Hay formas muy variadas de tomarse la revancha y ajustar cuentas pasadas. Por lo general, en el mundo del fútbol lo más apropiado suele ser ofrecer un rendimiento elevado, hacer disfrutar a la afición y golear al contrario. Pero cuando el día te sale torcido y las buenas pretensiones se quedan en la pizarra del vestuario, lo más importante es ganar. Así, el cómo pasa a un segundo plano, más aún en las eliminatorias de Copa que se juegan a partido único. Y en eso, este Athletic es todo un especialista. Un equipo único en su especie. Su fiabilidad es absoluta, al menos hasta que llega a las finales, que eso es otro cantar y daría para una novela de terror, si bien ahora está por ver qué sucede en las semifinales. Lo importante es que el Valencia, en cuartos, fue la última víctima de este Athletic tan fiable en el que sin duda alguna es su torneo fetiche. De paso, el conjunto rojiblanco se tomó la revancha tras su eliminación en las semifinales del torneo del K.O. del pasado curso. Una derrota dolorosa que ha dado paso a un triunfo revitalizador.
En un ambiente muy distinto al de aquella noche de marzo, con la afición local bastante menos enérgica que entonces, aunque igual de protestona e inconformista con la labor arbitral, el Athletic superó a su rival sin precisar de un fútbol preciosista, pero que tuvo elevadas dosis de eficacia. No está de más que de vez en cuando la fortuna, que en numerosas ocasiones les ha sido esquiva a los leones, y ejemplos de ello hay de sobra esta misma temporada, les sonría. Lo hizo, además, en un campo donde ganar se había convertido en una especie de quimera. De hecho, desde aquella derrota frente al Barcelona en la final de Copa de 2009, el conjunto rojiblanco únicamente había ganado en Mestalla en dos ocasiones. Con la de anoche, ya son tres.
De inicio, resultó bastante complicado imaginar un triunfo tan cómodo del Athletic, como así terminó sucediendo. La apuesta de Ernesto Valverde por juntar en la medular a Ander Herrera e Iker Muniain, que hasta ayer únicamente habían coincidido en el once en Getafe, con el capitán tirado a banda izquierda, dejó algunas dudas, no tanto por ellos, sino por las muchas imprecisiones que tuvieron los futbolistas que ayer vistieron de negro. De hecho, la primera mitad daba pie a pensar en que el técnico pudiera realizar algún cambio al descanso, pero el segundo gol, obra de Nico Williams, que permitió a los bilbainos comenzar con ventaja el segundo tiempo, frenó cualquier posible sustitución.
Y el tiempo le dio la razón al técnico. Se asentó el Athletic, que arrancó muy cómodo el segundo acto, mandando en el partido a través de la posesión del balón, olvidando las muchas imprecisiones del primer acto. Poco a poco, a diferencia de un año atrás, fue colmando la paciencia de la grada local, que estalló contra su directiva mientras el Athletic se relamía en ese ambiente hostil hacia el conjunto local.