El periplo vital, sin duda intenso, de los emigrantes de Euskadi y de los descendientes de vascos que lucharon contra el nazismo enrolados en el Ejército de EEUU ha permanecido durante mucho tiempo por debajo del radar del gran público. Hasta el homenaje que se les tributó el pasado 1 de marzo en el Estado de Texas, que consistió en una declaración de reconocimiento aprobada por la Cámara de Representantes situada en Austin y por una serie de actividades de confraternización con un protagonismo destacado de los descendientes de aquellos pioneros.
Los soldados vascos o de origen vasco que se alistaron en Texas para combatir en la Segunda Guerra Mundial son 14, pero los fastos tributados al otro lado del charco a principios del mes pasado se extendían a los en torno a 1.400 que forman todo el colectivo, según la estimación de los impulsores del proyecto de investigación Fighting Basques: Memoria de la II Guerra Mundial, que ya han realizado más de 1.100 biografías de estos pioneros. Cuando tocan con la punta de los dedos la culminación de este estudio, estos expertos hablan sin ambages del que sería el objetivo lógico que pondría la guinda a una labor mastodóntica: ubicar en algún punto de EEUU un memorial que sirva de testimonio y homenaje permanente a estos hombres y mujeres nacidos en Euskadi o de ascendencia vasca y que sirvieron en las filas de ese Ejército contra el fascismo.
El investigador principal de Fighting Basques, Pedro J. Oiarzabal, cree que, dada la cantidad de nombres y trayectorias vitales que se han puesto sobre la mesa tras un trabajo de campo en 45 Estados más Washington DC y Puerto Rico, a las instituciones al otro lado del charco les resultará difícil resistirse a ubicar este tipo de elemento arquitectónico cargado de simbolismo en su territorio, aprovechando además el impulso del homenaje tributado en marzo en Texas.
La fecha ideal para ello tampoco está elegida al azar: si, como está previsto, el estudio culmina en 2025 con las biografías de todos los soldados vascos, el memorial podría inaugurarse en 2026, que marca además el 85 aniversario de la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial tras el ataque de la aviación japonesa en Pearl Harbor.
Según una infografía provisional del Monumento Nacional Vasco a la Segunda Guerra Mundial (The National Basque WWII Memorial) a la que ha tenido acceso este medio, el elemento principal de este conjunto sería un muro elevado en el que aparecerían inscritos los nombres de los 1.400 homenajeados. El mismo estaría coronado por un distintivo que consistiría en una estela discoidal solar.
También se puede apreciar media docena de pequeños monolitos, además de mobiliario urbano como bancos y farolas, junto con la ikurriña y la bandera norteamericana. Los monolitos situados alrededor del muro central serán de patrocinadores y donantes secundarios del proyecto. Los principales (corporativos e institucionales) se ubicarían en el propio muro del memorial.
El conjunto se completa con otros monolitos en la parte delantera con paneles informativos dotados de códigos QR que enlazarán al memorial digital con biografías de los veteranos de guerra. Y es que el Monumento Nacional Vasco a la Segunda Guerra Mundial irá más allá de su emplazamiento físico y también pretende ser una puerta de entrada virtual a las historias completas del millar largo de homenajeados.
Pedro J. Oiarzabal, doctor en Ciencias Políticas-Estudios Vascos por la Universidad de Nevada, resume que “el objetivo del memorial está marcado en nuestra hoja de ruta desde el día uno”. Advierte además de que el diseño final puede diferir mucho de esta propuesta inicial.
Recuerdo duradero
Oiarzabal explica que “el memorial tiene por objeto servir como un recuerdo duradero de todos los veteranos de origen vasco que sirvieron en el Ejército de EEUU durante la II Guerra Mundial”. Añade que, de confirmarse su instalación, también será una “herramienta educativa para que todos conozcan sus contribuciones y su historia en el país”. Toca seguir trabajando para que las piezas encajen y sea una realidad.