Encabezó la dirección política del referéndum del 1-O y, vista la respuesta represiva del Estado, Marta Rovira (25-I-1977, Vic) optó por el exilio en Suiza hace casi un lustro ante el convencimiento de que el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena dictaría prisión preventiva. Desde la distancia de una videollamada, pero muy cercana en su discurso y trato, la reelegida secretaria general de ERC desbroza los avances con el Gobierno español sin desdeñar el fin que le alejó de su entorno: la independencia. Y, sobre todo, el derecho a decidir.
"Hoy empiezo un camino duro... "
-Sí, así arrancaba la carta en la que anuncié que me iba al exilio.
¿Cómo recuerda ese momento?
-Lo que recuerdo es la incertidumbre. Yo hacía tres semanas que había comparecido ante el Tribunal Supremo, que me había impuesto unas medidas cautelares -pasar cada 15 días por el TSJC a firmar y una fianza de 60.000 euros-. En libertad condicional, yo había decidido quedarme y afrontar lo que fuera, pero recibir la resolución que me citaba otra vez y decía textualmente que había que revisar personalmente las medidas cautelares me invitó a tomar la decisión contraria. Estaba muy claro que iban a dictar prisión provisional. Intenté convencer a los que se quedaron de que lo hiciéramos juntos y me quedé sola. Tuve la sensación de que era el único momento en el que iba a poder decidir y, como sentí que íbamos a cumplir una sentencia que estaba muy dictada, pues di el paso. Y lo hice más como madre que como política. Tenía una hija de seis años y tenía unas ganas locas de luchar por aquello que no me tendrían que robar con una acusación desproporcionada. Quería salvar mi vida y estar con mi hija, ejercer de madre (se emociona), porque el resto era una absoluta incertidumbre. Encontré también, desde lo político, un sitio desde el que luchar.
Han pasado casi cinco años. ¿Tomaría ahora la misma decisión?
-Volvería a hacer exactamente lo mismo y aún estoy gestionando cierta incertidumbre. Valoro muchísimo lo que he invertido este tiempo haciendo de madre, regalándonos tiempo como familia, y lo que he podido hacer trabajando en el área internacional, que estaba muy poco trabajada. Haciendo balance, creo que sido muy útil para Esquerra Republicana. Yo entendía muy bien qué era la represión, cómo se tenía que jugar políticamente y estoy muy agradecida a ERC por que me haya dejado ejercer.
No son pocos los que han reprochado la disparidad de elección entres quienes optaron por el exilio y los que acabaron en prisión.
-Son discusiones internas dentro del movimiento independentista que solo restan, generan contradicciones innecesarias e inútiles. La represión tiene muchas caras, y la cárcel y el exilio son dos caras de la misma moneda. Aquí hay una parte de decisión personal que corresponde a cada afectado. Todo el mundo ha podido decidir y eso es lo importante.
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¿Qué sentido tiene que el Supremo le mantenga aún hoy la acusación por rebelión cuando ya hubo una sentencia por el 'procés' y los encarcelados ya están indultados?
-Habría que preguntárselo al Tribunal Supremo a ver qué responde. Desde el punto de vista procedimental, mi situación está en una pieza separada, fuera de la principal, y el auto de imputación está absolutamente cerrado. Ya lo recurrí en su momento y es un auto firme. Para que cambie, tendría que comparecer ante el Supremo, y aquí está la dificultad. Si comparezco y esta pieza separada se abre, las medidas cautelares que se me van a aplicar serían las de la rebelión, y al ser un delito gravísimo, acabaría en prisión provisional. Si esto no lo cambian de oficio, compareciendo yo misma es muy difícil que cambie. Es una situación diabólica.
Con la supresión del delito de sedición tampoco tiene garantías.
-Hay lo que hay. Al final, de momento no quiero hacer otra valoración. Es una situación que parece irresoluble. Pero es que además el nuevo Código Penal aún no se ha aprobado y no es bueno hacer juicios prematuros. Falta por ver también cómo queda el delito de desórdenes graves y cómo lo van a aplicar los tribunales. Necesito unas circunstancias más claras. Mi hija es aún menor de edad, tiene once años, y aquello que me motivó para irme aún sigue vigente.
La pugna independentista ha llevado a Junts a señalar que el objetivo de ERC con la reforma de la sedición, acordando también la de la malversación, y dando el plácet a los Presupuestos, se hace a cambio de facilitar la vuelta de Rovira.
