Argentina vuelve a respirar. Y lo hace, en gran medida, gracias al de siempre, al 10, al que cada vez discuten menos en un país sin término medio en el que las críticas positivas y negativas adquieren por sistema su máxima expresión. El dramático partido ante México no iba a ser una excepción. Héroe o villano. Era difícil imaginar otro escenario para Leo Messi al término de un choque en el que la albiceleste, que saltó al verde del Lusail Iconic Stadium como colista del Grupo C tras su histórico tropezón frente a Arabia Saudí y, por ende, en el punto de mira de todo un país, encontró agua en medio del desierto futbolístico por obra y gracia del astro del PSG, quien firmó con un inapelable latigazo desde fuera del área el 1-0 mediada la segunda mitad y asistió a Enzo Fernández para que el joven futbolista del Benfica, revulsivo con premio, hiciera el definitivo 2-0 en el minuto 87 con un soberbio disparo de rosca que tranquilizó a toda Argentina.
México, por su parte, pagó con una dolorosa, pero no injusta derrota su desenmascarada intención de jugar con la ansiedad del combinado de Lionel Scaloni, al que un segundo revolcón hubiera dejado matemáticamente fuera del Mundial a las puertas de una tercera y definitiva jornada en la que ahora, con su sufrido triunfo frente al conjunto azteca, pasa a depender de sí mismo para liderar el Grupo C. Tocados, casi hundidos, quedan mientras tanto los de Gerardo Tata Marino, que deberán vencer por un amplio margen de goles a Arabia Saudí y esperar noticias positivas en el Polonia-Argentina para estar en los octavos de final por octava vez consecutiva en los Mundiales.
Difícil se presenta el futuro más inmediato para México y agradable, más tranquilo cuando menos, para una Argentina que afrontó anoche una inesperada final anticipada en un envite a vida o muerte en el que apenas hubo fútbol, ni ocasiones, pero en el que emergió la gigantesca figura de Messi para marcar las diferencias tras una primera mitad en la que reinó el aburrimiento en medio de la ansiedad y el temor de unos y otros por verse por detrás en el marcador. Cabía esperar una mayor determinación por parte de Argentina, con un potencial ofensivo muy superior al de su adversario, pero sin noticias por entonces de su líder y sin opciones de tener continuidad en el juego ante un rival que coleccionó hasta diez faltas en los primeros 45 minutos, los de Scaloni se estrellaron en la primera mitad contra un muro sin la necesidad de que Ochoa tuviera que salvar de la quema a los suyos. Tampoco tuvo trabajo Emiliano Martínez, al que solo probaron los mexicanos con un lejano libre directo de Alexis Vega que detuvo con una buena estirada el guardameta del Aston Villa.
La lesión de Guardado, sustituido en el minuto 42, fue la única noticia negativa para los aztecas antes del paso por vestuarios, pues el punto bastaba a México para que una victoria sobre Arabia Saudí en la última jornada le diera automáticamente el pase a los octavos. Riesgos, los justos, por tanto. Eso pensó Martino. Todo lo contrario que Scaloni, cuyos pupilos se vieron envueltos en una dramática carrera contra el reloj en un segundo acto que arrancó con un baldío 67% de posesión a la espera de que Messi apareciera en escena.
A la segunda
Tuvo la oportunidad de hacerlo el 10 recién iniciada la segunda parte con un libre directo, pero no acertó a la primera el astro argentino, que no perdonó a la segunda. Corría el minuto 64, con el partido totalmente anestesiado, sin ritmo y sin sensación alguna de peligro, cuando Messi apareció por sorpresa. Le bastó recoger un balón en la frontal del área, acomodar el cuerpo en una milésima de segundo aprovechando el escaso margen de maniobra que le concedió la poblada defensa y encañonar con la izquierda al palo más lejano con un disparo seco y cruzado al que no respondió Ochoa.
Misión cumplida. Aparición estelar con gol para espantar viejos fantasmas y mantenerse en su incesante pelea por ganar un Mundial y equipararse así con Maradona, probablemente el último gran desafío de un futbolista sin igual que salió al rescate de Argentina en un momento trascendental y que, en el 86, salió en la foto del soberano gol de Enzo Fernández en calidad de asistente. “Todos los partidos son finales ya y no podemos errar”, lanzó Messi tras un sufrido partido en el que volvió a impulsar a una revitalizada Argentina.