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Mundial

Mbappé y una gran desazón en el Mundial de Catar

El ‘hat-trick’ que firmó no sirvió para conquistar su segundo título y se consuela con el pichichi del Mundial
Kylian Mbappé observa con frustración la bota de oro que le consagra como pichichi del Mundial.
Kylian Mbappé observa con frustración la bota de oro que le consagra como pichichi del Mundial.

A Kylian Mbappé, que mañana martes cumplirá 24 años de edad, se le quedó una cara de incredulidad. Tenía motivos para ello. Una imagen vale más que mil palabras. Su rostro no mostró ápice alguno de satisfacción cuando recogió el trofeo que le acredita como le máximo goleador del Mundial gracias a sus ocho dianas. La bota de oro no le servía como consuelo. Se le había escapado, a él y a su selección, la conquista de la segunda corona mundial de manera consecutiva, un hito del que solo pueden presumir Italia y Brasil, en la tanda de penaltis, más fatídica que nunca. El futbolista del PSG emergió como la gran referencia de les bleus cuando la tropa de Didier Deschamps, la única huella vasca en esta monumental final, estaba noqueada con el provisional 2-0 a favor de Argentina. Ejerció de líder cuando en los 80 minutos anteriores apenas hubo rastro de lo que se pide a un futbolista de la relevancia suya. Y Mbappé es el adalid de esta Francia. No fue tampoco ni mucho menos el perdedor de su duelo particular con Leo Messi, su compañero de equipo. Incluso, fue un pelín mejor que el rosarino si se tiene en cuenta que ejecutó un hat-trick frente al doblete de un Messi liberado y que agranda su ingente palmarés con el único título que le faltaba. Mbappé lo conquistó en Rusia con 19 añitos. Entonces era un recién llegado a la cúpula del fútbol. Un cuatrienio después asoma como el gran favorito a suceder en el trono a Messi como mejor jugador del mundo.

Mbappé quiso el protagonismo de una final inolvidable cuando eran muy pocos los que confiaban en el renacer de Francia. Kylian cogió galones en el momento en que se asoció con Kolo Muani, que compareció en el minuto 41 en lugar de Olivier Giroud en un doble cambio sorprendente de Deschamps, que también retiró en ese mismo instante a Ousmane Dembélé y dar entrada a Marcus Thuram. El de Baiona arriesgó y acertó, aunque tuviera que esperar al mágico minuto en el que Mbappé transformó, primero, un penalti cometido sobre Kolo y pasados unos segundos se sacó una volea marca de la casa tras conectar con Thuram. Mbappé lideró la reacción gala e incluso pudo hacer el tercero poco antes de expirar el tiempo reglamentario. El partido se había convertido ya en una oda al fútbol y en la prórroga se acentuó el éxtasis. Mbappé estaba lanzado y la amenaza a Argentina se había convertido en un sinvivir para la albiceleste, a la que salvó Messi con su segundo gol a falta de diez minutos.

El 3-2 parecía definitivo hasta que Montiel cometió otro penalti con un mano dentro del área. Minuto 118 y Mbappé volvió a sumir la responsabilidad. Es una cuestión de fe en sí mismo. La gloria seduce y el futbolista parisino la quería. Volvió a batir al Dibu Martínez, a la postre héroe de Argentina, desde los once metros. Se trataba de su octavo gol en Catar y el décimo segundo en un Mundial (marcó cuatro en Rusia). Un hat-trick, el segundo en una final tras el firmado por el inglés Geogreffy Hurst en la de 1966 ante Alemania. La suerte se abrazaba a la ruleta rusa de la tanda de penaltis. Mbappé de nuevo cumplió. Por tercera vez en el mismo partido no fallaba desde los once metros. Messi también acertó de seguido en su lanzamiento. Los dos astros ya habían dicho lo que tenían que decir en la finalísima. Les tocaba a los otros. O sea, tanto Mbappé como Messi ya no podían controlar lo que pudiera suceder a partir de entonces. Y sucedió que la fortuna sonrió a Messi y a su Argentina para la desazón más profunda de Mbappé, que ejecutó el hat-trick más amargo de su carrera. Como dice uno de los tópicos, c’est le foot.

2022-12-20T08:37:03+01:00
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