Cualquier aficionado a la música conoce de sobra la tienda Bloody Mary de Irun. Una vez dentro, es difícil no salir con un vinilo bajo el brazo. O dos. O los que hagan falta para saciar el hambre musical. Situada en una céntrica esquina entre las calles Cipriano Larrañaga y Miguel de Astigar, muy cerca del Paseo Colón y de la parada del topo, este espacio se ha convertido en un emblema para los melómanos. Bloody Mary también funciona como promotora de conciertos y abrió sus puertas hace 35 años. Después de tanto tiempo, su dueño, Juancar García, está delegando las principales tareas de la organización de eventos musicales en su hijo Marcos. Andoaingo Rock Jaialdia, que se celebra todos los años en el mes de junio, es la joya de la corona de su programación. El momento culmen de esta familia de amantes de la música, que no pierde la ilusión por descubrir novedades musicales. Con el asentamiento de Marcos García, de 30 años, en el engranaje de Bloody Mary se avecina un cambio generacional. También se percibe en él una nueva mirada, más contemporánea y de amplio espectro que rastrea en la actual escena musical. Lo que no varía tanto es la filosofía, donde siempre se ha apostado por gemas ocultas y bandas poco comunes del universo pop.
El jefe de todo esto, Juancar García, dice que usted está ahora al mando de Bloody Mary. ¿Cuáles son sus funciones y cómo está siendo el traspaso de poderes?
-Juancar, mi padre, sigue estando al mando de Bloody Mary, lo que pasa es que, desde hace dos años, se ha ido retomando la organización de conciertos, que sufrió un parón drástico en la pandemia. Entré yo, echándole un cable con la comunicación y la promoción. Poco a poco, he ido ocupándome de la contratación y la producción de conciertos con ayuntamientos y, sobre todo, del Andoaingo Rock Jaialdia. Para él es un alivio, ya tiene bastante con llevar la tienda, que es su pasión, pero no deja de ser un comercio con sus pros y sus contras.
La tienda abrió sus puertas en 1990, antes incluso de que usted naciera. ¿Cuáles son sus primeros recuerdos en Bloody Mary?
-¡He estado en esa tienda de muy txiki, antes incluso de poder tener cualquier recuerdo! Las emociones que asocio siempre con Bloody Mary son la pasión y la curiosidad. Cuando abrieron la tienda, mis padres eran unos veinteañeros con la intención de cumplir un sueño y compartir con los demás la música que les molaba, y eso es muy inspirador.
Juancar suele decir que a sus hijos no les ha dado la chapa con la música, pero resulta que usted ha salido rockero.
-Lo que pasa es que mi hermana y yo hemos ido a conciertos organizados por Bloody Mary desde pequeños, con 12-13 años, y esa música se queda en la mente. Quieras o no, la absorbes de una forma natural. En este caso ha sido el rock’n’roll, el pop o el blues. Pero no te diría que he salido rockero, ni mucho menos. Aunque compartamos muchos gustos musicales, cada uno ha ido escuchando sus movidas.
¿Qué discos o grupos le abrieron las puertas de la música?
-De crío escuchaba mucho a Green Day, Kiss o los Clash, pero no fue hasta los 18 años cuando ya empecé a escuchar en profundidad algunos grupos y a interesarme por sus recorridos artísticos, sus vidas, su visión del mundo. Inquietudes que a esas edades uno tiene, porque va buscando respuestas. Durante una época fueron mis referentes Ty Segall, Jack White o clásicos como Lou Reed, Bob Dylan, Neil Young, David Bowie, Nick Cave & The Bad Seeds y, sobre todo, Einstürzende Neubauten, que me enseñaron una nueva forma de entender la música.
Festivales no (tan) capitalistas
A lo largo de su historia, la promotora irundarra ha montado cientos de conciertos en salas de pequeño y mediano formato, principalmente en Gipuzkoa, además de darle forma, identidad y cuerpo a Andoaingo Rock Jaialdia. Durante varios años, las casas de cultura de Egia y, sobre todo Intxaurrondo, ambos en Donostia, funcionaron a las mil maravillas como receptores de las propuestas musicales de la familia Bloody Mary. Marcos señala que la red vasca de salas públicas y privadas es “potente”, además de hacer hincapié en el valor que aportan los gaztetxes en los distintos territorios y que debemos “seguir apoyando” para que se mantengan vivos.
