficien de ser el grupo dominante no se puede superar de manera individual. La cuestión es si deben ser aliados o no, aunque esta palabra no me gusta. En todos los movimientos políticos y sociales siempre ha habido personas del grupo dominante que han participado en la liberación, en la justicia. Los hombres tienen que participar con compromiso feminista en nombre de la justicia, no en nombre de una identidad feminista, que es lo que les puede pasar a muchos hombres de nuevas masculinidades.
"Autoidentificarse como feminista no supone ningún compromiso ni ninguna práctica"
"Todos los hombres, quieran o no quieran, se benefician de la opresión de las mujeres, aunque no sean conscientes"