Bilbao – A las 24 horas de este martes termina el tiempo habilitado por la UEFA para inscribir nuevos jugadores en las competiciones europeas y de vísperas todo parece indicar que el futbolista que está llamado a reinar en el fútbol mundial al menos en la próxima década seguirá en su club actual, el Paris Saint-Germain. Sin embargo, dados los antecedentes de Florentino Pérez, del presidente del Real Madrid, con fichajes al toque de campana (Ronaldo Nazario, Sergio Ramos, Bale...) aún tiene un margen de maniobra, aunque sea de horas.
El ultimátum que dio el Real Madrid al PSG para fichar a Kylian Mbappé acabó a las 18.00 horas del lunes, pero ninguna de las tres partes confirmó la ruptura final de las negociaciones. La última oferta del club blanco por el delantero francés alcanzó los 170 millones de euros, más diez en variables asequibles. 180 millones en total, una cifra que considera muy generosa en estos tiempos de crisis a causa del covid-19, y más por un jugador que a partir del próximo 1 de enero podrá negociar con quien quiera y dejar el PSG en el mes de junio sin contrapartida monetaria alguna.
El diario L'Equipe, muy conectado con el club de Catar que preside Nasser Al-Khelaifi, aseguró que el Real Madrid llegó a subir la oferta hasta los 200 millones de euros, cantidad que tampoco ha sido aceptada por el club parisino, cuyos dueños tiene en dinero por castigo, están dispuestos a pagar 80 millones anuales al jugador por su renovación y mantiene la esperanza de que el proyecto construido para esta temporada, la posibilidad de formar parte de un equipo fabuloso, con un tridente ofensivo superlativo junto a Leo Messi y Neymar, terminen por quebrantar su deseo de formar parte del club más laureado del mundo.
Lo que el viernes parecía un fichaje inminente para más gloria de Florentino Pérez, que sueña con inaugurar el nuevo Santiago Bernabéu presentando a un jugador capaz de devolver la ilusión al madridismo, tres días después parece un imposible. De momento...
Los exégetas de la cosa futbolística interpretaron que el entusiasmo de Mbappé celebrando los dos goles que marcó el domingo al Reims, hurtando el protagonismo al mismísimo Leo Messi, era la prueba evidente de su decisión. Se queda, obviando lo obvio: que, generalmente, cuando un futbolista mete un gol de natural se pone muy contento.
Los deseos del jugador El sentido común sin embargo invita a pensar que si el Real Madrid está poniendo un dineral por fichar a un jugador que queda libre en junio es que cuenta con el beneplácito del pretendido, y si un futbolista está empeñado en cambiar de equipo acaba consiguiéndolo. Salvo en el PSG, un club que, como el Manchester City, aportan una clara anomalía al fútbol europeo. Sus dueños viven en Doha y Dubai, tiene mucho dinero y a Tamim bin Hamad Al Tani, emir de Catar y quien tiene la última palabra, le sobra orgullo como para dar su brazo a torcer.
El asunto Mbappé se ha convertido en un culebrón que puede terminar hoy o prolongarse hasta el próximo verano para seguir siendo un mar de conjeturas, rumores y filtraciones y un desierto de comunicaciones oficiales.
La última partió del director deportivo del PSG, el brasileño Leonardo, quien el pasado 25 de agosto convocó a una serie de medios para afirmar que el PSG no iba a retener a Mbappé contra su voluntad, aunque luego dejó bien claro que si el jugador salía de París lo haría "bajo las condiciones" del club galo. Una versión que respaldó el presidente del PSG, Nasser Al-Khelaifi, el pasado jueves tras el sorteo de Liga de Campeones. "Todo el mundo lo sabe; él lo sabe. Nuestra posición es muy clara y muy honesta", dijo.
Dicho de otra forma. El PSG quiere renovarlo, pero si el jugador lo rechaza y quiere irse, tendrá que ser a nuestro modo. Sus cálculo se van hasta los 220 millones de euros.
Entre tanto, Mbappé sigue callado, o como mucho utiliza las redes sociales para colgar una foto junto a Messi y escribir: "Tres puntos, dos goles, la noche perfecta". ¿Premonitorio?