La montaña, esa gran joya que nos regala retos, enseñanzas y valores. Ese territorio de paz y adrenalina que para muchos hace las veces de oasis. A la montaña ha querido dedicar, junto a unos compañeros incomparables, el escritor y profesor Karlos Aretxabaleta su nuevo libro.
¿Recuerda cuál fue la primera montaña a la que subió?
La primera montaña que yo tenga recuerdo de muy niño puede ser probablemente el Pico del Fraile, en Villasana de Mena, en Burgos. Tengo muy buen recuerdo de lo que es todo el Valle de Mena, porque mis aitites aunque son de aquí compraron allí un terrenito y solíamos ir mucho al monte. Y luego, los recuerdos posteriores que tengo son de ir con mi aita al Pagasarri, con mis aitas a dar paseos por las campas de Arrate en Eibar, y los más marcados son los de Pirineos en verano con doce años, y estuve casi diez años seguidos yendo.
¿Es una pasión heredada?
Sí. Mis aitas no es que hayan sido grandes montañeros, pero eso me lo han inculcado. Mi aita fue al Aneto de joven, siempre he visto esas botas gigantes de dos o tres kilos en casa. Mi madre, cuando era monitora de tiempo libre, solía ir con los chavales al monte... Recuerdo una anécdota muy en concreto que es cuando mi ama se fue con ellos a una salida al Pagasarri, y me castigaron en casa y no fui. Siempre se me quedó como grabado que quería ir, y fue como el acicate.
Para Entre estrellas y montañas se ha rodeado de mucha gente. Las ascensiones a la montaña, ¿le gusta que sean en solitario o en compañía?
Siempre en compañía. Es verdad que últimamente escalo mucho solo. Últimamente es verdad que porque tengo poco tiempo para conciliar familia, deporte..., hago mucho bloque. Eso me lleva a ir mucho solo con las colchonetas, conmigo mismo... Y a pesar de que en compañía te lo pasas bien, esos ratos en soledad te ayudan, te hacen resiliente, esforzarte, pensar... Está guay
¿Cómo ha surgido el libro?
Pues la verdad es que los procesos son largos. No vienen de la noche a la mañana. Justo hace dos-tres años tuve una temporada así un poco regulera y no andaba muy fino. Estuve un tiempo de baja, y tenía tiempo para pensar, escalar... Muchas veces escalaba de noche porque tenía una niña muy pequeña, y en esos ratos de darle al coco se me ocurrió la idea de que quería escribir sobre algo que me gustara. Podía ser casi terapéutico. Luego llegó el verano y en los ratos más libres, estando mejor y con la cabeza más fresca, por mi cuenta y riesgo empecé a escribir relatos contactando con la gente. Cuando escribí los ocho primeros relatos me puse en contacto con las editoriales. Con Elkar no surgió, pero me ayudaron mucho, especialmente mi antigua editora -Antxiñe Mendizabal- porque me recomendó a Sua y me animó a seguir.
A los protagonistas de estas historias los conocemos en su faceta de deportistas, de personas activas. ¿Cómo ha sido el sentarse, hablar tranquilamente con ellos de sus aventuras?
Tengo que reconocer que para mí el mérito del libro es suyo, y el haber podido disfrutar de su compañía -de manera telemática, presencial o lo que sea- ha sido un regalo, porque yo he crecido viendo a esas personas. Somos todos compañeros de monte, de roca, de pasión y el haber podido compartir este recorrido con ellos ha sido un regalo. Se siente una profunda gratitud. Irati Anda yo la vi cuando yo tenía 17 años. Ella estaba en la cima de Europa batiendo marcas, era un referente en el mundo de las chicas. Alberto Iñurrategi era una leyenda en mi casa.
Es verdad que tenemos buena cantera y referentes en Euskadi. ¿A qué cree que se debe eso?
Yo creo que a la capacidad de sacrificio, y sobre todo a la humildad, porque la gran mayoría de esta gente son muy humildes. Y yo tengo una teoría, que hay gente que la comparte. Y es que la gente que habla poco y escala mucho, esos llegan lejos. Y esta gente, la gran mayoría, algunos son desconocidos, otros conocidos por sus hitos, pero no por el ruido que han hecho en sus logros.
