Francia acreditó su condición de favorita propulsada por un Mbappé empeñado en exhibir sus enormes cualidades, siendo el autor de dos goles y sirviendo en bandeja un tercero a Giroud. El rol de la estrella gala resultó determinante para eliminar a Polonia, que sacó una versión muy diferente a la de la fase de grupos y funcionó como un bloque digno, dispuesto a vender cara su piel. En la primera parte generó bastantes problemas el combinado de Michniewicz, quien por fin dejó que sus futbolistas se expresasen, aparcando la especulación y un estilo ultradefensivo. Es lo que tiene afrontar citas a cara o cruz. Tenía que arriesgar o al menos intentar crear fútbol para eludir que el pronóstico se cumpliese por simple inercia y el cambio de actitud de los polacos permitió asistir a un espectáculo entretenido, bastante equilibrado hasta que Mbappé se decidió a dejar su impronta y presentó su candidatura a mejor jugador del Mundial.
Con el par de ayer, ambos en la recta final de la segunda mitad, ya acumula cinco tantos en su cuenta. Probó antes, pero se encontró con una dura oposición, pues Polonia además de funcionar en tareas de contención, no solo por la aportación de su formidable portero, se atrevió a adelantar líneas, presionó la salida francesa de su campo y tampoco eludió profundizar. Logró así incomodar a su rival, que arrancó con la directa y en vista de que no hallaba facilidades incluso perdió la iniciativa. El equitativo reparto de la posesión hasta el descanso constituye un indicativo elocuente.
Giroud, siempre él, adelantó a los suyos a un minuto del intermedio, tras cruzar con oficio un sutil pase interior de Mbappé. El propio ariete dispuso de una gran ocasión, malograda por la falta de tacto de Dembelé al trazar un servicio raso, paralelo, con excesiva fuerza. Pero pocos minutos antes, el peligro rondó a Francia en una acción donde hubo dos remates salvados sobre la línea de portería por Lloris y Varane. Esta sucesión de lances es el fiel reflejo de un duelo de alternativas, intenso, que sirvió para confirmar la transformación polaca así como las dudas de la tropa de Didier Deschamps, quien seguro que no esperaba encontrarse tantas dificultades.
El gran trabajo de Griezmann y Rabiot fue poco a poco desvaneciéndose por culpa de la solidaridad de los contrarios en labores de contención, si bien pareció que menos gracia le hizo a Francia tener que recular o verse agobiada en la salida por el tesón de unos contrarios pegajosos. El nuevo registro polaco se apoyó en la clarividencia de Zielinski, un interior formidable oscurecido hasta la fecha y que ofreció un cursillo en la distribución. Secundado por el empuje del resto, el media punta ambidiestro que brilla en el Nápoles fue indetectable para Tchouameni y fuente de desequilibrios. Francia tuvo que plegar velas.
Mbappé sentencia con dos golazos
Esta tónica, rota con el gol de Giroud, no tuvo continuidad en el segundo acto. La desventaja trajo consigo que Francia actuase con mayor inteligencia. Ya no tenía motivos para llevar la batuta, le bastaba con aprovechar los espacios de una Polonia necesitada, cuyo afán ofensivo era una invitación para las correrías de Dembelé y Mbappé. Se contabilizaron unas cuantas internadas que nadie acertó a culminar en los dominios de Szczesny, hasta que Giroud pudo montar un contragolpe, tres contra tres, que Mbappé clavó en la red con un derechazo imparable.
El golpe se dejó sentir en la moral de Polonia, impotente para reactivarse pese a los cambios ofensivos de su técnico. Lloris no volvió a intervenir, los avances morían lejos del área, también el severo desgaste de una batalla con muchas idas y vueltas se cobraba su factura. Y entonces, de nuevo se le encendió la bombilla a Mbappé. Su maniobra en un espacio reducido, rodeado de defensas, fue sencillamente perfecta. Amago, recorte, otro amago y un nuevo cañonazo, esta vez cruzado, que entró por la escuadra pese al esfuerzo del meta, que tuvo que conformarse con tocar levemente el cuero. Listo, el 3-0 acaso no hacía justicia al rendimiento polaco, aunque de algún modo certificaba la superioridad técnica y física de Francia, en cuyas filas la calidad brota a borbotones.
La anécdota de la tarde tuvo lugar con el tiempo añadido casi vencido. El VAR advirtió al árbitro de que un defensor había desviado con un brazo un centro sin destinatario preciso. Lewandowski cogió el balón, deseoso de poner broche a su mediocre paso por Catar y necesitó de dos intentos para superar a Lloris desde los once metros. Había malgastado un penalti frente a México y puede decirse que calcó el tiro en primera instancia, con una ridícula carrerilla adornada con 'paradinhas' y demás que evocaba al guasón Neymar. En el segundo intento, Lewandowski descolocó a Lloris y pudo sonreír, pero la verdad es que pocas razones albergaba para ello.