-No obedece a nada. Me parece muy injusto que se quiera personalizar en mí cuando encima no me da condiciones ni me garantiza volver. Me molesta porque nosotros somos republicanos y nuestro eje de acción política es el interés general, y con ello me refiero a reducir la capacidad del Estado de aplicar la represión política. Aquí está claro lo que ha pasado. Había delitos que estaban redactados de manera genérica y eran los tribunales los que decidían cómo aplicarlos. Y había que luchar para que los delitos políticos salieran del Código Penal español con el fin de que se ajuste a los derechos humanos y a todo el ordenamiento penal europeo. Además, tras la sentencia del 1-O, la sedición se podía achacar a cualquier persona que se resistiera a la autoridad, proteste, y esto puede afectar a todos los movimientos sociales, a toda la movilización popular, al derecho de manifestación y protesta. Se podrían perseguir sindicalistas, personas que evitan un desahucio injusto... Es decir, lo que hemos querido es cargarnos un delito político decimonónico y que daba margen de arbitrariedad. Lo explicó muy bien Gabriel Rufián: le estamos quitando un juguete a una parte de la judicatura que ve el Código Penal como un instrumento para hacer política. Este desgaste táctico no viene solo del independentismo, también hay intereses en decir esto por parte de actores políticos del Estado español para bloquear la reforma diciendo que "esto es por Rovira", y así tratar de desgastar a ERC o el PSOE. Esquerra está logrando reducir la represión, garantizar derechos fundamentales, libertades civiles y políticas, para defender la causa de la república catalana y el referéndum.
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También sugieren que, a la inversa, conduce a hacer viable la extradición de Carles Puigdemont.
-No tiene nada que ver. Esto está analizado por nuestros abogados para que todos estos efectos no se produzcan. Tenemos muy claro dónde queda encuadrada esta reforma, que es en el marco del proceso de negociación. Si el Gobierno del Estado tiene todos los recursos y liderazgos políticos de su lado, y nosotros estamos sentados en esa mesa, con un desequilibrio brutal en las condiciones -hemos pagado casi 15 millones de fianzas al Tribunal de Cuentas en este proceso, y somos los que tenemos represaliados-, la agenda que priorizamos es la antirrepresiva. Cuando hemos visto la posibilidad de sentar al Gobierno en una mesa de diálogo y negociación, lo hemos hecho y hemos tenido hasta fuerza política para ello, condicionando la investidura de Pedro Sánchez. Tenemos que pasar por aquí también. Hasta ahora no habíamos tenido la ocasión de hacerlo. El proceso independentista tiene que pasar también por esta fase. Nos lo dice todo el mundo en el exterior cuando fuera pedimos democracia y referéndum. Nosotros sabemos perfectamente que la independencia la queremos y la vamos a ganar en un referéndum. Cuando sentamos al Gobierno al otro lado de la mesa lo que hacemos es visibilizar el conflicto a nivel internacional. Lo que conseguimos es que el Ejecutivo español salga de su zona de confort porque siempre había negado la existencia del conflicto político. Solo hablaba de un problema de convivencia en Catalunya. Y además nos sentamos como una parte más. Hay dos: Catalunya y España. Hay un 80% de ciudadanos en Catalunya que quiere votar y el Estado español lo niega. ¡Pues aquí está el conflicto! Confrontemos el análisis y las soluciones. ERC ha notado el antes y el después de sentarnos en una mesa. ¿Cómo acabará? Con un referéndum pactado, o con mayor legitimidad para el independentismo por haberlo intentado.
Sin embargo, Sánchez y sus ministros se jactan de haber implosionado la unidad independentista, de haber puesto fin al 'procés' y rechazan de plano el referéndum.
-Es su construcción del relato. ¿Si tenemos confianza en esa otra parte? No. ¿La vamos a tener? No lo sé. Se están moviendo cosas y hay resultados. Hemos disminuido su capacidad de aplicar la represión. Y creo que con menos represión habrá más facilidad de entendimiento entre los propios independentistas. La división no la provoca una mesa sino la represión. En el momento en que esto no vaya a más o exista alguna vulneración de la confianza, etc, pues ya lo explicaremos. Esto no es de hoy para mañana. No está todo pactado aún y no hay un relato conjunto. Esta legislatura no da para entrar en la agenda más política del proceso de negociación.
¿Solo ERC ha hecho autocrítica en el mundo independentista?
-No existe un análisis conjunto de todos los actores independentistas. Y si existiera, si hubiéramos visto las fortalezas y debilidades de lo ocurrido en octubre de 2017, no estaríamos en este debate de propuestas tan distintas. Esquerra ha intentado hacer autocrítica, pero es que nosotros queremos ganar, y para ganar y seguir en el camino con el mismo objetivo, o haces autocrítica o te autoengañas. La sociedad catalana demostró movilización y capacidad democrática el 1-O. Cuando más transversalidad demostró este movimiento es cuando se pudo poner la urna. Esto es parte de la lección. Al final, el referéndum tuvo dos velocidades, en función del territorio y perfil sociológico de nuestro país. Fue una lección muy dura ver que grandes ayuntamientos no ayudaban dejando la puerta abierta a la amenaza. ERC ha hecho autocrítica y al mismo tiempo ha reprogramado la hoja de ruta teniendo en cuenta las circunstancias.
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¿Mantiene interrelación con Puigdemont, solo sea por empatía?
-Si le digo que sí o que no, me haré trampas. Lo que no es justo es que el expresident Puigdemont y yo no nos podamos ver, sentar, debatir, hablar, estar en mil reuniones... Esto hace cinco años que no podemos hacerlo y es culpa de la represión política. Se atribuye muchas veces la división interna del independentismo a que no se hacen esfuerzos. Y es verdad, hay que poner mucho de nuestra parte. Pero la represión nos dificulta ejercer nuestros derechos políticos en libertad.