A través de estas anécdotas vamos a poder viajar por distintos puntos de Euskadi y del globo. Sin entrar en spoilers, ¿qué experiencia cree que es la que más va a marcar a los lectores?
Es difícil. Estos libros lo bueno que tienen, y ya hay varios lectores que me lo han dicho, es que no es una lectura continua. Puedes elegir el capítulo por el que empiezas, por el que acabas..., puedes ir saltando, y no tienes que fijarte en los nombres. Yo animo a los lectores a que no se fijen en los nombres del deportista, sino el título.
¿Con este libro siente que puede animarse más gente a la aventura que es la escalada, cada vez más de moda?
Sí. Más que a que se animen a escalar o al monte, el principal objetivo de este libro era enriquecer la literatura vasca, que ya es rica en sí. Yo no vengo a inventar nada, pero he encontrado un pequeño filón que otras personas encontraron en su día -Ramón Olasagasti, Alberto Iñurrategi...-. No me siento tan especial, pero sí creo que puede traer algo nuevo a los ojos de un chico o chica de 15 a 18 años. Creo que se pueden enamorar de la montaña a través de la literatura.
¿Cómo podemos hacer que la escalada sea un deporte más, dentro de las extraescolares de los colegios?
Ya se está trabajando. Hay bastantes centros que lo fomentan. Yo trabajo en Arrigorriaga, y en la escuela ya se ofrece. En nuestro centro estamos trabajando para poder montar un pequeño rocódromo. Luego también suele haber dificultades y reticencias por parte de los padres porque la escalada es un deporte que de manera inherente conlleva riesgo. El fútbol y el baloncesto también, pero la escalada se ve como un deporte que a medida que progresas el daño puede ser mayor. Entonces yo creo que se necesita tiempo, filosofía y trabajar mucho. Pero a mí, más que fomentar la escalada, me preocupa fomentar los valores que hay detrás. Porque si tú empiezas inculcando los valores que hay de naturaleza, montaña, que ya se hace a través de la Agenda 2030, eso lleva a la postre a un deporte más sostenible y responsable. Yo creo que va todo de la mano.
Comenta que no deja de ser un deporte de riesgo. ¿Alguna vez ha sentido más que respeto?
Yo he tenido algún rescate. Una vez me tuvieron que rescatar en Navarra, en Dos Hermanas, por una mezcla de factores. Es peligroso y puedes tener sustos gordos. Conviene no faltarle al respeto, ni a la naturaleza ni a ti mismo, pensando que sabes más que nadie.
¿Qué consejo le daría a quienes empiezan en la escalada?
Sobre todo que se rodeen de gente que sabe más. Yo creo que todos los que llevamos veinte años escalando daremos los mismos consejos: que miren a los mayores con respeto y se preocupen de hacer las cosas bien, con calma... Es muy normal ser impulsivos, pero la falta de respeto al miedo y a la naturaleza y la roca te lleva a cometer errores como a mí me ha llevado y a otros escaladores. Yo siempre recomiendo rodearse de gente que sabe más. Y el segundo consejo es que disfruten estando en el momento, escalando, de los instantes que te da la escalada. Porque yo cuando empecé no existía Instagram ni TikTok... Yo invito a la gente a que disfruten de esos instantes mágicos porque pasan y no sabes cuándo los vas a volver a tener.
Aquí tenemos muchos rincones donde empezar a escalar. ¿Nos recomienda alguno?
Una de las cumbres más emblemáticas es el Txindoki (Gipuzkoa). Es una escalada muy bonita. La vía clásica no tiene mucha dificultad, pero eso no quita que hay que tenerle respeto. En Araba hay muchos sitios. Si me tengo que quedar con alguno emblemático me quedo con los rincones de Ziordia y Eguino. En Nafarroa la escuela reina sería Etxauri, pero por el cariño me quedo con Dos Hermanas. Y en Bizkaia me quedo con costa y monte, Ogoño y Atxarte.