La 29ª edición de dFeria torna a su fin y lo hace con una propuesta que interpela tanto al pasado como al presente. La compañía bilbaina que dirige Olatz Gorrotxategi presentará mañana jueves en el Teatro Principal (18.30 horas) el espectáculo Mierda de ciudad, un proyecto performativo en clave de western que repasa lo que supuso el movimiento del rock radical vasco en la década de los 80 y los 90, así como el contexto político y social de la época. Gorrotxategi ha estado este miércoles en Donostia atendiendo a los medios de comunicación en relación con esta obra que toma su nombre de la famosa canción de Kortatu. Aún así, Gorrotxategi matiza que, más que un homenaje, esa referencia es “un pequeño vacile” al conjunto que lideraron los hermanos Fermin e Iñigo Muguruza. De hecho, Mierda de ciudad tiene la vocación de ser un compendio de todas las bandas que pertenecieron a aquel movimiento que nació en Euskal Herria para protagonizar la revolución, desde unas coordenadas distintas que no se habían trabajado hasta ese momento. Para ello, el espectáculo va más allá de las expresiones más famosas que, de tanto repetirse, han acabado asimiladas por el sistema.
Performance, tres intérpretes en el escenario, música, maquetas, indios, vaqueros, audiovisuales y mucha nostalgia. Todo eso y mucho más es lo que ofrecerá Mierda de ciudad en su primera representación en Donostia hasta la fecha -su estreno tuvo lugar ahora hace un año en Barakaldo-, un espectáculo que se compone de distintos lenguajes que permiten el dispositivo escénico. A través del texto, los tres actores repasan sus vivencias y su relación con aquel movimiento.
Por otro lado, una de las “singularidades” de este espectáculo es que sus impulsores lo entienden en clave de western. Tanto es así, que el músico beratarra Joseba B. Lenoir ha llevado el punk de aquellas canciones hasta territorios áridos del lejano oeste estadounidense. En cuanto al aspecto más metafórico de la obra, explica Gorrotxategi, se construye sobre la idea de los colonos, es decir, los precursores del rock radical vasco, se enfrentan a los nativos americanos o, lo que es lo mismo, a una sociedad vasca asentada sobre la tradición, el folklore y los cantautores.
A su vez, el espectáculo incluye clips de video con escenas sacadas películas clásicas, mientras que determinados hechos históricos como el movimiento contra las nucleares, la batalla del Euskalduna de 1984, la manifestación en la que falleció Gladys del Estal en 1979 o la huida de Sarrionandia de Martutene en 1985 se representan con miniaturas que se proyectan en una gran pantalla, abrazando así el teatro objetual. “Nos valemos de todo ello para hablar de cómo fue nuestra adolescencia y cómo fue este movimiento contracultural”, ha explicado la autora, que ha añadido que, en cierta medida, este espectáculo le ha llegado “con una crisis de edad” en la que ha visto necesario revisitar su juventud. Además sobre el escenario trabaja un artista de Foley, un creador que tradicionalmente, durante la postproducción de las películas, se encarga de añadir los sonidos que no han podido ser recogidos en el set de rodaje y que, en este caso, y también con objetos cotidianos como zapatos diseña los sonidos que armonizan las miniaturas.
Dos líneas narrativas
Mierda de ciudad trabaja con dos líneas dramatúrgicas. Por un lado, el equipo de la compañía ha llevado a cabo un importante trabajo de documentación y entrevistas, y, por otro, han desarrollado sus vivencias en clave memorialística y las narran en primera persona, rompiendo la cuarta pared y alcanzando un importante grado de “intimidad”. En este sentido, Gorrotxategi ha asegurado que este espectáculo responde a dos tipos de público. Por supuesto, a aquellos que vivieron la época del rock radical vasco y que aún la recuerdan con nostalgia, pero también a aquellas generaciones más jóvenes que no lo conocieron. “No podíamos hablar del punk desde el punk, necesitábamos lenguajes contemporáneos”, ha concluido la directora e intérprete.