El Adagio de Albinoni se rebautizó al castellano como Ausencia con unos versos que vienen al caso: Me mata la soledad (...) Es mi cárcel esperar. La Diada de la discordia independentista discurrió ayer en su acto central, organizado por la Assemblea Nacional Catalana (ANC), con una baja significativa: la de Pere Aragonès y, por extensión, la de su partido. Quizás al presidente de ERC, Oriol Junqueras, alguien le recordó estos días lo que él espetó a Artur Mas cuando anunció hace una década que no acudiría para preservar su perfil institucional: “Si el president no va a una manifestación que pide la independencia, minimiza la petición que se hace en esta marcha”. Maldita hemeroteca. Aunque este hecho pululó en el recorrido y durante toda la jornada, en la que no pocos ciudadanos reprocharon su conducta a los republicanos, la movilización resultó un éxito dadas las circunstancias. La entidad civil soltó la cifra de 700.000 asistentes, rebajada por la Guardia Urbana hasta los 150.000, que en todo caso ya serían 42.000 más que el pasado año. El independentismo, como proclamó el líder de Òmnium Cultural, Xavier Antich, busca “cómplices” porque “esto no va de buscar culpables”. “Resignarnos a seguir como hasta ahora o permitir que sigan creciendo las peleas, o nos confundamos de enemigo, no es ninguna opción”. Más esperanza y menos reproches. Ese es el clamor de una calle que apeló a hacer valer la legislatura del 52% o a diseñar un proyecto conjunto revestido de certezas y ambición.
La atmósfera no es la de aquella revolución de las sonrisas que acuñó la fallecida Muriel Casals pero todavía se piensa que no basta con torcer el gesto y agachar la cabeza. Es hora de recomponer los puentes, los internos, y plantar cara al Estado español, aunque los efectos de la represión permanezcan vigentes y en el aire planee la imposibilidad de hacer efectivo un nuevo referéndum a corto plazo, como sugirió Aragonès, aunque promete “votar” por la autodeterminación. Quizás a finales de mes, en el debate de política general, se abra una ventana al optimismo, o se retuerzan más los callejones del laberinto, pero la marea humana proclive a la ruptura sigue haciéndose notar. Tanto en las urnas como sobre el asfalto. Entre las 17.14 y las 18.20 horas se produjo en las calles de Barcelona, y en toda Catalunya, un maremoto de reivindicación. Políticamente hubo llamadas de atención. Sobre todo la del secretario general de Junts, Jordi Turull, partido que asistió en pleno, que señaló hacia arriba, al Jefe del Govern: “No puede ser que cuando tienes el resultado en votos te olvides de la calle, que justamente es la que ha dado esta gran fuerza al independentismo”. Falta por vez por qué vía opta JxCat una vez escudriñe al completo si se cumple o no el acuerdo de gobierno.
Reproches desde el civismo
Sin incidentes relevantes, sí que ondearon pancartas con lemas de censura: “Traidores, no os volveremos a votar”, “Los partidos nos habéis traicionado”, “Botifler, yo no te votaré” o “Govern: DUI o dimisión”. Claramente dirigidos a Esquerra aunque Junqueras los replicó con antelación: “No nos hará callar nadie ni tememos a nadie; ni a aquellos que se visten con togas ni a quienes se esconden en el anonimato para insultarnos y amenazarnos”. Tornem-hi per vèncer. Independència (Volvamos para vencer. Independencia) fue el lema escogido por la ANC para devolver la ilusión. Además de congratularse de que las polémicas recientes no provocaron una desmovilización entre la feligresía, su presidenta, Dolors Feliu, tal y como reflejó ayer en una entrevista a este periódico, avisó a la clase política de que “si este Govern y este Parlament se ponen de espaldas, hay suficiente masa en Catalunya para hacer una lista cívica que sirva para hacer la independencia” a través de una elecciones plebiscitarias. Por ello, “pedimos a nuestros representantes sinceridad, valentía y decisión, no nos podemos permitir escenarios de acudir siempre a las urnas sin esperanza ni horizonte votando las migajas de unas políticas autonómicas que no queremos. ¡Basta! No más engaños”. “No podemos dejar el 52% de voto eternamente cautivo. No más inmovilismo”, plasmó la dirigente de la ANC, cuya sede amaneció atacada con cuatro banderas rojigualdas pegadas en el cristal.
“O independencia o convocad elecciones. ¡Independencia o elecciones!”, clamó Feliu. “¡Somos tan diferentes de Escocia! ¿Merecemos que nos peguen como el 1-O? ¿No piensa hacer nada Europa?”, se había cuestionado antes, evocando además el Catalangate o cómo Pedro Sánchez se jactó de ser un gran valedor del 155. Antich, por su parte, se congratuló del comportamiento de quienes no se quedaron en casa pese a que “mucha gente trabajaba para que no llenáramos las calles y que esto acabara en un abucheo [o en insultos]. Sin embargo, aquí estamos porque sabemos que la lucha continúa, no se ha acabado nada, no tenemos la República catalana”. El estandarte que supone el 1-O “lo conseguimos porque sabíamos dónde íbamos e íbamos juntos”, ejemplificó, llamando a retomar aquel espíritu.
El quinto aniversario del referéndum está al caer y el emplazamiento a no emborronar la efeméride con más divergencias en el mundo independentista está lanzado. Antoni Castellà, portavoz de Demòcrates y miembro del Consell per la República de Carles Puigdemont –vanagloriado voz en grito por muchos asistentes–, pidió a Aragonès que “ponga el sentido de Estado, el sentido de la institución, por encima del partido”. Entre el blanco de Òmnium y el negro de la ANC –que así iban uniformados– caben todos. Entre ERC y Junts, y la CUP, también. Por un pueblo libre y soberano.
El tuit
Y Pedro Sánchez, en catalán. No sabemos si, como alguno de sus predecesores, lo practica en la intimidad, pero Pedro Sánchez optó por el catalán a la hora de escribir un tuit en su cuenta personal de Twitter para reflejar su opinión sobre el escenario catalán. Un mensaje de felicitación con motivo de la Diada, una jornada que, a su juicio, sirvió “para celebrar y seguir trabajando por el reencuentro y el progreso de todos los catalanes y las catalanas”. Añadió además que la pluralidad social y cultural de Catalunya “es una riqueza para el conjunto de España”. El jefe del Ejecutivo español se despidió con un “Bona diada!” (Feliz Diada!) para resumir la jornada.