No son las coronas del Estado español ni del Reino Unido. Tampoco los Windsor, ni los Borbones. ¡Y se nota! Totalmente en contra de lo que podemos pensar, viendo la parafernalia que en Londres o Madrid se monta cada vez que la familia real respectiva pone un pie en las calles, en los países nórdicos los reyes, reinas, príncipes o princesas gozan de una vida más o menos normalizada. Con coronas, bailes de salón, vestidos pomposos y una partida pública que les despreocupa de llegar ajustados a fin de mes, eso sí, pero sin esa seguridad excesiva, reverencia o presión mediática de España, Inglaterra o Mónaco (por poner otro ejemplo). Y durante lustros, el Reino de los Países Bajos ha sido un buen ejemplo de que sus monarcas no son seres encerrados bajo la oscuridad y las medievales normas de palacio.
De hecho, siempre ha sido bastante normal ver a la princesa heredera Amalia de Holanda pasear en bicicleta por las calles de Amsterdam y La Haya sin escolta, como una adolescente más. Con discreta vigilancia externa, pero practicando una vida que resulta totalmente inconcebible para Kate Middleton o la princesa Leonor. Hasta tal punto los reyes Guillermo y Máxima siempre han apostado por normalizar la realidad de sus tres hijas (también la de Alexia y Ariane) que, coincidiendo con el inicio de la etapa universitaria de la heredera, animaron el pasado septiembre a su hija mayor a compartir piso de estudiantes, a pesar de que la sede del centro académico está en la misma ciudad. Una realidad que, dados los últimos acontecimientos, ha cambiado radicalmente, hasta el punto de que ha tenido que retornar bajo la protección de palacio.
Los Países Bajos se enfrentan desde hace años a un terrible problema con el crimen organizado, que ya se ha cobrado la vida de rostros influyentes, como el periodista Peter R. de Vries, a quien mataron a tiros en pleno centro de Ámsterdam en julio de 2021. Y ahora, dicha mafia ha dado un paso más poniendo a Amalia en la diana con numerosas amenazas de muerte. Un panorama muy complicado que ha reducido la vida de la princesa a ir a clase y regresar a palacio, sin otras paradas o visitas de por medio.