Las “pautas capitalistas” de los macrofestivales, y que adoptan algunos certámenes más pequeños, no van con él. En este sentido, menciona “los aforos abrumadores, la presencia de grandes marcas, los solapamientos de grupos o vendernos una experiencia donde la música es solo una ínfima parte de esta”. “Me interesan más otras propuestas como el Canela Party, el Monkey Week, el Zaragoza Feliz Feliz o algunas del resto de Europa (Sonic City, Supersonic Block Party)”, afirma. Según subraya, estos festivales no han traicionado sus principios. “Tienen los pies en el suelo, cuidan su programación y han decidido no crecer más después de haber llegado a una notable cantidad de público”.
Usted es cineasta y también trabaja en el Zinemaldia.
-Llevaba ya involucrado en la tienda desde hace un tiempo y empecé a trabajar en el Departamento de Industria del Zinemaldia de manera un poco casual en 2022. Y allí sigo. Es cierto que mi recorrido académico y creativo está más vinculado al cine, pero ahora mismo estoy más centrado en la organización de conciertos y en las celebraciones que vendrán para el 35 aniversario de Bloody Mary.
Desde el principio, su trabajo como director ha estado impregnado de música. ¿Sus películas no se entenderían sin el lenguaje del rock?
-El uso de la música está siempre ligado al proceso de creación. Y no solo hablo de meter canciones en secuencias como en Vinyland, sino de la utilización del silencio, del sonido directo, los diálogos; todo ello también pertenece a la música de una película y hay que escuchar y dejarla respirar. Creo que eso es algo que me lo ha enseñado más Einstürzende Neubauten que el lenguaje del rock.
“ Los inmovilistas del rock, que vayan a conciertos inmovilistas ”
Desde su implicación en Andoaingo Rock Jaialdia, ha habido un rejuvenecimiento musical aplaudido por un sector pero que a la vieja guardia tal vez le cueste más digerir. ¿Qué mensaje lanzaría a los inmovilistas del rock and roll?
-Ay, la vieja guardia… Creo que había llegado el momento de darle un cambio al festival. Para la selección de grupos, todo parte de lo que escuchamos en la tienda y de los conciertos que más nos impactan durante el año. Desde antes de la pandemia han surgido muchísimos grupos jóvenes en Euskal Herria, y algunos incluso han girado por el Estado: Tatxers, Pinpilinpussies, Airu, EZEZEZ… También hay muchas más giras de grupos internacionales jóvenes que pasan cerca. A mí me parece mucho más estimulante programar toda esta música nueva (ya sea rock, post-punk, psicodelia, pop o una mezcla de todo) que vamos descubriendo a nuestro alrededor. Los inmovilistas pueden ir a conciertos inmovilistas, seguro que se inmovilizarán con muchas ganas.
¿En Euskal Herria hay una nueva generación de músicos que han devuelto las guitarras a los escenarios? ¿Cuáles son sus bandas actuales favoritas?
-Sí, pero lo fascinante es que esta nueva generación no utiliza las guitarras únicamente para hacer rock, sino que mezclan estilos y salen unas simbiosis musicales superestimulantes. Pienso en Sal del Coche, Nakar, TOC, o Silitia, por ejemplo. O también, dentro del pop-rock, Melenas, Airu, Hiuzz, Borla…
Su apuesta por incorporar a más mujeres artistas en los eventos organizados por Bloody Mary es clara. ¿El rock ha llegado tarde a la cuestión de la igualdad de género?
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-El sector musical ha estado siempre dominado totalmente por hombres, y no hablo solo de la programación de los festivales, sino de la propia industria musical. Todo esto es un reflejo de la sociedad machista en la que vivimos. Todavía queda mucho por hacer para alcanzar la igualdad de género, incluso en los puestos de trabajo detrás de los escenarios (responsables de booking, técnicos de sonido y luces, stage managers, producción, etc.). Y antes hablabas de inmovilismo, pues no tienes más que ver cómo en algunos festivales la programación está muy lejos de ser paritaria. Me indigna bastante.