En 2007 El Mentón de Fogarty debutó con un álbum, Días Rojos, publicado con la multinacional Warner, que fue un bombazo. Durante cinco años, aquellos amigos siguieron publicando discos con regularidad y propulsaron un cambio de tendencia en la música pop del momento en Bizkaia. Tras un largo parón, la banda liderada por el vocalista Gorka Álvarez (45 años) retomó la actividad musical en 2019 con el EP EMDF.
El single más reciente de El Mentón de Fogarty -o El Mentón, como se les conoce popularmente- es la sentida balada Me falta el valor para mirarte, que formará parte de su próximo EP, de título muy Beatle: El submarino amarillo. Este viernes actúan en la sala Kafe Antzokia de Bilbao, que se conocen al dedillo, y en la que, aseguran, harán que el público vibre “en un viaje lleno de buena música, melodías agradables y coros que evocan la esencia de Liverpool”.
La música de El Mentón de Fogarty suele ser sinónimo de buen rollo. Sorprende la publicación de una balada romántica de corte clásico con cuerdas y piano como la de Me falta el valor para mirarte. ¿Es un síntoma de madurez? ¿El grupo ha entrado en otra fase musical?
-Espero que no, ¡ya sabes! [risas]. Si la fruta madura mucho, se acaba pudriendo. Esta es una canción pequeñita. Es una canción que va a contracorriente de la música rápida de hoy. En slow motion. Es la canción de alguien vergonzoso que mira desde atrás.
Explíqueme cómo es eso de que van a “eliminar por completo” el término aburrido del diccionario con el próximo concierto en el Kafe Antzokia de Bilbao.
-Intentaremos, como siempre, convertir el concierto en una gran fiesta de alegría y buen rollo y le cantaremos con ese mismo entusiasmo a las pérdidas y los fracasos.
La emblemática sala cumple 30 años en 2025. ¿Qué es lo más mágico o surrealista que le ha pasado allí?
-Hemos tocado muchísimas veces en el Kafe Antzokia. Una vez hice el concierto con 39 de fiebre. No sé ni cómo acabé el concierto. Es una sala especial. Me encanta esa tradición de cenar todos juntos (técnicos y músicos) antes del bolo.
Con El Mentón de Fogarty ha sido recurrente el debate sobre si practican música pop o rock. ¿Es una dicotomía tramposa que surge, tal vez, por la etiqueta de ciudad rockera que arrastra Bilbao?
-Yo diría que hacemos pop. Nuestra idea siempre fue tocar canciones y melodías pop con garra, especialmente en los conciertos.
Los Beatles, Los Rodríguez, Tequila… Son los nombres habituales que salen asociados a sus influencias, pero seguro que hay otros grupos de los que también son seguidores acérrimos.
-Nos gusta mucha música muy diferente, siempre ha sido así. Yo me eduqué con los discos de mi aita y ahí había desde Weather Report, Pat Metheny, Steely Dan, Yes, Serrat, Bach… En las guitarras creo que la forma de tocar de Noel Gallagher nos ha influenciado bastante. Se ajusta muy bien a eso de tocar canciones pop un poco guarras. Antes de grabar este último single, hablábamos de Ennio Morricone, que es uno de mis compositores favoritos de toda la vida. Un batiburrillo bastante curioso, ya ves. Nunca nos hemos cerrado a la música que nos gustaba, y los compositores clásicos son una fuente inagotable de inspiración y de melodías.
Con el álbum de debut Días rojos (2007) alcanzaron el estrellato, pero no todo el mundo sabe que ya llevaban picando piedra desde finales de los 90. Recuerda un poco a otro caso de éxito como el de Vetusta Morla, por ejemplo. ¿Cómo fueron esos inicios en la sombra?
- ¡Nosotros no hemos alcanzado ni de lejos el éxito de Vetusta Morla! Los principios siempre son maravillosos, sin recursos, pero con una ilusión y una desvergüenza entrañables.
¿Qué pasó después del disco Gigantes (2012)? Hubo un silencio discográfico de siete años, que se rompió con la publicación del EP EMDF.
-Sencillamente no nos apeteció ir a grabar, tocar, componer. No fue algo premeditado ni hablado. Luego un día, de repente, de forma natural, alguien diría para quedar y quedamos.
Consiguieron una fama fulgurante, ¿pero en la actualidad viven de la música?
-Nunca hemos vivido de la música. Sacamos algo de dinerillo extra, pero en pequeñas porciones. Siempre hemos mantenido nuestros trabajos y en todo momento teníamos claro que esto era un hobby, como en esa película de Jonás Trueba llamada Los ilusos. Poder escribir y grabar canciones, y luego salir por ahí a tocarlas con tus amigos delante de gente en un montón de ciudades ya es un sueldo enorme. Cuando vas creciendo, te das cuenta de que lo importante es encontrar cosas que te guste hacer.