Araba

Mártioda cura al 67% de los 814 animales heridos ingresados

Pertenecen a 114 especies silvestres; el 73% aves y el resto mamíferos y reptiles, en menor medida. Atropellos y golpes son causas frecuentes de su paso por la UCI. El centro renueva instalaciones
Ricar, Patricia, Rakel, Marta y Mikel acariciando a Artza en Mártioda; atendiendo a un animal; armarios a la entrada para depositar especies heridas y voladero.

Un cernícalo extiende sus alas dentro del voladero circular. “Es el mejor que tenemos para muscular, los animales se recuperan en menos tiempo y salen más fuertes porque les obliga a volar en círculo”, explica Patricia Lizarraga, veterinaria coordinadora en Mártioda. En el mismo hegatoki, un azor se recupera de la inflamación que sufre en una garra. “Vuela bien, pero antes de soltarlo tenemos que asegurarnos de que también es capaz de cazar”, cuenta Lizarraga al tiempo que muestra los recintos en los que estas aves se alimentan de sus presas antes de devolverlas a su medio natural.

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Ambos ejemplares se recuperan en el centro de rehabilitación de fauna silvestre de la Diputación de Álava, al igual que otras aves, mamíferos y, en menor medida, reptiles. En el hospital de Mártioda han sido atendidos 814 animales el último año, pertenecientes a nada más y nada menos que 114 especies diferentes, una tendencia similar a la de pasados ejercicios. Su índice de recuperación es alto, alcanza el 67%, lo que satisface al personal del centro. “Estamos satisfechos, el porcentaje está dentro de la media, quizá un poco por encima de otras instalaciones”, puntualiza la veterinaria.

Desde finales de mayo empiezan a entrar las primeras crías, tanto de pollos como de mamíferos y, a partir de ahí, es un no parar en junio, julio y agosto, pero el goteo de animales heridos que ingresan se prolonga durante todo el año. Es a partir de ahora, cuando comienzan a liberar a los animales ya sanados. “No los soltamos hasta que tenemos la certeza de que van a ser capaces de sobrevivir por sí mismos”, indica Lizarraga. Apunta que la duración del ingreso varía según el animal y su mal, pero en general, ronda el mes y medio.

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Las especies más habituales son las aves, llegan muchas más que mamíferos, y no solo pájaros, muchas rapaces: buitres o águilas. Como curiosidad, este año les ha entrado una oropéndola, que no es habitual, y mucha ardilla; también zorros, garduñas, lirones. “Recogemos todos los animales que son silvestres”, concreta la veterinaria.

Caídas, atropellos, golpes contra cristales, malnutrición y abandono son motivos frecuentes por los que los animales acaban en el centro: pollos que se tiran o caen de los nidos, otros que se quedan huérfanos incapaces de alimentarse; mamíferos y aves con traumatismos; ejemplares heridos al cambiar de una madriguera a otra, atrapados en maquinaria agrícola, etc. La casuística es variada. En otros casos es la propia naturaleza la que hace que la madre abandone a la cría más débil ante la imposibilidad de alimentar a una gran camada.

A estos factores hay que sumar los provocados por la mano del hombre, ya sea por electrocución, cepos, intoxicación o envenenamiento. “Son casos más puntuales, no la mayoría; de hecho, el porcentaje es muy bajo, inferior al 1%, pero el trabajo que realizamos en Mártioda es muy importante, ya que toda la información que se extrae de las correspondientes necropsias sirve, por ejemplo, para requerir a los responsables de la red eléctrica que aíslen el tendido para evitar que se electrocuten más animales o acaba en manos de la Fiscalía si hay indicios de delito”, detalla Marta Olalde, jefa de sección de Espacios Naturales y Biodiversidad de la Diputación.

En lo que a enfermedades se refiere, apenas han tratado algún caso de moquillo en zorros y botulismo en aves, más en las acuáticas.

En Mártioda, Ricar y Mikel son los cuidadores, este último es, además, anillador, marca la edad, el sexo documenta los animales; Rakel lleva más los temas administrativos y de educación medioambiental con los escolares que, en ocasiones, acuden a conocer el centro y a la suelta de algún ejemplar, como hacen algunos ciudadanos que han rescatado ejemplares heridos. En otras ocasiones, el personal de Mártioda envía a los rescatadores vídeos de la liberación y la gente lo agradece.

De la UCI a musculación

Cuando un animal ingresa en el hospital veterinario, primero pasa por la UCI, después por un lugar intermedio en su recuperación, instalaciones que, precisamente ahora, se van a desmantelar y reconstruir porque están obsoletas. “Estamos rehabilitando las seis instalaciones”, anuncia Marta Olalde. Se refiere a una batería de jaulones para aves medianas en los que los animales pasan parte de su recuperación; después, cuando están mejor, se les traslada a las jaulas de musculación en las que “acaban de ponerse en forma”, aclara la veterinaria.

Mártioda es mucho más que un hospital veterinario. Detalla Olalde que en el centro “también detectan posibles delitos medioambientales, enfermedades emergentes que se dan entre la fauna silvestre y, además de realizar una destacada labor divulgadora con escolares, colaboran con investigadores en proyectos y estudios para los que nos piden muestras e incluso entrenamiento de perros para detectar casos de muertes por electrocución, por parques eólicos o especies amenazada”.

19/09/2022