No hay manera de que el Baskonia brinde una alegría a sus sufridores aficionados. Hasta en las veladas donde el viento sopla a su favor y encuentra un buen ritmo anotador acaba diluyéndose como un azucarillo con una facilidad pasmosa.
Tres cuartos de un esfuerzo meritorio y un baloncesto mucho más serio que en jornadas precedentes no fueron suficientes ante un Zenit magullado por sus numerosas ausencias (Napier, Frankamp, Ponitka y Gudaitis) pero lo suficientemente pétreo como para aprovechar las innumerables flaquezas azulgranas.
Con una rotación de ocho efectivos –Raieste disputó unos segundos testimoniales–, el rendimiento del Baskonia a lo largo del duelo describió una pronunciada línea descendente. Ese parcial de 4-17 en los albores del cuarto final condenó a un equipo cuyos brotes verdes exhibidos ayer no bastaron ante un entramado tan granítico como el ruso. El vitoriano fue esta vez un conjunto más competitivo que, mientras le duró la gasolina, albergó serias esperanzas para la conquista de un triunfo de calidad ante un aspirante a la Final a Cuatro.
Un inmaduro Enoch –que erró un alley oop decisivo a falta de medio minuto para la conclusión– brilló en ataque en el cuarto inicial antes de perder la batalla física ante los atléticos Mickey y Poythress, Alec Peters regresó a buen nivel tras varios días de baja por culpa del covid-19, Giedraitis se reconcilió en alguna fase con el acierto exterior y Lamar Peters –su predisposición para el sacrificio en labores de intendencia no tiene parangón entre sus compañeros– volvió a intentar prender la mecha entre las noticias más positivas, pero a la hora de la verdad el Baskonia volvió a quedarse corto en casi todo.
En cuanto el Zenit impuso la conocida ley Pascual, es decir un ritmo más monótono tras el intermedio y recuperó su patrón de juego habitual basado en una férrea actividad atrás, el partido desembocó poco a poco en un mal trago. El talento individual de Loyd y Baron, letales cada vez que echaron el balón al suelo y que leyeron las necesidades de su equipo a la perfección, enterró al Baskonia, también apuntillado por alguna decisión arbitral que levantó ampollas en la grada de Zurbano.
Spahija desestimó la posibilidad de oxigenar al equipo en algunos tramos y los primeros espadas llegaron completamente fundidos al epílogo. Otra decisión controvertida del entrenador croata, quien renunció al concurso de Marinkovic y Kurucs –otro que salía del virus– en la cuerda exterior para, al menos, refrescar física y mentalmente a su guardia pretoriana.
Como consecuencia de todo ello, Baskonia ahonda en sus problemas y sigue sin ganar en Euroliga en este 2022. Una mochila que resulta cada vez más pesada en medio de la resignación generalizada.