El ciclismo desértico no lo es solo por el paisaje, también lo es porque apenas nadie lo ve. Se trata de un capricho de los petrodólares saudíes que financian las carreras aunque se camuflen en la intrascendencia para los ciudadanos, que viven ajenos a la feria que visita el país montada sobre bicis y lucen maillots coloristas entre océanos de arena.
La jornada inaugural del AlUla Tour subrayó esa realidad. Es una distopía en tres actos: AlUla, Omán y UAE Tour. Arena, arena y más arena. Un retablo del desierto. En el recibimiento, apenas un puñado de personas jalearon al pelotón.
En la recta final eran más visibles las palmeras que garabatean el viento que los aficionados, que miran extrañados a esos jinetes del desierto. En el metraje entre el amanecer y el ocaso del día, 142,1 kilómetros, algún curioso, paredes de dunas, rocas que interpelan la arena y la nada además del testimonio del mayor edificio de espejos del mundo: el Maraya
Esa fortaleza espejada que reflejaba esa sensación de irrealidad que adopta el ciclismo en el desierto cobijado por A.S.O., la empresa que patronea el Tour y muchas de las grandes carreras del calendario.
En esa alfombra de asfalto, en medio de la inmensidad y el aislamiento que provoca el desierto, creció un fuga destinada a la nada porque en el desierto el valor de las victorias se cotiza igual.
Apresada la fuga por los corceles que buscaban el esprint, el sobresalto de una caída mordió el grupo. Kristoff y De Kleijn cayeron entre los velocistas que pretendía revolotear en el esprint.
Caída de Majka
Rafal Majka, que opositaba a la general, también se golpeó contra el asfalto. Perdió más de 6 minutos en meta. Se quedó sin opciones de lograr la corona. El percance agitó un desenlace que, no obstante, estaba escrito y siguió punto por punto el planteamiento inicial. Aguardaba un esprint. Cualquier otra resolución se adentraría dentro del realismo mágico o en un mundo de fantasía.
En ese escenario, telúrico, Tim Merlier abrió el desfile victorioso sin sombra que le pudiera inquietar lo más mínimo. Fue el primero en acelerar y nadie le insinuó una remontada. Imposible.
A Molano y Zijlaard se les había escapado el tren. Merlier mostró una enorme autoridad. “Siempre es agradable empezar la temporada con una victoria”, apuntó el belga.
El velocista, campeón de Europa, resolvió el esprint con solvencia. Venció con autoridad por delante de Molano y de Zijlaard. El idilio de Merlier con la carrera no es nuevo, de ahí que realizará círculos con el dedo a modo de celebración. La mímica que venía a decir: otra vez. Merlier repitió.
Es una costumbre para él festejar triunfos en el desierto. El pasado curso celebró dos victorias y en la presente edición de la prueba saudí se encaramó al liderato con la conquista de la etapa inaugural, con salida y final en la estación de tren de Al Manshiyah. Merlier no se salió de la vía para inaugurar el curso. Suma 51 laureles en su currículo. En la estación saudí, nadie más veloz que la locomotora del desierto.